Reseña Audiencia 21 – 6 de abril de 2021

    En la vigésimo primera audiencia del debate oral con modalidad virtual del Juicio Brigadas Banfield, Quilmes y Lanús, prestaron declaración testimonial María Esther Buet, Stella Maris Soria y Norma Soria, familiares de Miguel Angel Soria. Miguel Angel Soria era trabajador del ARS y del Frigorífico Swift. Fue secuestrado en junio de 1976. Sus restos fueron hallados en el Cementerio de San Martín e  identificados por el Equipo Argentino de Antropología Forense, junto a los de Liliana Irma Ross de Rossetti, María Leonor Abinet, Gladis del Valle Porcel de Puggioni y Norma Robert de Andreu en el año 2011. Se determinó que fue asesinado en un enfrentamiento fraguado en Ciudadela, el 3 de febrero de 1977. 

     

     

    La audiencia comenzó con la declaración de María Esther Buet. La última vez que vio a su esposo, Miguel Angel Soria, fue el 6 de junio de 1976. Ese día se tenía que encontrar con Miguel después de la jornada laboral -él había cobrado e iban a ir a pagar el alquiler- pero tanto su casa como la de sus suegros en Berisso fueron rodeadas por las fuerzas armadas; hizo hincapié en que no era personal policial sino militar. “Eran muchísimos, estaban hasta arriba de los techos (…) Tenían armas largas”. El propietario de la casa que alquilaban en calle 18 de La Plata, de apellido Sotelo, trabajaba en la Comisaría 5ta de La Plata. 

    María Esther se refugió en la casa de una prima de su marido unas horas, hasta que también la fueron a buscar; se salvó escondiéndose en un ropero muy alto, tapándose con un abrigo. Un conocido la llevó en el baúl de un auto a la casa de su hermano, “una casillita muy precaria” donde vivió casi todo el año ‘76. Su suegra cuidó y crió a su hija que tenía cinco años, “la llevaba algún día para que yo la vea, pero en realidad no la podía ver, era mucho el riesgo que corríamos para poder verla”. La testimoniante explicó que fue una época en la que vivió con mucho temor, no podía dormir, se veían y escuchaban las patrullas y hacía todo dentro de la casillita -en la que estaba todo el día sola porque su hermano trabajaba en YPF- para que no la vean los vecinos. Relató que en una oportunidad salió a unas pocas cuadras, “fui a la panadería y me encontré al “Turco” -Omar Jacinto- Cherri. A los días me enteré que también desapareció”. A partir de ese hecho el miedo se reforzó, estaba convencida que la iban a ir a buscar.
    María Esther contó que ella trabajaba en el Frigorífico Swift. “En el frigorífico no tenía una militancia activa, lo que hacía era apoyar a los compañeros” afirmó María Esther sobre su actividad. Allí conoció a “Pichila” -Néstor Narciso- Fonseca que era delegado y dirigente sindical (secuestrado y desaparecido en mayo de 1978). Con el tiempo, a ella también la eligieron delegada del frigorífico; iban a un comedor del que recordó a Teté, una compañera de Los Hornos que se encuentra desaparecida. María Esther tuvo que renunciar a su trabajo en Swift cuando Jorge Gómez, que era amigo de Miguel, le dijo a su esposo que tenía que renunciar porque corría peligro. En su testimonio del Juicio por la Verdad, María Ester había precisado que esa renuncia se produjo el 19 de marzo de 1976.
    Sobre esta persona, contó que pasados los años se lo encontró en la puerta de UPCN y que le dijo algo así como “estamos volviendo”.
    Miguel era delegado gremial de Astillero Río Santiago y también trabajaba en el frigorífico Swift a la noche. “Conocí compañeros de trabajo de él, pero tampoco nunca había visto una militancia…bueno, si, militaba en la Juventud Peronista. Mis suegros siempre decían ‘por qué no se dejan de jorobar porque la cosa no viene bien’”. María Esther contó que casi siempre salían juntos, que sabían de la militancia del otro, por ejemplo iban juntos a marchas y ese tipo de actividades. En esas ocasiones dejaban a Stella Maris, la hija de ambos, con su abuela paterna.
    Stella iba a un jardín católico en Berisso llamado “San Francisco”. El cura que lo dirigía era Roberto La Roca -capellán de la Marina- y, según explicó su madre, en ese lugar sufría tormentos: “un día nos contó que la hicieron arrodillarse sobre maíz y Miguel se enojó muchísimo”, se enfrentó a La Roca y sacó a Stella de esa institución.
    Con respecto a su vida luego del secuestro de su marido y la experiencia de ser perseguida, María Esther explicó que tuvo que empezar terapia y que cuando entró a trabajar a la Facultad de Derecho de la UNLP se sintió más contenida. También se refirió a la relación con su hija, que fue criada por su abuela, y a las dificultades que han enfrentado para tratar de reconstruir ese vínculo.
    La madre de Miguel Angel, Eulalia Díaz de Soria, nunca dejó de buscarlo mientras estuvo viva. Cuando los restos fueron identificados por el EAAF en el año 2011 en San Martín, Eulalia ya no estaba. Encontrar su cuerpo fue una reparación, sin embargo María Esther afirmó: “no puedo entender que se lleven a alguien de 25 años y devuelvan esos huesitos, eso no lo puedo entender, no puedo cerrar nada, trataré de hacer un esfuerzo por hacer el duelo porque así no se puede vivir (…) La justicia está trabajando pero es lento”.
    El abogado Nicolás Tassara, representante de la querella de Justicia YA, hizo algunas preguntas para completar la declaración. María Esther explicó que nunca supo qué sucedió con su marido, “después -de todo lo que pasó- me ocupe de trabajar, para tener ocupada la cabeza, de las seis de la mañana a las once de la noche, no tenía tiempo de ponerme a pensar”. Además afirmó que conocía a otros trabajadores del ARS desaparecidos; pudo recordar el nombre de Jorge Pedro Gutzo por ejemplo, secuestrado y asesinado en marzo de 1976. También mencionó a Jose Clemente Cabello Ruiz que era compañero de Miguel en el frigorífico, fue asesinado y su cuerpo encontrado en Los Talas.
    María Esther se despidió emocionada: “yo les agradezco a ustedes, todas las veces que pueda declarar o que me vaya acordando cosas lo voy a hacer, en algún momento habrá justicia”.


    La audiencia continuó con el testimonio de Stella Maris Soria, la hija de Miguel Ángel Soria y de María Esther Buet. Stella relató que su papá fue trabajador del ARS. Fue secuestrado el 6 de junio de 1976, cuando ella tenía 5 años. Entraron un grupo de personas a la casa de sus abuelos. Cuando ingresaron recuerda que ella “miraba la Pantera rosa, no me olvido más”. Entre las personas que entraron a la casa, donde se encontraba también su papá, estaba el Comisario Viola, de la Brigada de Inteligencia de La Plata, según supo con posterioridad. Revolvieron todo pero no encontraron al papá, que logró salir por el fondo. Relató que “ese 6 de junio nos cambió la vida a todos”.
    Luego de ese día, su abuela fue a hacer la denuncia a la Comisaría 1era, pero no se la tomaron. Recordó el “peregrinaje” de su abuela, buscando a Miguel Ángel. Siguieron yendo a la casa hasta el año 77.En su registro de niña, esto sucedió muchas veces. Este comportamiento se detuvo en 1977 cuando desapareció María Seoane, que era la novia de su tío, Rubén Soria.
    Miguel Ángel y su esposa alquilaban una casa en 18 e/ 66 y 67 n° 1680. Las fuerzas represivas estuvieron apostadas 2 días allí y fue el dueño de esa casa quien les abrió la puerta. Ese operativo también estuvo a cargo del Comisario Viola, quien luego fue trasladado a Lanús. La abuela quiso contactarlo, pero él negó haber detenido a Miguel Ángel.
    No supieron más nada de él, hasta que el EAAF reconoció sus restos en 2011, en una fosa común del Cementerio de San Martín. Se determinó que fue asesinado el 3 de febrero de 1977. “Es decir que lo mataron e igual seguían viniendo a mi casa”, concluyó. Stella expresó que “Es muy difícil entender que se llevan a una persona, y te entregan un par de huesos. (…) Cuando uno no tiene el cuerpo, es muy difícil hacer el duelo”.
    La abogada Garralda de la querella de Justicia Ya, le preguntó si sabe qué fue lo que pasó con su papá luego del secuestro, y en qué lugares estuvo. Contó que lo que sabe, se debe a que “a todos lados fui acompañando a mi abuela”, mientras ella averiguaba el paradero de Miguel Angel. No saben dónde estuvo detenido su papá en La Plata. Supo que estuvo en la Brigada de Lanús, porque su abuela fue a hablar con el comisario Viola en ese lugar. Luego estuvo en San Martín, donde fue asesinado en un enfrentamiento fraguado.
    Stella respondió a la pregunta sobre cómo fue su vida después del secuestro de su papá hasta hoy. Ella se quedó con sus abuelos, a quienes “acompañé siempre, hasta que no los tuve más. Si hoy estoy acá es por mi viejo y por mi abuela, y para que se haga justicia. (…) Uno trata de reconstruir, se vive de otra manera. Reconstruir una vida que le falta algo”.
    Stella Maris Soria concluyó su testimonio pidiendo “cárcel común y perpetua. Justicia por mi papá, por los 30.000 desaparecidos, por todo lo que vivimos. Por todo esto, pido justicia”.

    El último testimonio de la audiencia fue el testimonio de Norma Soria, hermana de Miguel Ángel Soria. La testimoniante contó que en el momento que su hermano fue secuestrado, el 6 de junio de 1977, ella se encontraba en la facultad. Primero lo fueron a buscar a la casa de sus padres. Norma no llegó a su casa porque fue advertida que allí se encontraban los militares. Los padres habían pensado que los agentes eran gente conocida de Azul, y los hicieron entrar a la casa. Allí no encontraron a Miguel Ángel.
    Su hermano fue detenido ese mismo día por fuerzas conjuntas en la calle 66, cuando iba a su casa en La Plata. Junto con su mamá y su sobrina, recorrieron distintos lugares buscando su paradero.
    Volvieron a la casa de sus padres en tres oportunidades. La primera vez, fueron de traje de fajina, eran del BIM 3. En una segunda oportunidad, fueron disfrazados, con parches en la cara y pelucas. Reconoció a una de las personas que fue a su casa, porque lo había visto en 1 y 60 cuando fue a hacer la denuncia con su mamá. Sólo recuerda que su uniforme tenía dos tiras rojas. El día que fueron disfrazados a la casa, los hicieron tirar cuerpo a tierra y le dijeron a ella y a su hermano menor que “A nosotros y a toda la juventud, la tenían que eliminar para evitar toda la pudrición. Que nosotros éramos la pudrición”.
    Recordó que el Cabo Obregón, de la Comisaría 2da, fue a la casa de sus padres y les contó que Miguel Ángel estaba en la Comisaría, les aconsejó que fueran pronto porque lo iban a trasladar para matarlo. Fueron hasta la Comisaría y les negaron que estuviera allí. Nunca más vieron al cabo Obregón. La familia continuó con la búsqueda de Miguel Ángel. Recordó que se entrevistaron con Federico Antonio Minicucci -una de las personas imputadas en esta causa-, quién las recibió en una delegación militar, pero negó tener conocimientos sobre el paradero de su hermano. También hablaron con el señor Sosi, quien se hizo pasar por el secretario de Monseñor Plaza, pero era miembro de la policía. Monseñor Plaza también estaba implicado. Dijo que Jorge Gómez, el supuesto amigo de Soria, con el tiempo supieron que era de la SIDE y que estaba implicado en la desaparición.
    Norma contó que con su mamá fueron a San Martín. Allí estaba el comisario Viola y les negó que su hermano estuviera ahí. Luego supieron que Miguel Ángel estaba allí, y que fue trasladado para ser asesinado. También estuvo en el CCD conocido como El Infierno.
    Desde la querella de Justicia YA, le preguntaron cómo fue su vida a partir del secuestro del hermano y qué consecuencias tuvo en su vida y en la de su familia. Norma contó que desde ese momento la “embarga una situación de tristeza, que es difícil sonreír (…) Aunque olvides algunas cosas, te queda el dolor. Aunque lo encontramos, desarmaron todo”. A su vez recordó: “Mi mamá iba a llevarles a los NN flores al cementerio, porque quería encontrar a su hijo”.
    Norma Soria dio su testimonio vestida con una remera con el nombre y una foto de su hermano Miguel Ángel, la cual mostró a la cámara “para que todos lo conozcan”.
    La próxima audiencia será el martes 13 de abril, a las 9hs. Declararán les ex detenides-desaparecides Patricia Pozzo, Juan Carlos Stremi y Mario Colonna.

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