En la décimo novena audiencia del debate oral con modalidad virtual del Juicio Brigadas Banfield, Quilmes y Lanús, prestaron declaración testimonial lxs ex detenidxs-desaparecidxs Nicolás Barrionuevo y Oscar Pellejero y Sixto García, hermano del detenido-desaparecido Silvano García.
El primer testigo de la audiencia fue el ex detenido-desaparecido Nicolás Adán Barrionuevo, cuyo caso forma parte de este juicio. Su testimonio fue ofrecido por la fiscalía y por algunas de las querellas participantes.
Nicolás Barrionuevo fue detenido en el año 1976, siendo trabajador metalúrgico y delegado gremial en la fábrica de calefones Rheem, llamada SAIAR en ese entonces. Según relató el testigo, el 3 de abril de 1976, el ejército “copó la fábrica”, con un operativo que rodeaba todo el predio. Todos los trabajadores fueron llevados a la playa de la empresa, y fueron obligados a ir en grupos de cinco personas a los vestuarios. Allí les hicieron abrir las taquillas, por si tenían armas que “ellos presumían que nosotros podíamos tener”, relató Barrionuevo. No había más que los utensilios que usaban los trabajadores.
En ese operativo, separaron a siete de los compañeros, entre los que estaba incluido Barrionuevo, que fueron detenidos. Cuando los estaban llevando al camión para sacarlos de la fábrica, apareció el jefe de personal, Martínez Riviere, que más adelante “llegamos a informarnos que era uno más de ellos”, según recordó el testigo. Martínez Riviere, increpó teatralmente al capitán para que no se llevara a los trabajadores, y por eso fue detenido junto con ellos. Entre las personas secuestradas con él recordó a Argentino Cabral y a otras de apellido Campdepadrós, Varela, Codesal, Arezanchuk y Alegría.
Las ocho personas fueron trasladadas a la Comisaría 1era de Quilmes. Barrionuevo fue encerrado en un calabozo, junto a Martínez Riviere. Recordó que el jefe de personal no paraba de hacerle preguntas. Insistía mucho en que le diera un nombre, que le dijera “quiénes eran, dónde estaban”, aunque no estuviera seguro. Él supone que buscaban personas de la organización Montoneros. Barrionuevo se dio cuenta que la defensa de los trabajadores detenidos que Martínez Riviere había mostrado el día de la detención, era falsa. Días más tarde, un capitán del ejército, lo interrogó con las mismas preguntas que le había hecho el jefe de personal de la empresa. Él nuevamente se negó a hablar y lo amenazaron con torturas. Pero afirma que tanto para el Jefe de personal, como para el capitán, “el libreto era el mismo”. Ese mismo día lo sacaron del lugar, y lo llevaron a la comisaría de Temperley. Allí lo liberaron, 10 días después de su detención. Lo primero que hizo fue ir a la fábrica a tomar servicio, a pesar de su mal estado. Enseguida se dio cuenta que ya no lo trataban como antes. Lo observaban, lo controlaban y le hacían preguntas.
Barrionuevo describió el clima de terror que se vivía en la fábrica, durante el período previo a su segunda detención. Había secuestros y torturas permanentes a compañeros de la fábrica, que luego eran liberados. Hasta ese momento, había tres desaparecidos entre los trabajadores del establecimiento. Toda la situación era vivida por ellos como un acto intimidatorio, que formaba una “psicosis entre los trabajadores”. Describió que “era tal el clima que habían creado que era prácticamente insoportable”. Los tres trabajadores desaparecidos los recuerda como Ferreira, Luis “Sapo” Jaramillo (cuyo caso forma parte de este juicio y fue nombrado en diversos testimonios) y un compañero uruguayo al cual apodaban “el Tupa”.
Barrionuevo relató cómo fue su segundo secuestro, en el mes de junio. En la madrugada, llegaron a su casa tres hombres vestidos con uniforme militar. Relató que le robaron las pocas cosas de valor que tenía, y lo describe como “una rapiña increíble”. Él se encontraba con su esposa e hijxs. Verónica, su hija de 4 años, llegó a verlo atado y con los ojos vendados, un recuerdo que les quedó por siempre. Lo llevaron en un falcón, donde sufrió reiteradas sesiones de tortura. Se habían cumplido las amenazas del Capitán. “Yo no sabía nada de lo que ellos me preguntaban” reiteró. Más adelante se enteró que el lugar donde se encontraba era el Pozo de Banfield.
No recuerda cuánto tiempo estuvo en Banfield, pero en total fueron 5 meses en condición de desaparecido. Lo trasladaron en segundo lugar, a la comisaría de Lanús, que la reconoció porque la conocía de antes. Luego fue llevado a Villa devoto; estima que eran los primeros días de septiembre.
El 24 de septiembre ingresó a la Unidad 9 de La Plata. Lo recuerda porque era el día de la Virgen de la Merced, de la cual él es devoto. Durante el traslado y en La Plata, fueron muy golpeados y Barrionuevo quedó muy lastimado.
En la Unidad 9 pudo recibir la visita de su familia, pero al poco tiempo de su llegada se terminaron las llamadas “visitas de contacto”, y los encuentros se daban a través del “locutorio”. Describió este hecho como una tortura para ellos, tener que verse sólo a través del vidrio, durante largos años.
Barrionuevo recordó que estando en la Unidad 9, los obligaron a firmar su renuncia a la fábrica. Relató que “los hicieron renunciar, en un momento donde nadie podía entrar a la Unidad”.
La embajada de Estados Unidos llevó a cabo los trámites para lograr su liberación, ya que su hija Verónica había nacido en EEUU. Salió con libertad vigilada en junio de 1982. El 31 de diciembre de 1982 le dieron la libertad plena. Cuando volvió la democracia, Barrionuevo inició demandas al Estado, y tuvo éxito.
Por parte de la fiscalía, la abogada Ana Oberin le preguntó por su militancia gremial, y qué cambios trajo para los trabajadores de la fábrica. Barrionuevo respondió que “si, trajo cambios, y tal vez a eso se deba nuestra condena”. Contó que desde la Comisión interna, lograron la aplicación de la Ley de Seguridad Industrial, N° 19.585. A su vez, consiguieron un plus salarial por la explotación a la que estaban sometidos, y obtuvieron un comedor, que lograron tenerlo luego de 30 años de existencia de la fábrica. También equilibraron la obtención de premios a la producción y el respeto al horario.
Al ser consultado, el testigo relató que se enteró que estaba en el Pozo de Banfield por los otros detenidos. Supo que por allí pasó Edith Vera y su esposo Pablo, dos militantes oriundos de Córdoba, al igual que él. No los vio pero se enteró por otro compañero que pasaron por ahí. Codesal es el único de sus compañeros de la fábrica que había pasado por Banfield. Contó que a Codesal lo llevaron a presenciar una de las sesiones de tortura que padeció.
A Codesal, Cabral y Alegría, los vuelve a ver en la cárcel de Devoto. Había también mujeres, una profesora de filosofía de Mar del Plata, que les daba mucho apoyo anímico.
El testigo respondió acerca de haber recibido visitas de militares, como la del Coronel Sanchez Toranzo. Siempre con el mismo interrogatorio. A su vez, quería que hicieran una declaración de lo bien que los habían tratado en la cárcel, la cual se negaron a realizar.
La abogada Pía Garralda, de la querella de Justicia Ya, consultó al testigo por el nombre de las personas a cargo de la empresa en el momento de su secuestro. Barrionuevo nombró, por sobre Martínez Riviere, a Zorraquín, y a “un marino”, que era gerente general.
El segundo testimonio de la audiencia fue el de Sixto García. Sixto es hermano de Silvano García, víctima del terrorismo de estado, cuyo caso pertenece a este juicio. Él era delegado de la granja San Sebastián, del gremio Federación Argentina de Trabajadores Rurales (FATRE).
Sixto vivía en Merlo durante la dictadura. No tenía contacto fluido con su hermano, aunque otro de sus hermanos, Martín, a veces viajaba a la granja San Sebastian, en la localidad de Zelaya. Supo que en Zelaya comenzaron a preguntar por una “camioneta roja”, que era de ellos, desde donde se hacían pintadas y volanteadas.
El testigo relató que Silvano se había enterado del secuestro de algunos compañeros, por lo cual decidió trasladar a su familia a Merlo, a la casa de su hermana, y volvió a la granja San Sebastián, a pesar de encontrarse en peligro. Sixto recuerda sobre su hermano que “Él nunca retrocedía, ni un paso atrás”. Silvano les había pedido que si dentro de 2 o 3 días no tenían conocimiento de dónde estaba, trataran de averiguarlo. Al no tener noticias suyas, Martín, el menor de los tres hermanos García, fue hasta la casa de Silvano en la granja, y encontró todo revuelto. Se habían visto entrar patrulleros hasta la casa.
Silvano José García fue secuestrado el 26 de marzo de 1976, dentro de la Granja San Sebastián. SIlvano trabajaba y vivía allí, ya que le habían otorgado una vivienda que habitaba junto a sus tres hijos y su esposa Azucena de Rabbo que se encontraba embarazada. Tenía 31 años de edad en el momento de su secuestro.
Sixto contó que también militaba, y se lamentó no poder aportar más datos de primera mano sobre la desaparición de su hermano Silvano.
El tercer testimonio de la audiencia fue del sobreviviente Oscar Pellejero, cuyo caso forma parte de este juicio. Su testimonio fue ofrecido por la fiscalía y por algunas de las querellas participantes.
Oscar Pellejero fue secuestrado el 25 de marzo de 1976 por la noche, en la ciudad de Luján. El ejército se lo llevó de su casa. Solo logró identificar a uno de los militares que lo fue a buscar a la casa, ya que ese mismo día más temprano había hablado con él en la universidad. El militar le había preguntado por la Jefa de prensa del rector de aquel momento, casada con un diputado del Partido Comunista. Sólo recuerda que le decían “la Rusa”. Ese mismo hombre fue a buscarlo a la noche a la casa.
Pellejero contó que lo llevaron hasta el costado de la ruta, en las afueras de Luján, donde terminaba el Acceso Oeste en aquel entonces. Se encontraba junto a otras personas que en ese momento no pudo reconocer, por estar con los ojos vendados. Luego los trasladaron a la comisaría de Puente 12 y estuvieron allí hasta el día siguiente. Los despojaron de la ropa y los anillos que llevaban, y les dieron ropa vieja. Fueron llevados a otro lugar, donde los subieron por una escalera y los pusieron en calabozos individuales. Después de recuperar su libertad, supieron que se encontraban en el Pozo de Banfield. Allí diariamente les daban de comer y los regresaban al calabozo. No les permitían hablar con otrxs detenidxs. Un médico los revisaba y les daba dos pastillas que decía que eran para dormir -que nunca tomaban, por desconfianza- y dos cigarrillos Benson. Con el correr de los años, gracias a una fotografía publicada en el diario, Pellejero pudo reconocer que se trataba de Jorge Antonio Bergés. Sus fotos aparecieron en el diario cuando se empezó a hablar sobre el Plan sistemático de robo de bebés durante la dictadura.
En Banfield, un día llevaron a un grupo grande de personas secuestradas y por eso los pusieron de a dos personas por calabozo. Lo ubicaron junto a Alejandro Reinhold, que trabaja con él en la Universidad de Luján. Describió cómo era el lugar donde estuvo detenido y los calabozos. También recordó que con Reinhold armaron unas piezas de papel, que usaban para jugar ajedrez.
El testigo recordó que estuvieron 13 días en el Pozo de Banfield. El último día les dijeron que “todo había terminado”, les hicieron firmar unos papeles en blanco, y los llevaron al regimiento de Mercedes. También iban con gente de San Andrés de Giles, vinculados al ex presidente Héctor Cámpora. Ese mismo día, Pellejero, Héctor Pighin y Alejandro Reinhold, fueron trasladados a Luján, dejándolos en libertad, al costado de la ruta. Los agentes que los soltaron estaban vestidos de civil, eran muy jóvenes y tenían apariencia de personal militar.
Pellejero tenía 32 años en el momento en que fue secuestrado. Recordó que las torturas que sufrieron fueron las amenazas y los simulacros de fusilamientos ni bien fueron secuestrados, en las afueras de Luján.
Fue consultado por la fiscalía acerca de cómo supo que había estado en el Pozo de Banfield. Pellejero contó que fue a partir de las denuncias de su esposa y la de Reinhold, en distintas comisarías de Jauregui. Allí les dijeron que estaban en el Pozo de Banfield y a su vez, fueron golpeadas.
¿Cómo continuó su vida y su trabajo con posterioridad a lo que ocurrió? Se reencontró con su familia, volvió a la Universidad, que ya tenía un interventor militar: Tomassi. Se entrevistó con Tomassi, que le preguntó si lo habían torturado y le informó que Pellejero estaba “suspendido sin sueldo, por una investigación”. A partir de eso, y por el peligro que corrían, su familia se fue a Bahía Blanca, donde encontró trabajo como auditor de la UOCRA. Tomassi le dijo un tiempo después “lo suyo se está limpiando”, pero él igual renunció a la Universidad. También se integró al Conicet en 1982.
Pellejero concluyó que el vínculo que existía entre las tres personas de Luján que habían sido secuestradas juntas -él, Héctor Pighin y Alejandro Reinhold- fue su pertenencia a la Universidad. La Universidad de Luján fue la primera del país que incluyó a los no docentes en el gobierno de la universidad. Terminó su declaración contando que ellos fueron los primeros representantes del claustro de no docentes, y hoy supone que esa fue la causa de su secuestro.
El abogado de la querella Pedro Griffo solicitó que se vuelva a convocar a Pellejero, para que pueda efectuar el reconocimiento del álbum fotográfico del Pozo de Banfield.
La audiencia continuará el día martes 30 de marzo a las 9:30 horas, donde prestará su testimonio María Esther Alonso Morales, Raúl Alberto Marciano.