Reseña de la audiencia del 30 de noviembre de 2021

    En la quincuagésima audiencia del debate oral con modalidad virtual del Juicio Brigadas Banfield, Quilmes y Lanús, escuchamos la declaración testimonial de Mercedes Loyarte, Marta Abachian y Rosario Abachian, familiares de Juan Carlos Abachian, estudiante de Derecho, militante de la JUP y Montoneros detenido-desaparecido en diciembre de 1976.

    La primera testimoniante de la jornada fue Mercedes Loyarte, quien comenzó contando que fue la compañera de Juan Carlos Abachian, “El Armenio”, juntos fueron militantes de la Juventud Peronista en la Facultad de Derecho de la Universidad Católica Argentina de Mar del Plata. Su objetivo fundamental era la nacionalización de la Universidad. A raíz de la persecución y la represión de la derecha en esa ciudad, decidieron irse, aunque la responsabilidad de seguir militando y terminar la carrera les pesaba.

    En abril de 1976 tuvieron una hija llamada Rosario y se fueron a vivir a Buenos Aires con la bebé recién nacida, ella tenía 22 años y él 26. En esa ciudad no consiguieron trabajo por lo que se mudaron a La Plata donde Juan Carlos empezó a trabajar en un taller mecánico. Además sostuvieron su militancia en la organización Montoneros, aunque Mercedes señaló que en ese momento, con una bebé recién nacida y sin sus familiares en esa ciudad, quien pudo mantenerse más activo fue Juan Carlos. Recordó que le gustaba mucho el rugby y que disfrutaba mucho de comer -siendo este un aspecto identitario y familiar por su ascendencia armenia-.

    El secuestro de Juan Carlos fue el 26 de diciembre de 1976, la testimoniante no pudo precisar del todo las circunstancias pero estima que fue en la puerta de su domicilio, alrededor de las 11 de la noche. Explicó que escuchó ruidos y vio por la ventana personal uniformado, logró oír el grito de Juan Carlos que le dijo “corre, que te matan”. Mercedes corrió por la parte trasera de la casa y supuso que el operativo había sido relativamente improvisado porque ninguna vía de salida estaba interceptada y tampoco había sido intervenida la manzana. Recordó que esa casa la compartían con Lucía Marroco, una compañera que también fue detenida-desaparecida unos meses después de este hecho aunque ese día ambas lograron escaparse.

    Cuando Juan Carlos desapareció, Mercedes se desconectó de sus compañeros de militancia. Los familiares tanto de Juan Carlos como de Mercedes fueron perseguidos, allanados y vigilados. Mercedes, junto con su hija y su hermana Florencia, tuvieron que exiliarse primero en Montevideo, luego en Brasil hasta que llegaron a España en 1977. Vivieron y trabajaron como ilegales durante los años de dictadura, y nunca más se contactaron ni pudieron ver a sus familiares hasta la vuelta de la democracia. La testimoniante hizo hincapié en el desarraigo y todo lo que implicó el exilio, así como el miedo que llevaron consigo del otro lado del Atlántico.

    Al finalizar su testimonio, Mercedes leyó unas palabras de agradecimiento al Tribunal, “a los organismos de Derechos Humanos, reflejo de una generación que aportó hasta a su vida para defender valores como la igualdad, la equidad en la distribución de la riqueza y la lucha contra las injusticias de todo tipo. A todas las que nos han cuidado con esmero y profesionalidad, y que nos han escuchado con tanto respeto. A todas y todos los testigos de las querellas que han relatado con valentía a lo largo de tantos años y en todas las instancias, sus experiencias en la siniestra y oprobiosa dictadura. Esta aquí la voz de los desaparecidos. En nombre de ellos y con humildad pido que a los perpetradores de los crímenes contra la humanidad, a los violadores de los Derechos Humanos y a todos sus cómplices, a los responsables de los campos de detención que se juzgan en esta sala que no tuvieron otro fin que la muerte y que no se detuvieron ni ante los niños, se les aplique, como no me cabe duda que lo harán, todo el rigor de las leyes nacionales e internacionales que condenan los delitos inhumanos. Que este proceso judicial sirva como reparación a nuestros compañeros, sus familias, amigos y a todos quienes junto a ellos les desaparecieron su futuro”.

    La segunda declaración que escuchamos en esta audiencia fue la de Rosario Abachian. La testimoniante explicó que su padre, Juan Carlos Abachian, fue desaparecido por el accionar represivo del Estado en diciembre de 1976. Rosario pudo conocer las circunstancias del secuestro y la detención de su padre gracias a los relatos de su madre y de otros sobrevivientes que testificaron en los Juicios por la Verdad o en la Causa Circuito Camps. Todo esto le permitió también reconstruir e imaginar quién fue su papá.

    A Juan Carlos lo secuestraron el 26 de diciembre de 1976 en el marco de un operativo en la puerta de su casa en La Plata, cuando volvía de trabajar. En ese momento, Rosario tenía ocho meses y se estaba quedando con sus abuelos en Mar del Plata, dado que sus padres se sabían perseguidos. Con el tiempo, pudieron saber que Juan Carlos estuvo ilegalmente privado de su libertad en la Comisaría 5ta de La Plata, en el Destacamento de Arana y en la Brigada de Investigaciones de Banfield. Además, supieron que en un intento de escaparse cuando estuvo en Arana, Juan Carlos fue herido. Rosario también explicó que gracias a su madre y les compañeres de ambos desde chica creció con los detalles de la militancia de Juan Carlos en la Juventud Peronista de Mar del Plata y luego en Montoneros.

    Luego de escapar del operativo de diciembre en su domicilio, Mercedes siguió separada de su hija algunos meses. Antes y después de eso las familias de ambos fueron muy perseguidas, y las fuerzas represivas desplegaron diversos dispositivos de violencia para encontrarlos. Una vez que Rosario se encontró con su madre en Buenos Aires comenzó el camino del exilio. Sobre el impacto del terrorismo de estado en su vida Rosario dijo que “es una afectación, un impacto radical. Va a la raíz de nuestro estar en el mundo, de nuestra forma de ser. Es una ausencia muy grande. Es un duelo distinto el de quienes los conocieron que el de los hijos”. Además de que su padre continúa desaparecido, la testimoniante detalló lo dolorosa que ha sido la experiencia de la expatriación forzada, cuánto les ha pesado la soledad y la distancia. “Aunque hayan pasado 45 años, son dolores muy grandes que siguen teniendo su impacto en nuestra vida”.

    Hacia el final de su testimonio, Rosario recordó cosas que le han contado sobre su padre: “era una persona muy generosa, con un sentido de la justicia muy riguroso (…) esto es algo que se ha vivido en mi casa siempre y creo que era algo que formaba parte de él, comprometerse con las causas sociales y políticas que tienen que ver con un proyecto de una sociedad más justa, más equitativa (…) y bueno, me habría encantado conocerle, estoy agradecida de que se esté haciendo justicia, en cierta manera nos repara un poco. Me gustaría decir que yo me siento un poco heredera del compromiso de mi padre, mi madre y todos sus compañeros”.

    Ante las preguntas del juez Rodriguez Eggers sobre lo que significa la reparación específicamente para ella, Rosario agregó: “me siento agradecida de poder aportar algo a este proceso judicial que busca esclarecer la verdad, establecer justicia y memoria (…) Yo vivo en un país, que es España, donde no se han juzgado los crímenes contra la humanidad (…) Poder estar aportando algo en este juicio es reparador, me siento orgullosa de que esto esté pasando en Argentina”.

    La última testimoniante de la jornada fue Marta Abachian, hermana menor de Juan Carlos. Dado que se llevaban 12 años, la relación que tenían era más de protección, de cuidado. Él era jugador de rugby, siempre estaba muy comprometido con la transfromación social. Era estudiante de Derecho de la Universidad Católica de Mar del Plata y militaba en la JUP; al momento de su secuestro vivía en la Plata con su compañera Mercedes y su hija Rosario, trabajaba en un taller mecánico.

    El relato de Marta comenzó en septiembre de 1976, cuando tenía 13 años y volvía a su casa en auto junto a su familia: se encontraron tres hombres armados en la esquina del domicilio, desviando el tránsito, y su padre supo que los estaban buscando a ellos. “De ahí en más empezó una pesadilla, estuve deambulando de casa en casa durante 3 meses, mis padres tenían miedo”. Cuando pudieron regresar a la casa encontraron todo destruido, les robaron muchas pertenencias. Luego de esto y hasta el año 1977, patotas irrumpían periódicamente en la casa, las sensaciones de miedo y persecución los acompañaron durante mucho tiempo.

    El 27 de diciembre de ese mismo año se enteraron que Juan Carlos había sido secuestrado por las fuerzas represivas cuando volvía a su casa del trabajo la noche anterior. Señaló que su hermano mayor siempre tuvo una gran militancia social y barrial. No supieron nada más de él hasta el juicio a Etchecolatz, cuando se juzgaron y condenaron a los responsables directos de la desaparición de su hermano. Por las declaraciones de sobrevivientes pudieron reconstruir que Juan Carlos estuvo en los centros clandestinos Destacamento de Arana, en el Pozo de Banfield y en la Comisaría 5ta de La Plata.

    La familia emprendió una búsqueda incansable, presentando Habeas Corpus y siguiendo diversas pistas que siempre terminaron en la nada, siempre con la esperanza de su aparición. “Fueron y son muchos años, todavía no sabemos el paradero final. Yo pude elaborar este tema, pero no mi hermano Miguel Ángel que falleció de cáncer en el año 2005. Yo siempre sostengo que eso también fue consecuencia de la dictadura”. Recién con la vuelta de la democracia Marta y su familia pudieron reencontrarse con Rosario y Mercedes, que habían tenido que huir del país luego del secuestro de Juan Carlos; describió este momento como algo muy emocionante. Explicó cómo el terrorismo de estado los atravesó y los sigue atravesando como familia, señaló que siempre reclamaron y reclamarán memoria, verdad y justicia, siempre estuvieron a disposición de la justicia pero también quieren respuestas. “Una vida atravesada por la desgracia, pero además viendo que los sueños de inclusión también quedaron truncos” señaló Marta.