Combinar la medicina con la educación, factores clave para controlar infecciones parasitarias

Aunque la revolución científica, tecnológica y los métodos de diagnóstico, tratamiento y manejo de enfermedades existentes avanzan a nivel mundial; las parasitosis intestinales se presentan como un desafío para la medicina contemporánea. Si bien la mortalidad debida a estas infecciones es relativamente baja, la morbilidad es prevalente en poblaciones vulnerables y las complicaciones son comunes, siendo responsables de al menos 10% de las diarreas, que en algunos casos requieren hospitalización.

En este marco un equipo de investigadoras de la Universidad Nacional de La Plata llevó a cabo un estudio con niños y niñas preescolares platenses, para determinar los principales agentes de parasitosis intestinales y conocer la eficacia de la intervención farmacológica-educativa en la disminución de estas patologías. El equipo trabaja en la Unidad de Investigación del Programa de Control de las Parasitosis Intestinales y Nutrición (Procopin) que funciona en el Centro Universitario de Estudios Microbiológicos y Parasitológicos (CUDEMYP) de la Facultad de Ciencias Médicas.

Las patologías intestinales están estrechamente relacionadas con los procesos de desarrollo económico y social, ya que la malabsorción, la diarrea y la pérdida de sangre producen la disminución de la capacidad de trabajo en los adultos y la reducción del crecimiento en niños. Estas enfermedades pueden ser adquiridas por individuos de todas las edades y de todos los niveles socioeconómicos, pero la población con mayor riesgo y prevalencia es aquella con mayor marginación socioeconómica y prevalece en niños menores de 14 años, debido a la inmadurez inmunológica y a las malas condiciones de sanitarias individuales y ambientales.

En el estudio se compararon los resultados de tres años de intervención farmacológica y educativa en niños y niñas asistentes a un Jardín de Infantes, durante el período comprendido entre los años 2015 y 2018.

En este sentido Betina Pezzani, codirectora del proyecto, explicó que “se evaluaron las condiciones socio-clínicas-ambientales de los pre-escolares y se detectaron parásitos intestinales. Luego de realizar la intervención terapéutica de los parasitados, se implementaron talleres educativos desarrollados por estudiantes de la Universidad, para evitar el retorno al estado de enfermedad y por último se realizó el control posterior a la intervención”.

En el informe se detalla que el año inicial (2015), se registró el 93,3% de parasitados, mientras que en 2018 fue de 42,5%. Todos los infectados y sus familias, cuando la parasitosis detectada lo requería, recibieron tratamiento farmacológico específico.

Luego de los talleres educativos, las conductas que elevan el riesgo de contagio de parasitosis, como jugar con tierra y/o con arena y/o con mascotas, andar descalzos, morder las uñas y succionar los dedos,  disminuyeron en un 66, 6% en 2018.

No ocurrió lo mismo con los hábitos de higiene, como es el caso de lavarse las manos antes de comer y/o después de ir al baño, que el 64,4% lo hacían con frecuencia en 2015 y solo el 50% en 2018.

Este estudio proporciona datos sobre el impacto de las intervenciones comunitarias en el campo de la salud infantil en el área de parásitos intestinales presentes en grupos sociales desfavorecidos. Los resultados indican que el tratamiento farmacológico de niños en edad preescolar y sus familias disminuyó la frecuencia de las parasitosis. Sin embargo, es necesario implementar estrategias educativas que involucren a la comunidad para que los hábitos saludables en los hogares sean adoptados por los niños e incorporados a sus rutinas diarias.

Por su parte Laura Ciarmela, coordinadora del equipo sostuvo que “la solución a largo plazo dependerá también de la intervención municipal para mejorar las condiciones sanitarias de los hogares y su entorno; considerando que la inversión en salud infantil reduce las tasas de deserción escolar y aumenta la probabilidad de completar la educación básica, permitiendo el acceso a mejores oportunidades laborales.

El equipo que llevó a cabo el trabajo está conformado por las investigadoras Marta Minvielle, Betina Pezzani, Maria LauraCiarmela, Karina Zubiri, María De Andrea y Soledad Ceccarelli.