In Memoriam de Conrado Ceretti por Alejandro Horowicz

    Conrado Ceretti fue estudiante de las carreras de Letras y Filosofía en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la UNLP. Militante del PRT-ERP, se desempeñó como docente, ensayista, traductor y periodista y trabajó en los diarios Clarín y La Opinión y en la Revista Panorama. El día 27 de julio de 1976 fue secuestrado junto a su esposa Diana Guerrero. Fue visto por sobrevivientes en los CCD Brigada Guemes, el “205” y el Pozo de Banfield. En el juicio Brigadas Banfield Quilmes Lanús, es caso. Compartimos este texto que Alejandro Horowitcz escribió en marzo de 2021.

    In Memoriam de Conrado Ceretti por Alejandro Horowitcz

    A los 32 años la dictadura burguesa terrorista hizo desaparecer a Conrado Ceretti, un 27 de marzo de 1976. Trabajamos juntos en La Opinión, él en Política Internacional bajo la conducción de Enrique Alonso, yo en Economía cuyo secretario era entonces Eduardo Crawley. Para un jovencito de veintitrés, Conrado era el súmmum de la sofisticación y el conocimiento. Hablaba, leía y escribía en 5 idiomas, traducía admirablemente y su memoria – en una profesión donde antes de google  era casi imprescindible – adquirió ribetes legendarios. Para que ir a la biblioteca a consultar si Ceretti, a cinco escritorios de distancia, te lo contaba de una. Más todavía, la Enciclopedia Británica no establecía las complejas relaciones que Conrado, mientras prendía un parisienne y cerraba los ojos, te hacía saber con la cadencia de lo obvio. Para mí cada una de sus ocurrencias era una gema.

    Llegábamos a la redacción de Reconquista 585 alrededor de las 15 horas. Un mozo con guantes blancos me servía un café en mi escritorio acribillado de papeles, y como estaba ubicado de frente a la puerta batiente del primer piso, todos los que pasaban chocaban conmigo. Era el momento en que Conrado – de británica puntualidad y barba rojiza – se detenía y charlábamos sobre su última lectura.  Le brillaban los ojos mientras paladeaba un fragmento que a toda velocidad traducía en mi homenaje. Amaba la poesía de Gunter Grass y a modo de divertimento me mostró una traducción hecha al galope de una noche de insomnio. Era por cierto magnífica. En su destartalado Citroen 2cv me llevaba a mi otro trabajo, cuando concluíamos la jornada en el diario, o nos íbamos a comer por algún bodegón de la calle Corrientes. Escucharlo trazar una semblanza – tenía predilección por los nacionalistas cultos de los que se burlaba sangrientamente pero conocía hasta la exageración – era una fiesta adicional. Diego Luis Molinari evocado por Ceretti era para irse al piso de la risa. Apenas si sabía por ese entonces de su importancia como historiador, mientras Conrado admiraba tanto su fluida prosa como su abrumadora erudición.

    Ya no nos tomaremos otra ginebra en El Pulpito, ni la sincopada música de su voz retumbara en mi living. Extraño su sarcasmo, su inteligente titeo, la modulación de sus oraciones exactas, y sobre todo esa admirable aptitud de ser tan serio sin parecer jamás un petulante.

    Legajo Microfilmado – FaHCE, UNLP

     

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