Reseña de la audiencia del 9 de noviembre de 2021

    En la cuadragésima octava audiencia del debate oral con modalidad virtual del Juicio Brigadas Banfield, Quilmes y Lanús, escuchamos las declaraciones testimoniales previstas para la jornada 45, de Juan Manuel y Luis Alejandro Borzi, hijos de Oscar Borzi quien fue detenido-desaparecido el 30 de abril de 1977. “Cacho” era delegado gremial en la fábrica de vidrio Saric y militante de la JTP.

    Juan Manuel Borzi, hijo de Oscar Borzi y Ada Miozzi, comenzó su declaración testimonial explicando que el día en el que su padre fue secuestrado, el 30 de abril de 1977, toda su familia fue detenida ilegalmente en su domicilio. Aclaró que “si en algún momento me ven cerrar los ojos, es porque es una imagen vivida”. Hizo hincapié en la persecución que la familia había vivido en las semanas previas, “sabía que lo iban a secuestrar pero sentía que no podía irse”.

    El relato de Juan Manuel hizo referencia a la inquietud que se vivía en su hogar en los momentos previos al operativo de secuestro, este estado movilizado le había impedido dormir y por eso, a diferencia de sus hermanos que estaban durmiendo, se encontraba en el salón principal de su casa junto a sus padres en el momento del operativo. Escucharon fuertes ruidos y alguien golpeando la puerta violentamente al grito de “abran la puerta, Ejército Argentino”. Al entrar, hirieron en el abdomen a Oscar y redujeron a Ada. En la percepción de Juan Manuel fueron largas horas, en las que su casa se llenó de hombres armados, prepotentemente preguntando quién vivía en allí, llevándose todo a su paso. Recordó que un señor mayor con un olor dulzón característico, lo agarró de los brazos inmovilizando y lo dejó con violencia en la habitación donde estaban sus hermanos. 

    Explicó que en distintos momentos logró salir del cuarto, su objetivo era siempre tener a sus padres a la vista, los buscaba constantemente por toda la casa. A su mamá la encontró atada, Ada no quería separarse de él y trataba de tranquilizarlo. Recordó además que dieron vuelta toda la casa, las habitaciones y la cocina. En otra de las oportunidades que logró escaparse de su cuarto, llegó hasta al garaje y fue testigo de los tormentos a los que sometieron a su padre. Esa fue la última vez que lo vió. Durante todo esto, sus hermanos siguieron durmiendo mientras él logró volver con su madre. Con respecto a la identificación de estos sujetos explicó que estaban vestidos como agentes de seguridad, en su visión de niño los comparó con “policías de una comisaría”, con cinturones anchos y borcégos.

    En relación a la reconstrucción posterior del circuito de Oscar, explicó que en gran parte o que supo fue gracias a su hermano Ernesto y a su tío Andrés Borzi entre los ´90 y el ‘00: “Cacho” fue llevado en primer lugar a la Brigada de Investigaciones de Lanús con asiento en Avellaneda y luego a la Comisaría de Valentín Alsina. Hacia el final del testimonio, Juan Manuel reconoció la dificultad de atravesar e hilvanar todo este relato siendo tan chicos y sin su padre. Para terminar, agradeció la oportunidad de dar esta declaración y pidió que el próximo fin de semana votemos con memoria.

    El último testimoniante de la jornada fue Luis Alejandro Borzi, el hijo del medio de Oscar “Cacho” Borzi y el tercer hermano que declaró en este juicio. Es trabajador de la educación, sindicalista, militante de la Agrupación peronista Descamisados y secretario de Derechos Humanos de la CTA autónoma y de ATE. Explicó que entre la noche del 29 y la madrugada del 30 de abril de 1977, a sus seis años, se despertó con alguien apuntándole en la cabeza con un arma larga, lo intimidaron y amenazaron para que no se mueva ni los mire. Durante toda esa madrugada, sintió la movilización, las idas y venidas de estas personas en su hogar, las veces que quiso salir de su habitación se lo impidieron. Pero en una oportunidad logró salir, vio toda la casa desordenada y se encontró con su madre, que trataba de calmarlos.

    En una de las tantas veces que miró a sus captores, desobedeciendo sus órdenes a pesar del miedo, logró identificar algunos rostros o características: alguien peinado a la gomina, rubio de pelo enrulado y otro muy perfumado. “Era una situación donde era incierto lo que nos estaba pasando, no encuentro palabras para el horror, no entendíamos por qué estaba pasando eso”. En relación a lo que tuvo que transitar su padre Oscar, Luis Alejandro explicó que entendió lo que había sucedido cuando llegaron a la casa de sus abuelos, luego del secuestro: no iban a verlo nunca más. Con el tiempo y con el relato de los vecinos, se enteraron que los vehículos que fueron parte del operativo eran un 2 1500 amarillo y un torino: aseguró que ese 2 1500 lo vieron prendido fuego en la puerta de la fábrica de su padre semanas después del hecho.

    Otra de las cuestiones que pudieron reconstruir posteriormente fue dónde fue llevado Oscar. Por un lado, los comentarios de Ibarra -el padrino de Ernesto- sobre Cutrone, quien aseguró haber visto a “Cacho” en la Brigada de Investigaciones de Lanús. Por el otro, la pista de sus abuelos sobre La Tablada. La situación fue muy difícil porque eran chicos pero habían transitado un gran horror, y sin embargo la familia tenía dificultades para incluirlos en las discusiones.

    A partir de la situación que pasaron estuvieron en lo de sus abuelos, yendo de un lado para el otro ante el miedo. Eventualmente tuvieron que volver a su casa y retomar esa antigua vida, ahora sin Oscar. Los padres de la cooperadora de su escuela, le ofrecieron trabajo a Ada en la escuela, en algunas oportunidades incluso dormían allí. En el trayecto entre su casa y la escuela solían pasar por la plaza principal de Lanús y en una oportunidad fueron interceptados por un operativo: hombres que se identificaron como miembros de la Brigada de Investigaciones de Lanús les explicaron que estaban buscando a una persona y querían saber si tenían información. Luis Alejandro hizo hincapié en que uno de los miembros de ese operativo, de anteojos negros muy característicos, era una persona que veían asiduamente en sus recorridos en colectivo, no era del barrio pero lo identificaron como alguien que los estaba vigilando. En relación a la persecución posterior al secuestro, el testimoniante explicó que la directora de la escuela donde trabajaba su madre debía presentar informes sobre su labor.

    “Pasar estos 45 años fue bastante difícil, luchando por los derechos humanos y reconociéndonos como militantes políticos y sindicales”. Luis Alejandro recopiló algunos hechos relevantes de la vida luego del impacto del terrorismo de estado, la desidia, el abandono y la persecución. Luego de muchos años, logró titularizar un cargo no docente en una escuela de la Provincia de Buenos Aires, cuando llegó allí sus compañeros le dijeron que “tenían miedo” porque las autoridades lo habían catalogado como “agitador y subversivo”. Explicó la dificultad de ser considerado como un ciudadano con “antecedentes” y aseguró que su lucha por la Justicia también incluye cambiar esa percepción en la sociedad y en el Estado.