Testimonio de un sobreviviente del Pozo de Quilmes podría llevar a la búsqueda de nuevo nieto o nieta nacido en cautiverio. En la audiencia declararon Diego Genoud y Fernando García
Secuestrado a mediados de marzo de 1977, Fernando García pasó por la Brigada de Investigaciones de la Policía Bonaerense en Quilmes donde supo que había una mujer embarazada de varios meses. El TOF Nº 1 aceptó el pedido del abogado de Abuelas de Plaza de Mayo para que se investigue este “nuevo caso posible” de una embarazada que habría dado a luz en cautiverio. Se trata de Beatriz Alicia Lenain.
“La mujer de Largo se llamaba Beatriz y estaba embarazada. Era hija de un coronel que había muerto. Tanto ella como su marido siguen desaparecidos. Ahí adentro me entero de que estaba embarazada. Tengo idea de que era un embarazo de unos 4 ó 5 meses”, afirmó Fernando García, sobreviviente del genocidio que a principios de mayo de 1977 fue trasladado al centro clandestino de detención que funcionaba en la Brigada de Quilmes, conocido años después como el Pozo de Quilmes.
En el marco de la audiencia número 55 del juicio por los delitos de lesa humanidad perpetrados hace más de 45 años en esa Brigada y en las de Banfield y de Lanús con asiento en Avellaneda, García brindó un valioso testimonio pues abrió la posibilidad de que haya nacido otro bebé durante el secuestro de su madre.
Al interrogar a García luego de su declaración, el abogado querellante de Abuelas de Plaza de Mayo, Emanuel Lovelli agradeció “particularmente” al sobreviviente “porque su testimonio da cuenta de otro bebé nacido en cautiverio al que hay que buscar”.
Por ese motivo el letrado pidió inmediatamente al Tribunal presidido por el juez Ricardo Basílico que “libre un oficio a la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (CONADI) y en particular al equipo de mujeres embarazadas durante el terrorismo de Estado para que informe sobre la identidad de Carlos Eduardo Garak ‘Largo” y Beatriz Alicia Lenain”.
El Tribunal que también integran los jueces Esteban Rodríguez Eggers, Walter Venditi y Fernando Canero, admitió el pedido y ordenó que se “libre oficio con carácter urgente”.
García fue secuestrado después del 15 de marzo de 1977. Luego de estar 20 días o un mes en el Vesubio, donde sufrió tortura, golpes y simulacro de fusilamiento, fue trasladado, con la violencia habitual, al Pozo de Quilmes.
Fernando García tenía por entonces 29 años. Se había recibido de Ingeniero Forestal en la UNLP y trabajaba como obrero de zanja en la entonces empresa de electricidad bonaerense llamada SEGBA. Su mujer estaba a punto de recibirse de abogada en la UBA. Ambos militaban en la Juventud Universitaria Peronista (JUP), aunque según su declaración, al momento de su secuestro él estaba alejado de la militancia aunque “de vez en cuando alguna pareja se quedaba a dormir en el living”, contó al Tribunal.
Lo secuestraron a la madrugada y se lo llevaron en ropa interior encapuchado y con las manos atadas. Golpeándolo mientras lo bajaban por las escaleras del edificio en Agrelo y Boedo.
A pesar de los 45 años que transcurrieron desde su secuestro, García aseguró que esos primeros momentos del secuestro “fueron de absoluta violencia” y que la “tortura con picana fue de varias horas” en el Vesubio, donde dijo que un día escuchó la voz de Elena Rinaldi, compañera casada con Enrique Poccetti, su gran amigo y compañero. Ambos están desaparecidos.
Tras un breve paso por una comisaría de Monte Chingolo o Lanús, lo llevaron de madrugada al Pozo de Quilmes donde lo pusieron solo en una celda. A los días “tiraron a una persona que estaba medio inconciente”. “Se ve que estaba muy golpeado o picaneado porque decía que le ‘molestaban los pajaritos que estaban cantando’. Ese muchacho de unos 27 años, flaquito, morocho y de pelo largo le dijo que lo llamaban el Chino.
Los guardias, contó, hablaban con algunos de los secuestrados más antiguos. Fue así cuando escuchó “claramente los nombres del Colo y de Largo”. Luego comunicándose con los otros detenidos supo que la mujer de Largo estaba en el piso de abajo, que estaba embarazada. Cuando lo liberaron del Pozo de Quilmes, Largo y su mujer quedaron allí.
Interrogado por el abogado querellante Pablo Llonto, García aseguró que a él le daba la impresión de que el Colo y Largo tenían una relación de compañerismo y que el primero parecía un militancia barrial o sindical.
Respecto de los guardias, el sobreviviente mencionó concretamente a uno que se presentaba como “Tatú” y que todos los días les decía “para ustedes yo soy Dios”. García comentó a los abogados que ese guardia podría ser cabo o sargento. “Tenía el comportamiento de un suboficial”, aseguró.
También recordó la noche en que lo sacaron de la celda y lo llevaron a una oficia donde “alguien me dijo que era un coronel del Ejército argentino”. Aunque en ese momento estaba encapuchado, García aseguró que ese hombre tenía una “forma de expresarse muy distinta a los guardias de todos los días. Si no era Coronel era algo más que la media” y consideró que tendría unos 50 años.
Recordó que “se comentaba que quien participaba de los interrogatorios (en el Pozo de Quilmes) era un barra brava de Quilmes conocido como “el negro Thomson”.
Antes de irse memorizó varios números de teléfono de compañeros que quedaban allí secuestrados. Con su mujer llamaron a dos números pero luego les dio miedo. Nunca llamaron al teléfono que les había dado Largo.
La humillación
Como las únicas pertenencias que tenía Fernando García esa noche era su ropa interior, allí en el Pozo de Quilmes le dieron ropa. “Me dieron un pantalón que descubri que era de mujer porque tenía el cierre al costado, un pullovercito rosa y un par de zapatos que no me entraban y que usé como chancletas”, contó.
Desde un auto lo dejaron a metros de la avenida Calchaqui que conocía bien. Después de intentar en vano tomar un colectivo que lo llevara a Capital, logró que otro le permitiera subir. Estaba sucio y vestido así. “La imagen que debía dar no debía ser muy confiable”, contó antes de asegurar que el colectivero le dijo “andá, andá, sentate atrás”.
Así pudo llegar hasta la casa de sus padres en Palermo y poco después volver a reunirse con su mujer y sus hijos. A fines de junio se fueron a vivir a Brasil.
Como en otras audiencias, el juez Rodríguez Eggers le preguntó a García cómo piensa que el Estado debería reparar “los agujeros en el alma” que le dejó el terrorismo de Estado.
“Los agujeros en el alma quedaron. Yo sé que definitivamente algo adentro mío se rompió. No pregunte qué es. Algo quedó lastimado ahí. Yo creo que a esta altura de mi vida, si el Estado pudiera hacer justicia me daría por conforme”, le respondió García al magistrado antes de volver a pensar en voz alta en su “amigo Poccetti. Era un tipo inteligente, compañero de la Facultad, increíblemente tierno. Era el que nos hacía escuchar los discos de los Beatles, nos leía a Cortázar. Que él no esté más me duele”, sostuvo.
“Si el Estado consigue hacer justicia, yo me sentiría satisfecho”, reiteró.
Primer testimonio de Diego Genoud
Antes del testimonio de Fernando García, declaró Diego Genoud , hijo de Manuel Elmina Santucho, quien permanece desaparecida.
Genoud, de 46 años, recordó que en el momento del secuestro de su madre en un departamento en Villa Crespo el 13 de julio de 1976 junto a su tía Cristina Navajas y Alicia D’Ambra, las tres militantes en el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), él, de un año y 4 meses, estaba con ellas y con sus primos Miguel y Camilo. Manuela era hermana de Mario Roberto Santucho, fundador del PRT e histórico dirigente del ERP, su brazo armado.
Manuela estuvo secuestrada en numerosos CCD, entre éstos el Pozo de Banfield.
Su padre, Alberto Genoud, estuvo preso entre 1974 y 1982 y por esa razón fue criado por sus abuelos paternos en Baradero. Recién a los 10 años fue a Santiago del Estero para conocer la historia materna.
Diego Genoud integró durante siete años la Asociación HIJOS. El martes expresó claramente su “desconfianza” del Poder Judicial y defendió una noción de justicia “que está más ligada a la condena social”.
Genoud reivindicó la militancia de su madre. “Tanto ella como el resto de los 30 mil desaparecidos, fueron víctimas, pero antes fueron militantes, asumieron compromisos, actuaron detrás de una convicción, pusieron el cuerpo en un contexto específico y participaron de una experiencia muy intensa y yo reivindico esa lucha, esa militancia revolucionaria de mi vieja, de mi viejo”, afirmó en esta primera vez que declara como testigo en un juicio de lesa humanidad.
La próxima audiencia será el martes 22 de febrero a las 9 hs.
Nota original: Gabriela Calotti
Aportes: Programa de Apoyo a Juicios UNLP