Juicio Brigadas Banfield Quilmes Lanús. Reseña Audiencia 74

    Por Gabriela Calotti, Programa de Apoyo a Juicios

    Audiencia nº 74 del Juicio Brigadas Banfield Quilmes Lanús

     

     

     

    La conexión que existió durante el terrorismo de Estado entre diferentes centros clandestinos de la zona sur del Conurbano, partiendo de la Brigada de San Justo, a la que se sumaban además dos comisarías: una en Laferrere y otra en Haedo, quedó una vez más de manifiesto en una nueva audiencia del juicio oral y público por los delitos de lesa humanidad perpetrados en las Brigadas de la Bonaerense de Banfield, Quilmes y “El Infierno” de Lanús con asiento en Avellaneda.

    Graciela Gribo fue detenida el 21 de diciembre de 1977. Tenía 20 años. Estaba estudiando el profesorado para maestra de primaria y daba clases particulares. Esa noche se había quedado a dormir en la casa de unos amigos de su suegra en el barrio porteño de Palermo. “Estuve desaparecida seis meses en total”, afirmó el martes al Tribunal Oral Federal Nº1 de La Plata.

    Todo comenzó a la madrugada. “Tocaron a la puerta y entraron personal de civil. En su momento se presentaron como del Ejército argentino. Me llevaron a mi sola.

    Después me entero que antes habian ido a mi casa en CABA y se llevaron a mis padres Harallampo Gribo de 70 años y Catalina de 60, y a mi hermano Jorge de 15 años y los tuvieron detenidos hasta que me encontraron a mí”,  contó en el marco de la audiencia número 74.

    Sabría después que a sus padres y a su hermano los golpearon, los amenazaron y a su mamá la torturaron “para que digan dónde estaba yo”. Las torturas para ella llegarían en la Brigada de San Justo, el primer centro clandestino al que fue trasladada.

    Allí se encontró con Claudia Kohn, una amiga de la secundaria. Allí también estaban Roxana Kohn, Adriana y un amigo “de mi hermana que se llamaba Saúl Sajkelbaum” de quien no volvieron a saber luego de su traslado al Pozo de Banfield, al que fueron llevados a fines de febrero.

    Supo que era la Brigada de la Bonaerense de Banfield tiempo después. Compartió celda con Claudia. Estuvieron allí hasta el 11 de mayo, cuando las llevan a la ‘subcomisaría de Haedo’ donde –dijo- empezó el proceso de legalización, refiriéndose al hecho de que les permitieron comunicarse con sus familiares. De allí a fines de mayo fueron a la comisaría de Laferrere y tras un paso breve por el Regimiento I de Palermo, terminaron en la cárcel de Villa Devoto.

    Recobró la libertad, aunque vigilada durante siete meses, hacia fines de 1981.

    Un circuito represivo bien afinado

    El testimonio de Norberto Liwsky, sobreviviente, médico pediatra, docente y presidente del Comité para la Defensa de la Salud, la Etica y los Derecos Humanos (CODESEH), un organismo fundado en 1982 dedicado al apoyo y acompañamiento de víctimas de la dictadura, también brindó precisiones en el mismo sentido.

    Liwsky fue secuestrado en el domicilio de su familia el 5 de abril de 1978. “De allí un grupo civil armado me redujo, me dispararon dos tiros sin que hubiera ninguna situación que lo pudiera justificar. No había más que gritos de mi parte a los vecinos indicando que era objeto de secuestro”. Fue llevado a la Brigada de San Justo donde estuvo secuestrado hasta el 1 de julio de 1978. “Durante el periodo que menciono fui sometido a múltiples torturas y con una frecuencia casi cotidiana”. De San Justo fue llevado a la subcomisaría de Laferrere hasta el 22 de agosto y de allí a la cárcel de Villa Devoto.

    El martes, al declarar nuevamente en un juicio por delitos de lesa humanidad, Liwsky, que fuera vicepresidente del Comité de Derechos del Niño de Naciones Unidas, afirmó que las personas con las que compartió cautiverio en San Justo “habían pasado por el Pozo de Banfield”, antes de asegurar “lo supe por ellos mismos”.

    Esas personas fueron “Rafael Chamorro con quien compartimos la celda, González no sé si Rodolfo que era chileno y que él mencionaba ser el sobrino del cardenal Enriquez de Chile, presidente de Solidaridad. Con él estuvimos hasta el momento del traslado. En la celda de al lado, en Laferrere, había varias mujeres”, dijo y precisó que dos de ellas “de apellido Kohn y Gribo habían también estado en el Pozo de Banfield”.

    “Chamorro y González dijeron que en Banfield habian tenido conocimiento de mujeres en cautiverio embarazadas y en otros casos dando a luz en cautiverio y en otros casos reclamando por sus hijos de las cuales habian sido separadas”, como fue el caso de Mónica Grinspon y su marido Claudio Logares y su pequeña, Paula.

    “Pudimos asociar en aquel momento que el matrimonio que había estado junto con nosotros entre el 20 y 23 de mayo en San Justo era el mismo matrimonio que Chamorro y González señalaban en el Pozo de Banfield que reclamaba por su hija. Luego supimos que era Paula Logares”, puntualizó Liwsky.

    “Ahí entendi la íntima conexión que se daba como circuito entre las Brigadas mencionadas y las Comisarias, la de Laferrere y la comisaria de Haedo (…) Estas comisarias eran satélites dentro de un sistema único, es decir no eran situaciones institucionales fragmentadas sino que visiblemente estaban conectadas y actuaban bajo un mando de la Brigada de San Justo”.

    Liwsky fue perito de parte en el trámite judicial que desembocó en la restitución de identidad de Paula Logares, quien declaró en este juicio la semana anterior.

    Tras agradecer el “digno trato” que el Tribunal brinda a los testigos en el presente juicio, Liwsky reclamó por el incumplimiento de la sentencia judicial que ordenó la desafectación de la Brigada de la Policía Bonaerense de San Justo y pidió que se amplíen las investigaciones a la comisaría de Laferrere “como extensión de la Brigada de Investigaciones de San Justo”.

    Finalmente, subrayó el valor de los juicios por su carácter “reparatorio para el sujeto colectivo de quienes somos parte de la historia que se está juzgando”.

    “En cada audiencia se establece un punto de esfuerzo para el Nunca Mas efectivo”, concluyó.

    Osvaldo Luis Abollo

    Osvaldo Luis Abollo trabajaba en el negocio de neumáticos Cincotta y militaba en Montoneros. Tenía 24 años cuando el 7 de diciembre de 1976 fue secuestrado de su casa en Burzaco donde vivía con sus padres, Ernesto, Lidia y su hermano menor Daniel.

    “Voltearon la puerta con un escopetazo y disparos de pistola. Eran unos 12 hombres vestidos de civil. Se dedicaron a robar todo lo que pudieron”, relató al Tribunal.

    Lo sacaron con los ojos vendados “con un repasador y me metieron en un vehículo”. Lo llevaron al centro clandestino conocido como Puente 12. “Estuve alojado 14 días y me torturaron con picana, asfixia, golpes y simulacro de fusilamiento”. Ahí habló “con César Massa, el colorado, quien permanece desaparecido.

    De Puente 12 lo llevaron al Pozo de Quilmes, donde estuvo hasta el 14 de abril de 1977. De ahí fue trasladado a la Unidad 9 de La Plata. Recuperó su libertad el 23 de noviembre de 1982.

    Natalia Martínez Severo pide justicia por sus padres y sus tíos

    Verónica Natalia Martínez Severo nació el 15 de marzo de 1978 en Adrogué. Pero sus padres eran uruguayos y están desaparecidos desde el 20 de abril de ese año.

    Su padre, Jorge Martínez Nogués y su madre Marta Beatriz Severo Barretto se habían casado en Montevideo. Fueron secuestrados en su casa de Claypole, donde vivían con la bebita de 35 días de vida, con el hermano menor de su madre, Carlos Valdomiro Severo Barretto que tenía 16 años y con una tía política por parte de su padre, Rosa Alvarez que el 12 de mayo sería liberada y relatara lo que había ocurrido. Su papá tenía 22 años y su mamá 20.  Supo que su papá militaba en el Movimiento de Liberación Nacional (MNL).

    Días después su tío Héctor Arí Severo Barretto y su esposa, Beatriz, de 24 y 26 años de edad respectivamente, eran secuestrados en su casa en Boulogne.

    “Esta tía relata que ese día a eso de las 2 de la mañana se escucharon fuertes golpes, entraron, había hombres por todos lados. Atan a mi tio y a mi padre, dijo al Tribunal. Tras el allanamiento y secuestro de sus padres, a ella la dejaron con una vecina llamada Paulina, de origen chileno.  Su abuela Blanca Zulema Barretto, logró  recuperarla con el apoyo de una jueza de Menores de Lomas de Zamora.

    “Yo estuve en cautiverio tres meses hasta que mi abuela materna me recuperó”, precisó Natalia que recordó a su abuela que la crió y que falleció hace 13 años.

    “Nunca me ocultó nada”, aseguró pero admitió que “siempre me generaron miedo, pero es entendible porque mi abuela perdió tres hijos. Y me sobreprotegió”, contó sin poder ocultar su tristeza por el hecho de que con su familia paterna, en cambio, no fue posible establecer un vínculo sin enojos, sin reproches. “La destruccoón de la familia fue desde el momento cero”, se lamentó.

    “Toda la familia estuvo en el Pozo de Quilmes. Hay testimonios de sobrevivientes que dan cuenta de ello. Ahí también habia otros uruguayos”, afirmó Natalia, quien antes de concluir su testimonio mostró fotos en blanco y negro de sus padres y sus tios y pidió “que se haga justicia”.

    Un testimonio por primera vez

    El relato de Néstor Zurita también confirmó el funcionamiento de los centros clandestinos en el marco de un circuito represivo y agregó algunas particularidades.

    Zurita, secuestrado el 22 de febrero de 1978 en una casa en el barrio porteño de Flores, fue llevado en primer lugar al centro clandestino Banco. En agosto de esa año “nos trasladan al Olimpo y en enero del 79 fuimos al Pozo de Quilmes”, dijo al TOF Nº1. Al mes siguiente los llevaron a la ESMA,

    Por entonces tenía 29 años de edad y pertenecía al Partido Comunista Marxista Leninista argentino (PCML).

    La particularidad fue que durante su detención en esos CCD, Zurita y otros detenidos cumplían tareas al servicio de los represores. “Pertenecíamos a un sector que era un consejo, que éramos 10 miembros y hacíamos distintas tareas en los centros clandestinos, dábamos de comer, algunos hacían electricidad, arreglos de autos, haciamos servicios”, precisó.

    Entre los integrantes de ese grupo mencionó a Lucía León, Andrés Miralde, (Tito) Ramírez, Aposta, (Horacio) Cid de la Paz, Laurenzana, González, (Mario) Villani,  y el caballo loco Vázquez y ‘el ratón’ Laurenzano”, enumeró.

    Dijo que en Quilmes vieron “a (Ramón) Camps y a (Miguel Osvaldo) Etchecolatz” y también a (Federico) Minicucci, los dos últimos imputados en este juicio.

    El testimonio de Zurita despertó inquietudes esta vez en dos de los abogados defensores. Uno de ellos, Gastón Barreiro, insistió en obtener precisiones acerca de si Zurita tenía “salidas o comunicación desde el centro de detención”.

    “Comunicación teléfonica sí, pero salida no, excepto cuando nos escapamos”, respondió el testigo quien más tarde y ante una nueva pregunta del letrado defensor dijo: “si, si, tuvimos una salida anterior y visitamos la quinta” junto con tres policías, admitió.

    Al concluir su declaración, Zurita pidió “perdón por no haberlo hecho antes”, refiriéndose a que ésta fue su primera declaración testimonial ante la justicia.

    Por Gabriela Calotti

    Las audiencias pueden seguirse por los canales de La Retaguardia y La CPM.

    Más información en el Blog de Apoyo a Juicios UNLP