Reseña de la audiencia del 19 de octubre de 2021

    En la cuadragésima cuarta audiencia del debate oral con modalidad virtual del Juicio Brigadas Banfield, Quilmes y Lanús, escuchamos la declaración testimonial de Luis Ángel Pérez, hermano del militante del PC y trabajador de SAIAR Héctor Pérez, quien fue secuestrado el 29 de noviembre de 1976 y visto en el CCD Brigada de Investigaciones de Lanús con asiento en Avellaneda, y Martín Carriquiriborde, hermano de Gabriela Carriquiriborde, secuestrada el 30 de setiembre de 1976 y vista por sobrevivientes en el Pozo de Bánfield.

    El primer testimoniante de la jornada fue Luis Ángel Pérez, quien declaró por su hermano, Héctor Pérez que fue secuestrado, desaparecido y asesinado en 1976. Héctor trabajaba en la fábrica metalúrgica de Quilmes SAIAR-RHEEM, no tenía actividad sindical porque había entrado hacía muy poco tiempo a la fábrica y se requiere una cierta antigüedad para hacerlo pero sí tenía militancia política en la Juventud del Partido Comunista: “estudiaba y trabajaba, era un chico que pensaba en un mundo mejor, era responsable, inquieto y preocupado por las cuestiones sociales, quería hacer un viaje imitando al Che Guevara”.

    Al momento de su secuestro, el 29 de noviembre del 76, tenía 20 años y vivía con sus padres en una casa a pocas cuadras de la fábrica. Cuando se produjo el operativo la noche del 29, con varios autos y civiles armados, encontraron la casa vacía: la madre y el padre de los Pérez estaban cenando en la casa de Luis Ángel y Héctor había salido. El grupo armado lo esperó en la casa, con todo cerrado y las luces apagadas, fingiendo no estar. Cuándo Héctor apareció lo secuestraron y también saquearon la casa, robando todo lo de valor que podían encontrar; esa escena es la que encontraron sus padres que recopilaron toda esta información gracias a los vecinos.

    Lo primero que hizo la familia fue tratar de hacer una denuncia policial, pero en la comisaría les dijeron que no pesaba ningún cargo sobre Héctor así que no sabían nada. Pidieron hacer la denuncia pero les dijeron que no. “No sabíamos qué hacer (…) fuimos a Buenos Aires, llegamos a la Liga Argentina por los Derechos del Hombre y nos enteramos que esta metodología había sido utilizada en muchos lados, que había mucha gente a la que estaban secuestrando”. Hicieron un Habeas Corpus que no tuvo resultados. “Tuvimos ese andar por todos lados preguntando (…) iban pasando los días y no teníamos ninguna noticia”.

    Casi simultáneamente, durante el mediodía de ese mismo 29 de noviembre, fue el secuestro de Luis Adolfo Jaramillo, compañero de trabajo de Héctor en SAIAR. Luis Ángel contó que él conocía a Jaramillo porque había trabajado durante un tiempo en la fábrica y también explicó las circunstancias del secuestro de este compañero, que había ido a retirar la plata con la que lo estaban obligando a dejar la fábrica, y a la salida fue interceptado y desaparecido. En relación a la respuesta de la fábrica ante el secuestro, el testimoniante explicó que ni los atendieron, dijeron que era un hecho policial en el cuál no tenían nada que ver; hizo hincapié en que la gerencia estaba compuesta por ingenieros que venían de la Armada. De trabajadores de SAIAR secuestrados o desaparecidos recordó también a Codesal.

    Hacia el final de 1976 los familiares que fueron encontrando en su camino de búsqueda les iban indicando distintos lugares a dónde ir, pero en ninguno tuvieron éxito. En 1977 recibieron la visita de Carrizo, otro compañero de la fábrica SAIAR que dijo haber estado detenido con Héctor. Por las referencias que tenía, aseguró que habían compartido cautiverio en la Brigada de Investigaciones de Lanús con asiento en Avellaneda, “El Infierno”. A Carrizo lo habían liberado subiéndolo a un micro que iba hasta alguna ciudad del sur del país -Zapala o San Martín de los Andes según recordó Luis Ángel-, y le aseguró a la familia Pérez que Héctor seguramente sería liberado al igual que él. Carrizo les contó las condiciones en las que habían estado secuestrados, atados y con los ojos vendados, subiéndose la venda cada vez que un guardia se acercaba.

    Otras referencias que tuvieron sobre el lugar de cautiverio de Héctor fue cuando declararon en los Juicios por la Verdad. Allí se encontraron con Nilda Eloy que también estuvo con Héctor en la Brigada de Investigaciones de Lanús y les contó algunos detalles de ese cautiverio: por ejemplo que pasaban mucho hambre y para entretenerse imaginaban la gran comida que harían cuando salieran. Además Nilda les explicó que las puertas de reja de las celdas a veces estaban abiertas porque había después otra puerta de chapa que estaba con llave y les compartió una anécdota: una compañera pudo abrirle la celda a Héctor y este salió al patio donde pudo tomar agua; cuando volvió les llevó agua a sus compañeres en una bota.

    Con el correr del tiempo sus padres adquirieron una línea telefónica y recibieron una asegurándoles que Héctor iba a aparecer porque no tenía nada que ver, que no era necesario que siguieran buscando. Entendieron que esa llamada tuvo el objetivo de desalentar su búsqueda y complicar el camino a la verdad. En relación a esto, Luis Ángel hizo referencia a las campañas por la identidad que empezaron alrededor del 2005, para poder encontrar a familiares desaparecides. En ese momento dieron sus muestras de ADN y, luego de un tiempo, lo contactaron desde el EAAF para entregarle los restos de su hermano Héctor que habían sido encontrados en un basural de Lomas de Zamora junto con otros cuerpos de NN en los ‘80 y habían quedado pendientes de identificación. Según lo que pudo reconstruir el Equipo, Héctor fue asesinado el 23 de diciembre de 1976 por lo que no habría estado ni un mes prisionero. En el año 2010 hicieron un acto y pudieron sepultar a su hermano en el Cementerio de Quilmes.

    Hacia el final de su testimonio Luis Ángel contó que toda la familia estuvo unida en la búsqueda, sobre todo él, su madre y su padre. En general no se recomendaba que varones jóvenes fueran quienes hacían las averiguaciones en dependencias militares o policiales así que no pudo ocuparse de esa tarea. “La familia en general nos apoyó, pero algunos por la distancia o porque no estaban informados pensaban que había sucedido un hecho policial nada más, no que era un secuestro en el marco de un plan sistemático de secuestro y desaparición. La familia en general no sufrió más consecuencias que la falta de la persona desaparecida”.

    Luis Ángel cerró su declaración respondiendo a la pregunta sobre los impactos de la desaparición en sus vidas: “yo creo que no hay palabras para decir que a un le roban a su hermano o a su hijo. Fue muy impactante, nunca dejamos de buscarlo. Siempre hicimos todo lo que nos recomendaron en función de encontrarlo.” Explicó que en ese ir y venir hubo muchas cosas falsas: que estaba en un campo siendo reeducado, que seguramente se habría ido a un guerrilla. Los militares jugaban con eso, con que se habría ido y ya iba a volver. “Todos nosotros, tanto el núcleo familiar directo como los lejanos, nos hemos prestado apoyo y solidaridad”.

    La última declaración de esta audiencia fue la de Martín Carriquiriborde, el hermano de Gabriela Carriquiriborde. Ella fue secuestrada junto a su pareja Jorge Repetur el 30 de septiembre de 1976 de su casa en la calle 40 entre 115 y 116 de la Ciudad de La Plata. En ese momento, estaba embarazada de seis meses y tenía fecha para el nacimiento de su hije el 19 de enero de 1977. Gabriela tenía 20 años, era estudiante de psicología, trabajaba en Ioma y había conseguido un trabajo temporal en la Junta Electoral en el verano de 1975, donde conoció a Jorge que era 7 u 8 años mayor que ella, era médico y trabajaba en un hospital haciendo guardias. Gabriela militaba en la JUP de psicología y, por lo que pudieron saber, Jorge era sanidad de Montoneros. “Gabi era mi hermana menor, mi única hermana. Lamento no haber podido compartir mi vida con ella y su familia. Era muy traviesa, tenía cejas de diablito, era muy divertida e inquieta. Poco tiempo pudimos compartir” recordó Martín.

    El testimoniante reconstruyó los hechos señalando que ellos se enteraron de las desapariciones de su hermana y su cuñado el día 1ero de octubre; los garantes de esa casa eran los empleadores de Matilde, la esposa de Martín, y la inmobiliaria los contactó para que cubran los daños producidos en el operativo de secuestro. Gabriela y Jorge fueron detenidos en su domicilio por fuerzas del ejército y de la policía.

    Muchos años después supieron por sobrevivientes y testigos como Victor y Alicia Carminati o Pablo Díaz, los destinos de Gabriela y Jorge luego de ese 30 de septiembre. Primero fueron llevados a Arana y luego a la Brigada de Investigaciones o Pozo de Banfield. Martín aclaró que es seguro que Gabriela estuvo ahí pero que hay un solo sobreviviente que pudo ver a Jorge en ese lugar. Se sabe que había otras mujeres embarazadas y por lo que Martín imagina, Gabriela fue mantenida con vida hasta el momento del parto. Según testigos del hecho, el bebé nació a finales de 1976; este grupo de sobrevivientes salió en diciembre de ese año y para el momento en que Adriana Calvo fue llevada a Banfield, Gabriela ya no estaba. Jorge, Gabriela y su hije continúan desaparecides hasta el día de hoy: “siempre estamos expectantes de poder encontrarnos” afirmó Martín.

    El testimoniante explicó que en su familia había habido antecedentes de persecución. Alrededor de agosto de 1976 desplegaron un operativo importante en la casa de su prima donde se encontraba él con su pareja y su prima con la suya. Lograron escapar y su prima se exilió. Su tía y su primo menor fueron secuestrados y estuvieron detenidos clandestinamente en La Plata durante alrededor de 40 días, pero fueron liberados. Luego de todos estos hechos, Martín y su esposa Matilde decidieron irse de La Plata: pasaron unos años en el Oeste de la Capital Federal y luego se exiliaron en el exterior. 

    En relación a las gestiones y averiguaciones de su familia, explicó que quien acompañó a su madre fue su tía porque su padre no estaba bien de salud. Todas las veces preguntaron por la pareja, señalando el estado de embarazo avanzado de Gabriela pero las respuestas fueron siempre negativas. Desde el exterior, Martín hizo gestiones en organismos internacionales por el caso de su hermana y su cuñado. Con el paso de los años, el esfuerzo estuvo dedicado a encontrar a le hije de Gabriela y Jorge y también los restos de ambos.