El gordo Luis

    Luis Velasco Blake

    Por Daniel Heffes

    compañero y amigo de Luis Velasco Blake

    Uno de mis ídolos de la adolescencia era el Gordo Luis. No solamente el mío, ya que muchos nos sorprendimos con su manera de hablar y su seguridad a los quince o dieciséis años. Tanto era que empezamos a militar políticamente por su influencia. De a poquito nos fuimos haciendo amigos y el transcurrir de la vida nos llevó a ser casi hermanos.

    Empezamos a estudiar juntos Anatomía cuando arrancamos Medicina y como teníamos dos libros se le ocurrió que cada uno de nosotros nos fuéramos a estudiar con dos amigas que no tenían libros. Él, tenía sus intenciones con una de ellas y la otra era la novia de un amigo. Obviamente que me convenció y yo me fui con la novia, con la que mantuvimos una amistad a través de los años. Luis fracasó en su conquista, que nunca supe si llegó a intentar.

    Al comenzar la dictadura nos distanciamos, creo que aunque sin saberlo claramente, por una cuestión de seguridad y en 1977 se lo llevaron del departamento de su madre en donde estaba estudiando. Me enteré al día siguiente por Osvaldo, otro gran amigo y por él también me enteré a los meses que lo habían soltado y que se iba del país. Luego supe de las heridas que dejaron en su cuerpo y en su mente las torturas y las pérdidas que cosechó durante la detención.

    Primero Perú y luego España fueron los lugares de su exilio. Cada vez que alguien viajaba salía un cassette con música para Luis. Ese fue prácticamente nuestro único contacto por años. Tal vez algunas pocas líneas. De la música que le envié nació su amor por Baglietto y sus canciones a quien le hice conocer.

    Por Inés, mi compañera desde entonces, que sólo conocía a Luis de nombre, me enteré que a través de su testimonio, los Barati- De La Cuadra se habían enterado del nacimento de su nieta y que esta se llamaba Ana Libertad. La Abuela Licha, primera presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo era amiga de nosotros y se hizo un puente de cariño incontenible con él y con Osvaldo que tuvo el coraje en esos momentos de llegar hasta su departamento y avisarles. A partir de ahí se generó un ritual que consistía en que en cada viaje se juntaban y la abuela Licha anotaba y anotaba  en una libreta, cada vez hasta el mínimo detalle que Luis les contaba sobre el cautiverio de Héctor su yerno y de cómo se habían enterado del nacimiento. Fue emocionante y conmovedor avisarle que  Ana había recuperado su identidad.

    Declaró en cuanto juicio pudo y dio testimonio de todos y todas los que vio durante su detención y siempre cargaba con una pena enorme: No haberle dejado su abrigo a los compañeros que se quedaban cuando iba a ser liberado porque no creyó que así fuera y siempre decía que había sido egoísta en ese momento.

    Una diabetes apareció como regalo en los días de su primera vuelta y con ella convivió sin darle importancia durante muchos años, quizá porque no importaba porque estaba vivo o tal vez como forma de castigo por estarlo, nunca lo sabré. Pero mientras restaba importancia a su enfermedad Luis trabajó incansablemente por denunciar lo que había pasado en nuestro país.

    Pasaron los años y nos vimos puntualmente cada vez que yo iba o él venía. Madrid o La Plata, La Plata o Madrid.  Fui su médico a distancia y alguna vez hice una promesa, que si las cosas se ponían difíciles con su enfermedad no lo iba a dejar sufrir.

    Cuando vino a declarar en el juicio al cura genocida Von Wernich se generó una movida de amigos para su cuidado, ya que pocos meses antes había desaparecido Julio López y la situación para todos nosotros era de temor por su vida. Hasta organizamos turnos para dormir con él ya que tenía custodia de la Policía Federal y alguien tenía que ayudarlo a defenderse. Cómo si esto fuera posible, ahí fuimos y él con su carisma ya era amigo hasta de sus custodias y terminó despidiéndose con abrazos en Ezeiza.

    Así era Luis Velasco. No se recibió de médico porque no quiso, pero se dedicó apenas pudo a escribir y novelar todo lo que había pasado por su cuerpo y por su mente en aquellos años como único tema de su literatura. No necesitaba más.

    Volvió a vivir sus últimos años en La Plata con todas las complicaciones de su enfermedad a cuestas, pero feliz por poder tener a sus amigos cerca. Las cosas se fueron complicando, al punto que tuvo que volver a vivir a España para estar más cuidado.

    Prometimos vernos nuevamente y no fue posible. Durante el último año hablábamos  casi todos los meses por WhatsApp, y nos contábamos penas y alegrías. Todos sabíamos por aquí que nuestro ídolo de la adolescencia, nuestro hermano luego estaba mal , aunque no queríamos admitirlo y cada vez que hablábamos , Luis me preguntaba cómo hacer para terminar pronto con la tortura de operaciones, diálisis, catéteres y medicamentos aunque siempre se lo pateaba para mas adelante diciéndole que todavía no era el momento, que cuando lo fuera. Luis me decía pasé por torturas y dolores , no quiero volver a pasar por lo mismo.

    Me queda la pena de no haber cumplido mi promesa.

     

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