La fuerza de las palabras y las presencias, a pesar de la pandemia

    Por Ana Oberlin (*)

    Para quienes hemos transitado otros procesos penales en los que se juzgan las graves violaciones de derechos humanos cometidas en nuestro país durante el terrorismo de Estado, hacer un juicio de forma remota implica un gran desafío. Es difícil pensar que la virtualidad pueda contener algo que, de manera presencial, se basa justamente en el contacto directo con las personas que testimonian y con el impacto que tienen sus palabras ante quienes las presencian.
    A pesar de eso, para el consolidado proceso de justicia argentino era importante continuar a pesar de la pandemia. Nadie tiene dudas de que es mejor volver a las viejas formas que implican reunirnos las partes, lxs jueces, lxs testigxs y el público en la misma sala, pero tampoco hay dudas de que era preciso seguir avanzando.
    Más allá de eso, la audiencia de hoy demostró que parte de todo lo que ocurre estando en vivo y en directo, puede suceder también en la virtualidad.
    Hoy se exhibieron testimonios prestados por Adriana Calvo y Cristina Gioglio en juicios anteriores. Verlas declarando, escuchar la cadencia y la emoción de sus voces -que tanta presencia han tenido y tienen en la lucha por la Verdad, la Justicia y la Memoria en esta ciudad- hizo que, por momentos, lo remoto se esfumara y la contundencia de sus narraciones demostrara que la fuerza que tienen sus relatos trasciende el tiempo y el espacio.
    Las dos describieron los horrores que vivieron y cómo, por ser mujeres, sufrieron violencias diferenciales al momento de ser secuestradas y en los muchos CCDTyE por los que fueron obligadas a pasar, que incluyen, en el caso de Adriana, al Pozo de Banfield y, en el caso de Cristina, al Pozo de Quilmes. Lo ocurrido con ellas y otras 440 personas en esos lugares y en “El Infierno” -el tercer CCDTyE epicentro de los hechos de este juicio- es lo que se juzga en este debate oral.
    Adriana, esta vez desde la pantalla, volvió a describir -al igual que tantas veces hizo en su compromiso inclaudicable por mantener la memoria viva- cómo fue llevada a parir al Pozo de Banfield y cómo su hija Teresa nació antes de llegar, en el auto en que la trasladaban desde otro CCDTyE. Adriana tuvo su parto en ese vehículo en movimiento, estando “tabicada” y con las manos atadas. También relató que la beba, en un momento, se cayó y quedó entre los asientos del vehículo y que ella, desesperada, pedía que la dejaran tener en brazos, algo que le negaron. A ello sumó el recuerdo de su arribo al Pozo de Banfield, su encuentro con Bergés -uno de los acusados en este juicio- quien le cortó el cordón umbilical y cómo subió con su hija recién nacida abrazada las escaleras de cerámicos rojos -tan característicos de ese CCDTyE-. Además, durante todo su testimonio recordó a varixs de sus compañeros y compañeras de cautiverio, muchas de ellas también embarazadas y que dieron a luz en condiciones deplorables. También agradeció a una vecina que, al momento de su secuestro, tomó en brazos a su hijo Santiago para salvarlo del destino al que llevaron a ella y a su compañero.
    Después escuchamos y vimos a Cristina. Cristina, con su voz firme, contó su secuestro. Recordó que estaba en la calle, a pocos metros del lugar dónde vivía, cuando la tomaron violentamente y la introdujeron en su propia casa. También dijo que cuando la ingresaron en su domicilio, se desesperó al darse cuenta de que su hijo de 15 meses no estaba allí. Recordó que ella les preguntaba por el niño a sus captores y no le contestaban, al igual que han relatado muchas otras mujeres secuestradas, como parte del sufrimiento adicional al que fueron sometidas. Luego su pareja y ella fueron llevadxs al Pozo de Quilmes, donde permanecieron dos días y sufrieron toda clase de torturas y vejaciones. Agregó que en ese lugar había muchas personas secuestradas y torturadas e hizo un gran esfuerzo por brindar detalles de quienes la tuvieron privada de su libertad. Recordó que en el tiempo en que estuvieron en el Pozo de Quilmes vivieron “permanentemente en situación de interrogatorio”. Además, vimos y oímos como Cristina se emocionó recordando a sus compañeras. Después de esos días fue trasladada a otros CCDTyE. Recién el 4 de agosto de 1981 recuperó su libertad.
    Escuchar y ver a Adriana y a Cristina, aunque sea de esta forma tan atípica, hizo que sus historias estuvieran presentes en este juicio. Este juicio por el que ambas lucharon empecinadamente y que hoy tuvo como primeros testimonios los que ellas generosamente aportaron tiempo atrás, cuando la pandemia no existía. Pero sí existía la búsqueda incansable de justicia, que hoy demostró que, a pesar de todo, no deja de avanzar.

    (*) Auxiliar fiscal en la Unidad fiscal Lesa Humanidad La Plata.

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