El martes 17 a las 19 horas, en la Biblioteca Nacional Mariano Moreno, Auditorio David Viñas, Agüero 2502, CABA, se presentará el libro Ecos y Transparencias, a cargo de los traductores Rubén Pose, Lelia Gándara y Ángeles Ascasubi, con la coordinación de Evelia Romano. El libro contiene una antología pionera en el ámbito hispánico: se trata de una traducción directa del chino, en edición bilingüe, sustentada en investigaciones históricas, literarias, lingüísticas, y construida en diálogo con profesores e intelectuales chinos.
Los autores harán una lectura de poemas en castellano y mandarín, una selección de trabajos de la época clásica china.
El libro está organizado en tres secciones: “Tradiciones y Rupturas” presenta un paisaje de la diversidad temática, estilística y filosófica que recorre la creación poética china; “Paisajes de guerra, condenas y destierros” entrelaza la sensibilidad poética con una historia plagada de conflictos, en el contexto de una concepción del tiempo en la que todo pasa y todo retorna; “Otras miradas: la poesía erótica china”, presenta algunas exploraciones en la vasta producción de literatura amorosa, hasta ahora poco transitada.
La primera sección está atravesada por el conflicto con el poder y con la autoridad. Los poetas escriben contra la doxa de Confucio y en una dirección contraria a la de ese dogma. Los poemas oscuros de Li He, por ejemplo, han sido fuente de inspiración incluso para el músico Roger Waters (“Aún montado a mi caballo, no logro regresar”). Estos poetas mueren, se exilian, se suicidan. Escriben libros cuyos títulos son escalofriantes por cómo interpelan este presente: Libro para quemar y Libro para esconder (Li Zhi); hablan sobre la guerra y sus “interminables nubes blancas” (Wang Wei); dan consejos desamorados: “No dejes que tu corazón se abra como se abre una flor,/ un atisbo de amor es un atisbo de ceniza” (Li Shangyin) o reflejan una desesperada realidad llena de olvido: “Oculto tras las flores del jardín, un corazón herido que nadie oye” (Zhao Meng Fu). Finalmente, estos poetas optan también por el silencio: “He dejado el laúd y el pincel, sin concluir” (Li Zhi).
La segunda sección continúa con el desgarro. Experiencias de trauma generan unas poéticas atravesadas por la añoranza de ese otro mundo que ya no existe: “Diez mil monedas de oro por una carta familiar”, escribe Du Fu en Reflexión en primavera. También “vuelan cuervos por el cielo escarchado/ los huesos blancos/de los soldados que han caído para la gloria del General” (“Fosa común”, de Zhang Pin). Imágenes contemporáneas del odio hacen afirmar a Xue Fengen que “el tiempo es un engaño”, y en un verso desesperado del poema “Senectud”, Du Fu declara: “Corren los ríos rojos de sangre./ Si creyera en el Cielo, me iría sin demora de este mundo”.
La tercera sección está dedicada a la erótica china, nunca antes contemplada por el canon orientalista formulado desde occidente, que sí había destinado en cambio un profundo interés a la representación sexual-salvaje de la geisha. De este modo, se construye una tradición por fuera de la clave moral y política sobre la imagen china, que muestra la pervivencia de un erotismo arcaico y nada sutil: “Con todo, cruzan la puerta”, dice Yu Xuanji. Liu Yong, por su parte, escribe “En un instante arrojo la costura incompleta,/me quito la falda de gasa de seda/con todo capricho, no tengo más límite./Dejé una lámpara frente al dosel:/cada momento dulce veré tu rostro”.