Reseña de la audiencia del 28 de septiembre de 2021

    En la cuadragésima segunda audiencia del debate oral con modalidad virtual del Juicio Brigadas Banfield, Quilmes y Lanús, escuchamos la declaración testimonial de Silvia Cavecchia, por el secuestro de Miguel Ángel Calvo, con quien compartió cautiverio en La Cacha, y es caso en este juicio por su paso por el Pozo de Banfield; Norberto Borzi, hermano de Oscar Isidro Borzi, y Yamil Robert, hermano de Norma Robert.

    La primera testimoniante de la jornada fue Silvia Cavecchia. El 1ero de marzo de 1977 fue secuestrada junto a Daniel Talarico y Berta Noemí Itzcovich en Formosa Capital. Estuvieron alrededor de 25 días detenidos en esa provincia, ellas en una cárcel de mujeres y él en un Regimiento Militar. Luego de esos días los trasladaron en una avioneta, esposados en el asiento de atrás, al aeropuerto de La Plata. Por la ventanilla vieron que venía a su encuentro un Ford Falcon; los metieron rápidamente en el baúl de ese vehículo. Hicieron un trayecto de 30 minutos, apenas llegaron les vendaron los ojos, abrieron algo como una tranquera y los metieron en una gran habitación con pisos de mosaicos. En ese lugar los sometieron a tormentos e interrogatorios, preguntándoles quiénes eran y qué hacían. Recordó que a todos les preguntaban por un asado que se había hecho en septiembre, en el parque Pereyra, del que participaron distintas organizaciones.

    Luego de las sesiones, los separaron. Silvia llegó con miedo y tabicada a un sótano. Un muchacho le dice que se saque la venda: era “Cachito” Miguel Ángel Calvo. “Cuando lo ví, me asombré, sabía que estaba desaparecido. Era vecino de la casa de mi ex pareja (…) Fue muy dulce y contenedor, estuvo tratando todo el tiempo de consolarme. Yo venía de un mes y medio de secuestro”. Contó que Cachito, o Jaimito como también era conocido, militaba en el PC y vivía en 19 y 39. Ese sótano era un lugar destinado a conexiones eléctricas de algún tipo por los elementos que había, cables con los que Cachito solía hacer figuras; solo había una pequeña ventana, se escuchaba un tren y muchos perros ladrando. Allí detenidos también se encontraban un bancario, de apellido Camino -según Silvia reconstruyó después- y una muchacha llamada Cristina.

    En este CCD, Silvia compartió mucho con Miguel Ángel Calvo y pudo conocer cuál había sido el recorrido desde su secuestro: había estado 2 o 3 meses, hacia finales de 1976, en la Brigada de Investigaciones de Banfield, donde fue torturado; y para finales de marzo de 1977 ya llevaba más de dos meses en este lugar donde se encontraron, La Cacha. En su momento, la testimoniante pensó que Cachito era alguien que “ya salía”, sin embargo, el 10 de abril de 1977 se lo llevaron y continúa desaparecido. A los demás compañeros con los que compartían el cautiverio en ese sótano, se los llevaron ese mismo día.

    Silvia remarcó que Cachito, a pesar de las terribles condiciones, siempre apostaba a hacerlos reír: “la parte humana la encontré ahí con él”. Gracias a él podían destabicarse porque les avisaba cuando veía los borcegos para que pudieran volver a ponerse las vendas en los ojos. También recordó el vínculo que construyeron con un guardia, “Carlitos, el bueno”: Cachito le hacía muñequitos con los cables de electricidad, y se los regalaba para los hijos. Cuando se llevaron a Cachito, Silvia entendió por un gesto de “Carlitos”, que el traslado había sido para asesinarlo.

    La testimoniante explicó que Berta había estado en contacto con más gente y por lo tanto conocía mejor los movimientos del lugar. A Silvia la liberaron a finales de abril, previo a pasar por una casilla rodante y tomarle los datos. La dejaron en su barrio en 11 y 33. Al finalizar su testimonio, Silvia trajo a la memoria nuevamente a Miguel Ángel: “Quisiera destacarlo a él, que me ayudó muchísimo”. Además, agregó con vehemencia: “Quiero justicia, verdad y cárcel a los genocidas”.

    El segundo testimonio de la jornada fue el de Yamil Robert, hermano de Norma Robert. Comenzó relatando su historia familiar: su padre y su madre, Jorge Robert y María Luisa Smith, tuvieron tres hijas y un varón, Norma, Zulma, Nancy y él. Son una familia dedicada a la actividad ganadera y agropecuaria. Su hermana Norma se trasladó a Carhué, para realizar sus estudios primarios y secundarios. En 1969, se mudó a La Plata para estudiar Arquitectura. Yamil la describió como una persona muy inteligente, intelectual, que se desenvolvía muy bien en la ciudad de La Plata. En 1974, Norma se casó con Edgardo Miguel Angel Andreu (caso en este juicio), un estudiante de Medicina en la UNLP y militante del ERP que era originario de Bahía Blanca.

    El testimoniante explicó que en 1976, su cuñado salió un día de su casa y desapareció. Ante esta situación, su padre fue a buscar a Norma para que vuelva a Carhué, aunque estaba por recibirse de arquitecta. Transcurrieron meses, y en vísperas del día de la madre de 1976, el sábado 15 de octubre, un auto Torino color negro paró en la puerta de la casa familiar, en la calle Roque Saez Peña 1166 de Carhué, y preguntó si esa era la casa de Robert. Se bajaron 4 hombres vestidos de civil y portando armas largas, que buscaban a Norma. Al momento del secuestro, Yamil tenía 13 años y se encontraba en la cocina con su hermana, leyendo el periódico del pueblo. Le pidieron el documento y después de unos minutos de charla entre su papá y el jefe del operativo, les dijeron que iban a tomarle declaraciones y la dejarían en libertad. Sin embargo, subieron a Norma al auto y nunca más tuvieron noticias de ella. 

    Su padre llamó a un abogado, e hicieron la denuncia en la comisaría. Pero en la comisaría de Carhué negaron que Norma hubiera estado ahí, a pesar de que ellos desde su casa llegaron a ver el auto negro estacionado en la comisaría. En relación a las gestiones familiares Yamil dijo que su padre hizo “todo lo que estuvo al alcance de un padre para recuperar a la hija”.

    Con los años pudieron recabar información sobre el destino de Norma. Yamil no pudo precisar cuándo, pero alguien que salió en libertad, contó que había estado detenido en el Pozo de Quilmes y que la había visto allí. Gracias a las muestras de material genético proveídas por sus otras hermanas, el EAAF encontró los restos de Norma en una fosa común en el cementerio de San Martín de Buenos Aires. Yamil pudo juntar las fuerzas para ir a buscar los restos luego de un año, junto con su señora y su hijo. En ese momento se enteraron que Norma había estado detenida en la Comisaría de Ciudadela en Buenos Aires y que en febrero de 1977 fue asesinada junto con otras 7 personas en un falso enfrentamiento. Hicieron un homenaje en el cementerio local, con todo el arco político, amigos y familiares. Los restos de Norma descansan con los de sus padres.

    También le tocó declarar en un juicio a los represores de Bahía Blanca. “Espero que nunca más se repita esta historia que nos tocó vivir en persona”. Ni él ni sus hermanas pudieron terminar estudios en La Plata, ya que sus padres quisieron mantenerlos cerca. “Ojalá que nunca más se repita en la historia de la Argentina”. Ante la pregunta de las querellas “¿Cómo era Norma?” Yamil recordó que era muy desenvuelta e inteligente. Tenía una gran afinidad con él, su hermano más chico. Era muy activa, responsable, de llevar las cosas para adelante; así también la recuerdan sus compañeras. El testimoniante cerró su declaración asegurando “será justicia”.

    La última declaración de la jornada fue la de Norberto Andrés Borzi, hermano de Oscar Isidro Borzi quién era conocido por todos como “Cacho”. Tenía 35 años, era delegado sindical en la fábrica de vidrio Saric y militaba, al igual que Norberto, en la Juventud Trabajadora Peronista. Oscar fue secuestrado en la madrugada del 30 de abril del año 1977 de su casa, donde se encontraba durmiendo con su familia; su esposa Ada y sus hijos Ernesto, Luis y Juan Manuel de entre 6 y 3 años. Norberto explicó que su relato se basa en los testimonios de la familia de Oscar, quienes presenciaron el hecho. Al describir los sucesos del 30 de abril, Norberto explicó que un grupo de entre 7 y 10 hombres armados y de civil, que se identificó como fuerzas conjuntas de la Policía y el Ejército, golpeó la puerta y entró a la fuerza golpeando a Cacho y empujando a su hijo menor. Los chicos explicaron con detalle cómo sometieron a tormentos a su padre frente a ellos, que dieron vuelta la casa y robaron todo lo que había de valor; todo este operativo se llevó a cabo desde las 2 de la mañana cuando entraron al domicilio, hasta las 7 de la tarde cuando se llevaron a Cacho.

    A las siete de la tarde llegaron al domicilio Camps, Etchecolatz y Bergés. Se querían llevar a los chicos pero Bergés señaló que ya eran muy grandes para eso; de todas maneras, insistieron con secuestrar al más pequeño y su madre lo protegió avisando que estaba enfermo del corazón. A Ada, la compañera de Cacho, la amenazaron recordándole que no diga nada de lo que vivió ese día porque sino iban a secuestrarla a ella también. Según explicó el testimoniante: “cargaron todo lo que tenían para llevarse en los autos y le dijeron -a Ada- que lo vea porque era la última vez que lo iba a ver. Así es que lo cargaron -a Cacho- en un Falcon y se lo llevaron. Posteriormente nos enteramos por los vecinos que tenían toda la manzana rodeada, que se habían equivocado y habían actuado primero en la casa de al lado”.

    Norberto explicó que vivía en Bariloche, que no se encontraba en Buenos Aires al momento del secuestro pero supo por sus familiares que luego del operativo en la casa de Cacho y Ada, en la calle Oyuela al 1212 de Villa Dominico, se dirigieron a lo de sus padres en la localidad de Monte Chingolo, a unas 15 o 20 cuadras de lo de su hermano. Cuando Ada contó lo que habían vivido, resultó muy difícil de entender para la familia porque no sabían que ese tipo de cosas estaban sucediendo. El padre y el cuñado de Norberto -y de Oscar- presentaron un Habeas Corpus pero no avanzaron mucho más con las indagaciones porque muchos les aconsejaron que no convenía. Hasta ese momento Norberto no había sido notificado de lo sucedido, sus padres le pedían que no regrese a Buenos Aires. Cuando se enteró del secuestro de su hermano regresó a su ciudad para acompañar a sus padres y fue él quien se contactó con distintos organismos de Derechos Humanos y siguió presentando distintos Habeas Corpus.

    Un tiempo después su cuñado, Antonio Eduardo Ibarra, que trabajaba en la Dirección de Tránsito de la Municipalidad de Avellaneda, les contó que un compañero de trabajo, que había sido policía, contaba que había participado en operativos ilegales de detención. Antonio le preguntó más a este hombre, Jorge Cutrone, y él le confirmó que sí, que fue parte del grupo de tareas que había participado del secuestro de Cacho. Por los detalles que brindó de ese día, las descripciones de la familia, de los hechos y de la casa consideraron que su relato era veraz: explicó que a Cacho lo habían llevado a la Brigada de Investigaciones de Lanús con asiento en Avellaneda, con una herida importante en el pecho. Tenía esta información porque el 1° de mayo, el día siguiente del secuestro, lo vio en ese lugar. Norberto avisó al Tribunal que en el Juicio por la Verdad ya habían declarado sobre Cutrone y que se enteraron que había fallecido.

    A raíz de las preguntas de la fiscalía, el testimoniante relató que en el barrio había un policía de apellido Ramirez que le contó a un ex cuñado de Norberto que vio a Oscar durante su cautiverio e incluso lo asistió con agua y comida. Según explicó el testimoniante, Cacho reconoció a Ramirez y le preguntó cómo se encontraba su familia; el policía respondió que estaban todos bien, información que tenía porque los cruzaba cotidianamente en el barrio. Ada increpó a Ramirez cuando se enteró de este relato, él lo confirmó pero le dijo que no podía precisar el lugar y que si lo denunciaba iba a negar todo.

    También para contestar las preguntas explicó que tanto su madre como él se acercaron a distintas comisarías o penitenciarias preguntando por Oscar. De hecho, cuando tuvieron la referencia de “El Infierno” fueron a tocar la puerta en ese lugar, pero rápidamente los despacharon. En relación a las gestiones realizadas en la búsqueda de su hermano explicó que ya en democracia entregaron la carpeta con toda la documentación -Habeas Corpus y respuestas a los mismos o denuncias de secuestro y robo- a los hijos de Oscar. Su padre, Oscar Borzi, falleció 9 años después del secuestro de Cacho con muchos problemas de salud debido a ese estrés; y su madre, Celia Castiñeiras, esperó hasta sus 91 años para encontrarse con su hijo.

    Hacia el final del testimonio Norberto aseveró emocionado: “en estos casos resulta difícil no quebrarse, porque a mi me viene a la memoria montones de cosas que hemos vivido en familia con mi hermano. Siempre con mi hermana Celia decimos qué diferente hubiera sido todo si estuviera Cacho, ¿no? Porque a partir de que se llevan a Cacho se terminó la alegría, ya no disfrutamos fiestas, reuniones familiares. Las seguíamos haciendo, pero siempre faltaba algo. Era un tipo que irradiaba alegría, era un tipo fantástico”. Contó que su hermano le llevaba 10 años, que siempre lo apoyó y aconsejó: “Estaba convencido de que iba a aparecer, cuando me di cuenta que no, me faltó el tipo que me llevó de la mano en la vida”.