Juicio Brigadas Banfield Quilmes Lanús. Reseña Audiencia 77

     

     

    La represión organizada: entre Tandil, Olavarría y La Plata

     

     

    La familia Gutiérrez fue blanco del terrorismo de Estado en diferentes puntos de la provincia. Lidia, Isabel y su marido Juan Carlos fueron secuestrados en Olavarría. Francisco, el padre, en Tandil. Unos fueron al centro clandestino Monte Peloni y otros a la Brigada de Investigaciones de La Plata. La bebita de Isabel, que tenía una semana, fue dejada en el hospital de Cacharí. Recuperó su identidad en 2012.

    “Mi hermana era una campanita, era una persona re contra alegre. Tenía 19 años cuando se la llevaron. Era muy chiquita y linda persona y con su marido se querían un montón”. Con esas palabras Lidia Araceli Gutiérrez describió el martes a su hermana Amelia Isabel, a la que llamaban “Pichuca”, secuestrada el 16 de septiembre de 1977 en Olavarría junto a su marido, Juan Carlos Ledesma, alias “Chile”, de 21 años de edad. Ambos permanecen desaparecidos.

    Durante su declaración ante el Tribunal Oral Federal Nº1 de La Plata, Lidia, que en la actualidad tiene 68 años, contó su militancia en la Juventud Peronista a la que unió con “Pichuca” y relató la persecusión contra su familia, en la ciudad de las diagonales y también en Olavarría.

    Su familia estaba formada entonces por sus padres y sus cuatro hermanos menores que ella, Marta, Isabel, Claudia y Diego. Para 1975 ella y su hermana Isabel vivían en el barrio platense de La Cumbre. “Ya teníamos problemas con el Comando de Organización (ndlr: facción dirigida por Alberto Brito Lima que rechazaba el diálogo con el marxismo) y algo con la CNU” (ndlr: Concentración Nacional Universitaria, brazo universitario de la Triple A), explicó Lidia.

    “Ya habían empezado a matar compañeros y a reprimir. Ya había compañeros secuestrados”, aseguró ante el Tribunal en el marco de la Audiencia número 77 del juicio por los delitos de lesa humanidad perpetrados en las Brigadas de la Policía Bonaerense de Banfield, Quilmes y Lanús.

    Ante ese panorama, decidió irse a Olavarría. Su hermana Isabel y “Chile”, que pertenecían a la organización Montoneros, se quedaron en La Plata. Pero no duró mucho tiempo. En noviembre de 1976 policías y militares perpetraron un ataque armado contra la vivienda que era de su cuñado, ubicada en el barrio de San Carlos, en 139 y 526.

    Su hermana y su cuñado se salvaron porque los vecinos les advirtieron sobre lo que estaba ocurriendo. Por esos días en esa casa estaban parando unos compañeros que habían venido de Bahía Blanca con sus tres hijos. También estaba el matrimonio Santucho, “que son asesinados”. “Y las fuerzas conjuntas secuestran a su hija Mónica, de 14 años, es llevada a la Comisaría 5ª y al Pozo de Arana, donde fue torturada por (el entonces jefe de la Dirección de Investigaciones de la Bonaerense, Miguel Osvaldo) Etchecolatz”, imputado en este juicio y fallecido el 2 de julio pasado. Tras el ataque a la vivienda, su hermana y su cuñado se fueron a Mar del Plata y meses después recalaron en Olavarría, donde siguieron militando.

    El 13 de septiembre en Tandil es secuestrado su padre, Francisco, pese a que era subcomisario de la Policía. Le preguntan insistentemente por su hija Isabel.

    Tres días después, secuestran a su hermana y a su marido en Olavarría. Los llevan a la Brigada de Cuatrerismo de Las Flores. El nene de tres meses queda al cuidado de unos vecinos. A la bebita la dejan en el hospital de Cacharí.

    A su vez, Lidia y su marido son secuestrados. “En Las Flores dividen dos grupos:  los de Olavarría van a Monte Peloni en las afueras, y a mi hermana, mi cuñado, mi padre, Francisco Gutiérez, a Argentino Villeres y a su esposa Graciela Polini son trasladados a la Brigada de Investigaciones de La Plata. También recordó a otro muchacho secuestrado, Oscar Fernández, al que le decían “Bombita”.

    Lidia estuvo secuestrada en el centro clandestino conocido como Monte Peloni, sobre la ruta 76, hasta el 2 de diciembre. De allí fue a la cárcel de Azul y luego a la de Villa Devoto.

    Por el testimonio de una sobreviviente del genocidio, Liliana Zambano, Lidia Gutiérrez supo que su hermana estuvo en la Brigada de Arana y en la Brigada de Investigaciones de Banfield. “Ella la vio en el Pozo de Banfield”, afirmó el martes.

    Su padre permaneció ocho meses secuestrado. Supo que a Isabel la sacaron el 26 de diciembre de la Brigada de Investigaciones.

    Lidia aseguró que durante el juicio Monte Peloni el capitán Walter Groser, condenado a perpetua, declaró que fue a retirar el cuerpo de Oscar Fernández al Pozo de Banfield. La querella de Justicia Ya pidió al Tribunal que se incorpore al presente juicio la declaración del ese condenado.

    Sus padres lograron recuperar a la nena, Natalia, en adopción. Entre tanto, su padre, siguió haciendo gestiones para dar con el paradero de Isabel. Y entre esas gestiones, destaca una reunión que mantuvo con el General Ramón Camps. Según Lidia fue éste quien le dijo a su padre que “no buscara más (…) que se conformara con que le había quedado una hija

    Con la esperanza de encontrar los restos de Isabel y de Juan Carlos, dieron muestras de sangre al Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), pero sin novedades hasta ahora.

    Lidia recuperó la libertad en 1979.

    El martes reclamó “justicia por los compañeros”. “Hemos dejado mucho en esto. Yo tengo 68 años y seguimos esperando que se los juzgue”, dijo en alusión a los represores, que, a diferencia de su hermana, “llegaron a ser viejitos con sus familias e hijos. Ellos vivieron la vida. Qué vayan presos!”, reclamó.

    Natalia, la hijita que los represores dejaron en un hospital de Cacharí

    Natalia tenía 8 días de vida cuando fue secuestrada junto con su mamá Isabel y su papá Juan Carlos. “Mi familia… se llevaron a casi toda mi familia. Quedamos todos los nietos con mi abuela materna. Se llevaron a mi abuelo, a mi tía, a mi tío, a mi mamá, a mi papá y a mi incluida”, afirmó ante el Tribunal.

    “Yo nací el 8 de septiembre del 77 en Olavarría. Tenía 8 días cuando se llevaron a mi mamá y a mi papá. Los unicos que no recuperaron su vida fueron mi papá y mi mamá”, agregó con tristeza.

    Recién en 2012 “pude recuperar mi identidad que es la que mis papás querían que tuviera como Natalia Anastasia Ledesma”, porque estuvo ocho meses en el hospital de Cacharí con otra identidad.

    Finalmente, declaró en el juicio Mery Quisdert, de origen boliviano, por entonces secretaria de la empresa de servicios de emergencias domiciliarias que Alfredo D’Alessio había abierto con dos socios. D’Alessio declaró en la audiencia anterior y reclamó sobre todo por su hermano al que apodaban “El Bebe” D’Alessio, que permanece desaparecido.

    Mery fue secuestrada una tarde de febrero de 1977. Según su relato cree que el primer lugar de su cautiverio fue el centro clandestino Olimpo.  “Ahí estuve dos noches y después nos trasladaron a otro lugar. Que no sé dónde era.

    Me dejaron sentada en un espacio que sentía como bombas de agua.

    Yo no soy nada, no sé nada. Gritaba yo”.

    Y de allí fue trasladada a lo que sería el Pozo de Quilmes. “Había muchísima gente en cada celda. Había mucho olor a pis. Y gritaban a la noche”, aseguró. Fue allí donde “escuché la voz del hermano del dueño, de D’Alessio. Y es la ú

    nica vez que lo escuché y después nunca más”.

    Al cabo de una semana la subieron a un auto junto con el primo de D’Alessio y los dejaron en un descampado.

    Mery Quisdert afirmó el martes que declaró en el juicio “porque me lo pidió Alfredo D’Alessio porque su hermano no regresó nunca”.

    Ella volvió a trabajar pero todos estos años evitó hablar del asunto. “Lo único que hacía era llorar. Trato de olvidar”, dijo ya angustiada.

     

    Por Gabriela Calotti

    Las audiencias pueden seguirse por los canales de La Retaguardia y La CPM.

    Más información en el Blog de Apoyo a Juicios UNLP