Las huellas del Cordobazo

El Cordobazo marcó una época de la historia argentina, más precisamente, una marca con al menos dos caras: una, la de los sujetos que lo vivenciaron y protagonizaron -los contemporáneos a los sucesos, la mayoría aún hoy entre nosotros-, y otra, que remite a su constante reinterpretación, al saber sobre ese pasado, en la que se entrecruzan la política, el conocimiento científico y el paso de la historia misma. Protesta obrera, movilización popular, estallido social, insurrección urbana son algunos de los términos frecuentemente utilizados para encontrar una definición y una significación a ese breve lapso de unas pocas horas que nos ha dejado para siempre las imágenes imborrables de columnas de miles de obreros marchando, nubes de gases lacrimógenos y escombros, combates de multitudes en medio de barricadas, locales de empresas extranjeras y decenas de autos en llamas, y la archiconocida instantánea del retroceso de las fuerzas represivas ante la intensa pedrea y bravura puesta por el pueblo cordobés en las calles. 

Pero lo visible, lo registrable empíricamente, apareció desde el vamos como algo insuficiente, ¿qué hubo detrás de él? ¿qué fue, más allá de lo observable? Reflexiones como la del sociólogo Juan Carlos Marín han tratado de capturar algo de esta incógnita: “El ‘cordobazo’ que asombró a todos, había sido provocado pero no esperado. Qué distinta lectura se hizo de ese proceso al cual todos llegaron tarde salvo las masas, y quizá por eso pudo producirse”. Pues aunque a posteriori se puedan identificar un conjunto de causas, algunas estructurales (el rápido proceso de industrialización cordobés, la política económica de la Revolución Argentina, el sofocante autoritarismo dictatorial, etc.), otras coyunturales (las ‘quitas zonales’ a los salarios, los ajustes y restricciones sobre la educación universitaria, la muerte de varios estudiantes en las protestas que venían desarrollándose desde semanas antes), el Cordobazo fue una sorpresa para todos los actores políticos y sociales de entonces. 

Es que la sorpresa es un atributo del acontecimiento histórico, y es así porque el acontecimiento es una reapertura de la historia que pone en escena lo nuevo, es creación. En este caso, lo distintivo fue la irrupción de una energía social, de una fuerza de masas, y por ello no es casual que se suelen utilizar metáforas fisico-químicas para referirse a sus consecuencias: el Cordobazo aceleró, galvanizó, catalizó, precipitó dispersas tendencias existentes en la sociedad hacia un porvenir. Fue además, un acontecimiento de los que no se veía en Argentina desde aquel 17 de octubre de 1945, donde miles de obreros ocuparon la escena pública desafiando los parámetros establecidos por un régimen que obturaba la participación de los sujetos que protagonizaban por entonces la transformación económica y social de la nación. Aunque la comparación debería terminar ahí, ya que el Cordobazo no se hizo en nombre de alguien, sino contra algo. Si carecer de una paternidad definida permitió la articulación del hecho de masas, posibilitó también la fabricación de un mito que permitiría diversas apropiaciones a la hora de evaluar las responsabilidades de la hora y alentar a la acción.

El Cordobazo, más allá de sus aspectos concretos y singulares alteró en sí una temporalidad, y ello -como ha señalado el filósofo Alain Badiou sobre este tipo de sucesos- puso en primer plano, contando con la legitimidad de las masas, el aspecto de la política: “Si el acontecimiento, la revuelta histórica, es un corte en el tiempo -corte en el que aparece el inexistente-, la organización es un fuera de tiempo que crea la subjetividad colectiva en que la existencia asumida del inexistente, a la luz de la Idea, va a enfrentar la fuerza conservadora del Estado, guardián de todas las opresiones temporales”. De ahí, que las diversas fuerzas políticas, estudiantiles y sindicales de la época que resistían al régimen dictatorial, ya sea por lograr el retorno a la democracia o la construcción del socialismo, terminaron formalizando el Cordobazo según sus programas e intereses preexistentes, reafirmando los caminos ya trazados. Y al parecer la operación no estaba tan desacertada: la protesta obrera creció, se fortalecieron las corrientes sindicales alternativas, las organizaciones armadas lograron aprobación popular, la dictadura retrocedió y se reabrió la legalidad política. Sin embargo, al poco tiempo el Cordobazo terminó por revelar uno de sus aspectos profundos: no era simplemente una manifestación de la historia nacional, sino además un síntoma del proceso de transformación del capitalismo planetario, cuyos nefastos efectos hoy transitamos.