Juicio Brigadas Banfield Quilmes Lanús. Reseña Audiencia 81

     

     

    “Entraste en la sombra, hijo”

     

     

    Con esas palabras, Raquel Margot de la Rosa, que estuvo secuestrada varios días en “El Infierno” de Lanús junto a su marido, Oscar Dedionigi, se refirió a su hijo más chico, Cristóbal, secuestrado el 4 de marzo de 1977 y desde entonces desaparecido.

    Verónica Morales, sobrina nieta de Raquel brindó testimonio ante el TOF Nº1.

    “Tratamos de olvidar lo cruento de lo ocurrido. ¿Es que se puede olvidar? Nuestro hijo el menor pasó a integrar la enorme lista de los desaparecidos. Nada se supo de él. Nadie nos supo dar razón. Entraste en la sombra, hijo. Y me duele el permanente interrogante de tu destino. Es como si una gruesa y pesada barrera cortara todos los caminos para tu regreso. Al 6 de febrero de 1980, sin noticias”. En su “Relato de una ignominia”, que escribió años después de su secuestro, Margot de la Rosa dejaba por escrito el testimonio de su secuestro y el de su marido.

    El martes, en el marco de la audiencia número 81 de este juicio por los delitos de lesa humanidad perpetrados en las Brigadas de Investigaciones de la Policía Bonaerense de Banfield, Quilmes y Lanús, con asiento en Avellaneda, y al declarar como testigo ante el Tribunal Oral Federal Nº 1 de La Plata, Verónica Morales, su sobrina nieta, contó la reconstrucción que hizo de aquellos tristes episodios y leyó unos párrafos del relato de su tía abuela.

    Raquel Margot de la Rosa y Oscar Dedionigi eran tíos de su mamá, María Delia Torino. Por entonces ella y su familia vivía en Lanús este. Hacia fines de febrero de 1977 cuando ella y su familia volvieron de unos dias de vacaciones en Mar del Plata. Ahí se enteran de que su tía abuela y su marido habían sido secuestrados el 22 de febrero. También se enteraron de que la casa de Cristóbal, a quien le decían “Cacho” en Rafael Calzada, había sido allanada.

    Supo que días después a Margot y a Oscar los liberaron en Glew en “muy malas condiciones”. Y subrayó que para entonces tenía entre 60 y 65 años de edad. “Si sabemos que en esos 10 días de secuestro Margot y Oscar estuvieron en ‘El Infierno’ y fueron trasladados al Vesubio’”, precisó la mujer. Esa información la obtuvieron por relatos de sobrevivientes.

    De su primo segundo supieron que “el 4 de marzo tenemos registro de que fue secuestrado Cristobal. No tenemos mucho seguimiento de dónde fue a parar”, afirmó ante el Tribunal en esta audiencia virtual. Cristóbal tenía 23 años.

    Aunque aclaró que “no fui víctima directa (…) quiero dejar registro de todo el daño que han hecho, de todo el daño que han hecho a la sociedad (…) Creo que hoy por hoy en el Estado en que estamos viviendo en la Argentina es necesario recalcar que sólo buscamos justicia, memoria y verdad absoluta”, afirmó la mujer sobreponiéndose a la voz quebrada por la angustia.

    Por el hijo mayor de su tía Margot, Oscar, supo que la mujer de Cristóbal, Carmen, y su hija viven en el sur del país.

    Verónica Morales solicitó al Tribunal que incorpore el relato de su tía abuela a la presente causa para conocimiento de las partes.

    Persecusión en Peugeot

    Luis Alberto Ortiz tenía 32 años, era rectificador de motores en Peugeot, donde en 1977 formó parte de una lista de 21 obreros despedidos porque “decían que éramos Montoneros”. “Me aplicaron la ley 21.400 que combatía al terrorismo fabril”, sostuvo ante el Tribunal el sobreviviente que relató su secuestro, las sesiones de tortura y mencionó las serias consecuencias que ello tuvo en su salud.

    “El 9 de noviembre del 78 a la una o dos de la mañana estaba en mi casa. Interrumpen las fuerzas conjuntas, policía y ejército, en mi casa. Rompen la puerta. Van al dormitorio, me levantan, me esposan y me ponen una capucha. A mi mujer le apuntan con una ametralladora y ella tenía a mi hija en brazos que era chiquita”, empezó relatando al Tribunal.

    “Me metieron en un auto y empezó el martirio. Después me enteré que estaba en la DDI de Lanús, que estaba en Avellaneda en 12 de Octubre y Ameghino”, afirmó.

    Tras un “simulacro de fusilamiento” habló de las sesiones de tortura y los desmayos que le provocaba”.

    En ese entonces vivía en Monte Chingolo con su mujer Marta Adelaida Alves, su hija, Marta Cecilia Ortiz que tenía casi un año, y su hijito, que ya padecía una enfermedad llamada cráneoestenosis.

    “Yo no tenía tiempo para hacerme el guerrillero. Yo tenía que trabajar porque tenia a mi chiquito enfermo”, sostuvo el martes durante su declaración.

    Permaneció en cautiverio cuatro o cinco días.  A partir de allí comenzó la otra pesadilla que significaba conseguir un trabajo y como si fuera poco “con el paso del tiempo, mi salud se fue deteriorando y los médicos consideraron que podían ser consecuencias de todo eso: problemas cardíacos y tuve dos ACV”, contó.

    El testimonio de Ortiz llegó a su fin casi abruptamente, luego de que una de las querellas le preguntara por los compañeros que tuvieron que irse al exilio de aquella lista de 21 trabajadores despedidos de Peugeot.

    “¡Tuve que vender hielo, pescado, cualquier cosa para sobrevivir!, le respondió Ortiz. “Yo tenia dos hermosas profesiones que no pude ejercer. Yo no tenía posibilidad de irme”, lamentó con la voz entrecortada por el llanto.

    Por Gabriela Calotti

    Las audiencias pueden seguirse por los canales de La Retaguardia y La CPM.

    Más información en el Blog de Apoyo a Juicios UNLP