Reseña Audiencia 12 – 12 de enero de 2021

     

     

    En la décimo segunda audiencia del debate oral con modalidad virtual del Juicio Brigadas Banfield, Quilmes y Lanús, prestaron declaración testimonial las primeras víctimas del proceso: Laura Franchi Sorsi y sus hijas Maria Laura y Silvina Stirnemann.

    En una jornada  -la primera con testimoniantes víctimas- marcada por problemas técnicos iniciales originados en dificultades de la conexión desde el Consulado Argentino en París, lugar hasta donde se trasladaron las tres declarantes a pesar de las restricciones a la movilidad dispuestas por el gobierno francés en razón de la pandemia y el frío invernal, la primera en prestar declaración fue Laura Franchi Sorsi.

    Laura Inició su testimonio señalando que era oriunda de la ciudad de Olavarría y que se encontraba casada con Mario Stirnemann, quien provenía de una familia de profusa actividad política en la ciudad. Mario era delegado en Loma Negra y militante del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT). Relató que a raíz de diversas situaciones vinculadas a la actividad de su marido debieron abandonar la ciudad y radicarse en Quilmes en torno al año 1974. En esa ciudad fue secuestrada  junto a su hija María Laura, su cuñado Juan José Stirnemann, Mercedes Le bosec y el hijo de ésta, de nombre Homero el 23 de noviembre de 1974 cuando regresaban a su hogar luego de un día de paseo. Por entonces Laura Franchi cursaba un embarazo de tres meses, al término del cual nació su hija Silvina mientras se encontraba detenida en el penal de Olmos.

    La testimoniante señaló que fueron interceptados por personal policial bonaerense que se desplazaba en una camioneta y que les manifestaron que buscaban a Mario Stirnemann. Tras identificarlos, los subieron al vehículo y los llevaron a lo que identificó como la Comisaría de Quilmes.

    Allí perdió contacto con Mercedes Le Bozec aunque posteriormente supo que permaneció en el mismo lugar y fue liberada junto a su hijo. Respecto a su cuñado, señaló que fue reiteradamente torturado con el objeto de conocer el paradero de Mario Stirnemann y que pudo tanto escuchar los interrogatorios como observar su traslado hacia la sala de torturas.  Por su parte, ella fue recluida junto a su hija en lo que identificó como la cocina de la dependencia policial, señalando que en razón de ello entraban al lugar los efectivos policiales para descansar entre interrogatorios y que podía verlos tomar cerveza con sus ropas ensangrentadas. Respecto al funcionamiento del lugar, agregó que allí los interrogatorios eran conducidos por efectivos de la Policía Federal, en tanto que los bonaerenses se limitaban al tratamiento de los detenidos. Además señaló que en el patio de la Comisaría pudo ver objetos que se encontraban en la casa familiar, por lo que dedujo que la misma había sido allanada y sus pertenencias robadas.

    Aunque no pudo precisar el lapso de tiempo que su hija permaneció en la comisaría, indicó que fueron uno o dos días, tras los cuales fue entregada a la abuela materna, quien se la llevó a la ciudad de Olavarría. En ese transcurso de tiempo su hija presenció o percibió situaciones que causaron un fuerte impacto emocional y le produjeron afecciones psicológicas posteriores. También indicó que ella misma fue interrogada en la comisaría de Quilmes respecto al paradero de su esposo y que en esas circunstancias fue auscultada por un médico que indicaba lo que sus interrogadores debían hacer en función de su estado de salud. “Todo estaba muy preparado y muy organizado. Las personas que torturaban eran personas preparadas para torturar”. 

    Una vez que María Laura fue retirada de la comisaría, la llevaron a una celda pequeña en la que permaneció sola. Los interrogatorios se intensificaron, a José lo dejó de ver.  Indicó que en una celda cercana había presos comunes y que una noche pudo escuchar que dos chicos que estaban en la misma fueron abusados sexualmente sin poder precisar los autores. También mencionó que la persona que abría y cerraba su celda ante una situación de muchos gritos y desorden en el lugar, le contó que “una persona había tenido un paro cardíaco debido a  la tortura” Y también le dijo “a nosotros nos quieren hacer torturar a todos” y que él no estaba de acuerdo. Remarcó que esos momentos pueden considerarse la preparación del horror que vendría después. Si bien no le dijo el nombre de la persona que había fallecido, tiempo después supo que se trataba del marido de Nelfa Suárez, porque tuvo la oportunidad de estar con ella presa  en Olmos, quien le relató que su marido había muerto de un paro cardíaco en la Comisaría de Quilmes. 

    Desde la Comisaría de Quilmes luego de una semana fue trasladada en una camioneta a la Brigada de Banfield junto a su cuñado. Ante preguntas de las partes, indicó que lo vio muy afectado física y psicológicamente, recordó que fue llevado desde Banfield a la Unidad 9 de La Plata, luego al penal de Azul y fue liberado mientras ella se encontraba en Francia. Indicó que aunque lo vio pocas veces desde entonces, puede señalar que no pudo restablecerse de su experiencia como detenido desaparecido y que falleció a temprana edad.

    Laura Franchi indicó que al llegar a Banfield la pusieron contra una pared y le hicieron un simulacro de fusilamiento y que inmediatamente después la llevaron a una celda de un primer piso. Recordó que en ese lugar percibió la presencia de otros detenidos, aunque solo señaló haber hablado con uno de ellos: una persona que le dijo era policía de la  Brigada y que estaba detenido porque estaba en contra de las prácticas que allí realizaban. Indicó que esa persona le ofreció escapar indicándole que conocía el lugar, conversación a raíz de la cual consideró que esa persona se encontraba allí para conseguir información de los detenidos. Además estimó en aproximadamente diez días el tiempo que permaneció detenida en la Brigada de Banfield, indicando que allí fue interrogada en los sótanos de la dependencia policial.

    Transcurrido ese lapso temporal fue legalizada, recibiendo inicialmente la visita de un abogado, quien le dijo era enviado por su familia pero le causó  desconfianza, y luego por su propia familia. Por intermedio de sus parientes supo que su hija estaba muy afectada psicológicamente. Al cambiar su condición fue conducida a otro pabellón dentro de la misma Brigada y recordó que al estar embarazada la dejaron caminar por el pasillo y pudo hablar con los distintos detenidos. Allí habló con Alejandro Barry, quien le informó que había sido detenido junto a su pareja, que permaneció aproximadamente un mes y luego la llevaron a la cárcel de Olmos.

    Desde Banfield, fue llevada al penal de Olmos. Aunque ese tramo de su detención no forma parte de los hechos investigados en este juicio, el relato de la víctima respecto a ese período resulta sumamente necesario para pensar las múltiples formas de afectación de la subjetividad a la que eran detenidas las personas ilegalmente detenidas incluso durante el período democrático previo al golpe de estado de 1976.

    Laura Franchi señaló que estando presa en Olmos fue violentamente auscultada por quien era responsable del dispensario médico del penal y que a raíz de ello comenzó con pérdidas, debiendo ser hospitalizada. Fue inicialmente llevada al hospital del psiquiátrico de Melchor Romero, donde fue recluida en una sala abandonada de la maternidad cuyo estado de abandono y la presencia de roedores era tal que la celadora se negaba a permanecer custodiándola. Allí fue vista por un médico que logró comunicarse con su familia para avisarles de su condición. A partir de las gestiones realizadas fue trasladada al hoy Hospital San Martín de la ciudad de La Plata, conocido entonces como el Policlínico. Allí permaneció internada unos pocos días en la maternidad, en todo momento encadenada a la cama y custodiada por personal uniformado. Luego fue llevada por la fuerza de regreso al penal, para ser reintegrada al hospital cuando comenzó con el trabajo de parto. Recordó que debió parir esposada a la camilla.

    Señaló que el médico de la maternidad intentó dejarla internada allí señalando que su hija Silvina tenía luxación de caderas y requería atención médica. Sin embargo fue devuelta a la unidad de Olmos. Pocos días después fue intervenida quirúrgicamente intramuros debido a una infección ocasionada por un resto de placenta que no se había desprendido. También recordó que en esa unidad sufrió un cuadro de cistitis a raíz del cual luego supo que perdió el funcionamiento de un riñón.

    Luego del nacimiento de su hija fue alojada en el pabellón de madres del penal de Olmos, donde, recordó, amamantó no solo a su hija sino también a Alejandrina Barry, quien por el estado de salud de su madre no podía hacerlo.

    Laura Franchi señaló que estando en Olmos se produjo el golpe militar del 24 de marzo de 1976 y que ello significó un cambio en el tratamiento de las internas. Allí se enteró de la desaparición de Mario Stirnemann a través de una nota periodística que indicaba la muerte de una persona en un enfrentamiento armado que fue identificada con el nombre falso que por entonces usaba su pareja. Indicó que en 1994, gracias a la búsqueda de su hija Laura y el trabajo del EAAF fue identificado su cuerpo, a partir de lo cual pudieron reconstruir su trayectoria como detenido desaparecido, señalando que luego de su detención permaneció secuestrado en el centro clandestino conocido como Puente 12 o Brigada Güemes.

    Desde el penal de Olmos fue llevada a la cárcel de Devoto, donde permaneció en un régimen de máxima seguridad. Señaló que comenzó a recibir visitas, recordando que podía comunicarse con sus hijas a través de un vidrio y mediante el uso de un intercomunicador y que sus hijas le preguntaban si tenía cuerpo debido a que solo le veían la cara.  Estando en esa unidad le dieron la opción de salir del país en el año 1981. Sin embargo le impusieron como condiciones no viajar a Italia, país del que tenía ciudadanía y que cuya embajada había intervenido para pedir su liberación, y –para poder llevarse a sus hijas – firmar el acta de defunción de su pareja. Debido a que se negó a esto último viajó sola a Francia, país desde el cual gestionó con ayuda de organizaciones de exiliados y solidaridad, el reencuentro con sus hijas. Ello ocurrió un año después, durante el año 1982 y antes del inicio de la guerra de Malvinas, señalando que el período de reconfiguración del lazo familiar con sus hijas fue traumático para las tres.

    A continuación declaró María Laura Stirnemann, quien como señaló previamente su madre, fue secuestrada en noviembre de 1974 junto a su madre cuando tenía aproximadamente cuatro años de edad.   María Laura inició su relato señalando que fue secuestrada junto a su madre al regresar a su domicilio luego de un picnic que habían realizado en la zona del Delta junto a otras personas, entre las que recordó a su tío. Señaló que al llegar a las inmediaciones de la casa vieron una camioneta de la policía y que su padre les dijo que era conveniente separarse, momento a partir de lo cual no lo vieron más. Por su parte, tanto ella como su madre, su tío, Mercedes Le Bozec  y el hijo de ésta fueron subidos a una camioneta de la policía y llevados a un lugar que describió como la Comisaría de Quilmes. Indicó que a partir de ese momento sus recuerdos se vuelven nebulosos y que a causa del impacto psicológico que le causó su secuestro y lo vivido dentro de la dependencia policial, sufrió la pérdida de su memoria.

    A lo largo de su testimonio dio cuenta de diversas situaciones que permiten advertir el grado de afectación que sufrió a partir de esa experiencia traumática y, al mismo tiempo, reflexionar sobre el rol y la complicidad de ciertas instituciones con la represión. Así, por ejemplo, recordó que fue retirada por su abuela de la Comisaría y la acompañó a vivir a la ciudad de Olavarría, donde fue tratada por un psiquiatra que resolvió tratar su fobia a los uniformes llevándola a aprender equitación a un Regimiento, y que un sacerdote justificó su mala conducta atribuyéndola a que tenía el demonio en el cuerpo porque no había sido bautizada. También recordó que al momento de tomar la comunión envió una carta al dictador Videla para pedirle autorización para que su madre asista a la fiesta correspondiente, pero que recibió una contestación indicándole que ello no era posible y tuvo que ir al penal Devoto vestida de comunión para ver a su madre. Y que respecto a su padre le dijeron que se había ido a vivir a Brasil con una señora de apellido Barry, pero que con el tiempo fue conociendo que el padre fue asesinado.

    María Laura recordó dos momentos significativos. Uno la llegada a la casa de su abuela de su hermana Silvina, nacida mientras su madre estaba detenida en el penal de Olmos. El otro cuando debió, junto a su hermana, irse a vivir a París para reencontrarse con su madre, situación que definió como traumática.

    A lo largo de su testimonio, María Laura fue dando precisiones sobre algunos hechos vividos dentro de la dependencia policial de Quilmes que pudo recordar una vez adulta a partir de distintas situaciones que le permitieron “anudar” su memoria fragmentaria. Así, por ejemplo, señaló que a partir de una vivencia traumática  recordó que en esa dependencia policial fue sometida a un simulacro de fusilamiento con la intención que su tío brindar información sobre su padre y que al transitar su experiencia de maternidad, pudo recordar el llanto de los detenidos que eran interrogados bajo tortura. 

    Finalmente dio cuenta del regreso a Argentina para buscar a su padre y conocer su destino. Señaló que encontró su cuerpo con la ayuda del Equipo de Antropología Forense y que pudo reconstruir su permanencia en el centro clandestino de detención Puente 12.

    A pesar de sus esfuerzos por buscar justicia para su padre, indicó que el juicio de su padre no pudo culminar  debido al fallecimiento de las personas imputadas por su caso.

    En tercer término prestó declaración Silvina Stirnemann, la menor de las hijas de Laura Franchi y Mario Stirnermann. Silvina declaró que nació en cautiverio mientras su madre estaba en la Nnidad 8 de Olmos y que tuvo una patología congénita consistente en luxación de ambas caderas, por lo cual fue tratada con un pañal especial para ubicarle en su lugar las caderas, algo que su madre luego le contó le provocaba angustia porque sentía que estaba doblemente aprisionada: en la unidad penal y en su pañal.

    Silvina dio cuenta, a lo largo de su testimonio, del modo en que su vida se vio afectada por la detención de su madre y posterior exilio y por la desaparición de su padre. Señaló que fue criada por su abuela materna junto a su hermana en la casa de Olavarría, que recuerda viajar ocasionalmente a Devoto para visitar a su madre y que el vínculo materno lo estableció inicialmente con su abuela. En razón de ello, cuando a la edad de siete años viajó a París para vivir con su madre debió reconfigurar su vínculo filial. También señaló que de chica le decían que su padre era malo y que su madre había caído presa por culpa de él, de modo que solo pudo reconstruir su historia familiar a partir del reencuentro con su madre y luego de un largo proceso de elaboración conjunta. De un modo emotivo dio cuenta del proceso por el cual fue reconstruyendo su vida personal a partir de la asunción de su condición de hija de detenidos desaparecidos, así como del impacto que le causó el encuentro de los restos de su padre y su viaje a Argentina para enterrarlos, siendo esa la primera vez que viajó al país y pudo conocer a su familia paterna.

     Finalizados los testimonios programados para la fecha, la querella de la Subsecretaría de Derechos Humanos de la Provincia de Buenos Aires solicitó que se fijen más días de audiencia por semana para la realización del debate argumentando que la cantidad de testigos programados hace prever la extensión del debate por no menos de tres años. 

    En las audiencias preliminares y al momento de opinar sobre la unificación de las causas, todas las partes habían realizado reclamos similares. Y aunque el presidente del Tribunal tuvo presente la petición, enumeró las distintas razones por las cuales el Tribunal, al comienzo del juicio, justificó la fijación de una audiencia semanal.

    Finalmente, el mismo juez Basílico dio lectura a una resolución adoptada por el Tribunal con motivo de  una presentación realizada por los organismos de contención y acompañamiento de testigos a raíz del inicio de la etapa de declaración testimonial de las víctimas del proceso. Los magistrados señalaron que, aunque coinciden en el efecto reparador que supone para las víctimas del terrorismo de Estado declarar presencialmente ante un tribunal, la actual etapa de pandemia y el rebrote que parece estar experimentando el país desaconsejan la adopción de una modalidad de presencialidad para la toma de las declaraciones testimoniales. Sin embargo los jueces señalaron que tenían presente las recomendaciones realizadas por las profesionales de los equipos de contención -que incluyen también medidas para la virtualidad y la semipresencialidad-  y su compromiso para avanzar hacia la presencialidad de las audiencias en la medida que la situación sanitaria lo permita. 

    El juicio tendrá un breve receso hasta el martes 2 de febrero, fecha en que se retornará con testimonios de contexto. 

    http://[youtube https://www.youtube.com/watch?v=-Me0LBhIoOA&w=560&h=315]