Reseña Audiencia 20 – 30 de marzo de 2021

    En la vigésima audiencia del debate oral con modalidad virtual del Juicio Brigadas Banfield, Quilmes y Lanús, prestaron declaración testimonial Raúl Alberto Marciano, ex detenido-desaparecido; María Ester Alonso Morales, hija de Jacinto Alonso Saborido y de Delfina Morales, nacida en cautiverio; y una persona sobreviviente que solicitó no dar difusión a su testimonio.

     

    La audiencia comenzó con el testimonio de María Ester Alonso Morales, ofrecido por la querella de la LADH representada por la abogada Guadalupe Godoy, quien aclaró que dicha convocatoria se enmarcó en la reconstrucción del secuestro y la detención del grupo conformado por Dalmiro Ismael Suárez, Nelfa Rufina Suárez, María Esther Alonso y Víctor Taboada, casos de este juicio

    Vale señalar que este es uno de los casos en los que, por sus características, el criterio históricamente promovido por las querellas de juzgamiento por centro clandestino de detención presenta ciertos límites. En este caso, la situación particular de Delfina Morales que fue secuestrada junto al resto del grupo, pero por su avanzado embarazo fue luego llevada a una clínica en Bernal para que nacieran sus mellizas y por lo tanto, se reencontró con el grupo recién en la cárcel de Olmos, sin pasar previamente por el Pozo de Bánfield. 

    María Ester explicó que este relato es una muestra de la reconstrucción histórica y del trabajo de archivo que realizó sobre su vida, la de sus padres y sus compañerxs. Puso a disposición del Tribunal todos los documentos que ha ido recopilando; y explicó que fue una búsqueda que emprendió a los 20 años  siendo estudiante de Derecho en la UNLP mientras militaba en los inicios de  HIJOS La Plata. Se nutrió del testimonio de su madre que fue corroborando en su investigación con expedientes penales, recursos de Habeas Corpus y recortes periodísticos que fueron muy difíciles de encontrar. Implicaron, por ejemplo, revisar manualmente en los libros índices de toda la jurisdicción buscando por apellido esos expedientes.

    Resaltó que hay dos hechos claves para entender su declaración: por un lado, el enfrentamiento armado del 7 de octubre de 1974 donde perdió la vida Jacinto Alonso Saborido, su padre. Por el otro lado, la detención de su madre, Rosa Delfina Morales, de una casa en Bernal que compartía con sus compañerxs de militancia el 13 de noviembre de 1974, así como el nacimiento en cautiverio de ella y su hermana María Elena. Cuando comenzó su testimonio, hizo una breve referencia a la biografía de sus padres: Jacinto, “el gallego”, nació en España y creció en el barrio Liniers de Buenos Aires; cursó el bachillerato en el Colegio Nacional de San Martín y al crecer, la militancia se convirtió en su oficio. Rosa Delfina nació en el seno de una familia numerosa de campo en Santiago del Estero; de chica, su madre la entregó a una familia para que la criara y trabajara en su casa. No fue a la escuela. En su juventud llegó a Buenos Aires con otra familia e hizo un curso de cocina en una escuela de oficio para independizarse de “sus patrones”. Con mucho esfuerzo cambió de trabajo y se introdujo en la política. María Ester relató cómo Jacinto y Delfina se conocieron militando en el Partido Revolucionario de los Trabajadores y también mencionó la última casa donde vivieron juntos en Lanús, que su padre alquiló con su nombre real: “antes de todo lo trágico, hubo una vida”. 

    María Ester hizo referencia al contexto histórico de radicalización política y de la lucha armada del año 1974. Mencionó el asesinato de Silvio Frondizi y la masacre de Capilla del Rosario, donde 16 guerrilleros del ERP fueron detenidos por el Ejército y aunque se entregaron desarmados, fueron fusilados. Después de este hecho el ERP decidió una campaña de represalia al Ejército, reclamando que se respete la convención de Ginebra.  En este contexto se dio el operativo en el que interceptaron al Mayor del Ejército Argentino, Jaime Gimeno, en la puerta de su domicilio en Banfield. En el enfrentamiento perdieron la vida Gimeno, Jacinto Alonso Saborido y Arístides Suárez, en tanto que Eduardo Hernihold fue herido, detenido y luego fue reportado muerto en un traslado, aunque nunca se supo qué sucedió realmente con él. 

    Luego de este hecho y por la difusión mediática del mismo, el propietario de la casa que alquilaban Jacinto y Delfina en Lanús, los denunció, desatándose entonces una feroz persecución sobre todo el grupo del PRT al que pertenecían. Según lo que relató María Ester, la pérdida de su padre fue un momento muy difícil y confuso en la vida de su madre. Finalmente consiguieron una casa en Bernal que era de la madre de un compañero, donde María Esther Alonso y Nelfa Suárez cuidaron de Delfina que estaba en la última etapa de su embarazo.

    El 13 de noviembre de 1974 por la noche la Policía irrumpió en ese domicilio. Primero los registraron a todos en la Comisaría de Bernal pero luego los separaron: Nelfa, Dalmiro, María Esther y Víctor fueron llevados a la Brigada de Banfield, mientras que a Delfina la dejaron en Bernal. Es importante señalar que, de acuerdo al Trabajo de Recopliacion de datos de la AEDD, Banfield comenzó a funcionar como CCD con la llegada de Barry, Franchi, Negro y todo este grupo.

    En su testimonio, María Ester volvió en reiteradas ocasiones a la causa de aquella época, donde se denunciaron los apremios ilegales. Según consta allí, los familiares de Nelfa, Dalmiro y María Esther hicieron múltiples presentaciones judiciales y Habeas Corpus por la vida y el bienestar de todos los integrantes de este grupo. Además, en esa causa quedó registrada la muerte de Víctor Taboada: varios oficiales declararon que lo encontraron sin vida en su celda en Banfield. Lo más importante es la constancia que dejó el sereno de la morgue de que el cuerpo fue robado; Víctor continúa desaparecido.

    Del mismo expediente surge también “que estaban todos alojados en la división Delitos contra la Propiedad de Banfield, menos Morales. Y que estaban detenidos a disposición del Juez Grau por violación de la Ley 20840 y tenencia de armas de guerra”. Delfina Morales le contó a su hija que en la casa de Bernal no había armas sino que estaban escondidos porque sabían que eran perseguidos. Además, María Ester señaló que una de las cosas que más le dolieron a su madre fue que le robaron el ajuar que con tanto esfuerzo había armado junto a sus compañeras.

    Delfina quedó sola, detenida en la Comisaría de Bernal desde el 13 de noviembre hasta el 16 de ese mismo mes. “Todo esto ella me lo ha contado con muchísima dificultad y pesar, a cuenta gotas (…) A pesar de su estado de gravidez, los tratos que recibió no fueron distintos a las prácticas que después fueron conocidas durante el terrorismo de Estado de la dictadura (…) Lo que más le dolió es que constantemente trataban de hacerle firmar un papel para que nos entregue”. Le insistieron para que dé voluntariamente en adopción a su hijo por nacer -no sabían que eran dos nenas- y cuando Delfina se negó empezaron con las amenazas: “dalo en adopción porque vos no lo vas a ver crecer, no vas a sobrevivir”.

    Al entrar en trabajo de parto, la llevaron al Policlínico de Bernal que estaba en la esquina de la Comisaría. Allí los policías implementaron un operativo de custodia permanente, asegurándoles a los médicos que era necesario porque era una “terrorista” que podía escaparse. Los médicos dijeron que en ese estado no podía ir a ningún lado. Esos mismos médicos junto a las parteras hicieron una colecta para comprarles ropa a las bebés recién nacidas y comida para Delfina, que hacía muchos días que no ingería nada y tenía que amamantar. Sus compañeros estaban muy preocupados por su destino y el de las nenas; citando a Abuelas, María Ester lo dejó muy claro, “los hijos éramos botín de guerra”.

    Posteriormente explicó que su madre fue llevada a Olmos. En la ficha criminológica de Delfina quedó la constancia de que cuando llegó al penal María Elena y Maria Ester tenían tres días de vida. Pasaron su primer año detenidas. En Olmos se encontraron con María Esther Alonso y con Nelfa Suárez, que dio a luz a Víctor Benjamín Taboada. También estuvieron con Silvia Negro, quien tuvo allí a su hijo Leonardo, Nelly Ramos, Alicia Bello, Susana Mata, quien tuvo a Alejandrina Barry, Laura Franchi, quien dio a luz a Silvina Stirnemann, Perla Diez y Stella Maris Martinez. En la causa de apremios ilegales están las copias de las declaraciones del año ‘74 de Delfina, Nelfa, Dalmiro y Maria Esther donde refieren todo lo que vivieron y los tormentos a los que fueron sometidos. Cuando le tomaron declaración a Delfina, fue con una fuerte custodia armada.

    Delfina fue liberada en enero de 1976 junto con María Segunda Casado -que está desaparecida-. La llevaron custodiada a Lima, Perú, y en el aeropuerto fue recibida por un comité de solidaridad a los presos políticos exiliados de Argentina. Trabajó mucho para juntar plata y volver al país a reencontrarse con María Elena y María Ester, quienes habían quedado al cuidado de una compañera solidaria con el Partido. Delfina logró volver clandestinamente -con el nombre de una maestra salteña-, pero Olga estaba desaparecida. Encontrar y recuperar a sus hijas fue un camino largo y difícil. Estaban con una familia cercana a Familiares que quería “adoptarlas”, aunque finalmente se vieron obligados a devolverlas a su madre.

    El exilio interno lo hicieron en Santiago del Estero, la provincia donde Delfina había nacido. Los represores seguían preguntando por ella: “en Buenos Aires les decían que se había ido a Santiago y en Santiago que estaba en Buenos Aires… y así pasó el tiempo”. Durante la dictadura pasaron por distintas escuelas, incluso por un internado y vivieron en la clandestinidad. En el año 1984 hicieron los documentos y en el 85 pudieron volver a La Plata las tres juntas. 

    Hacia el final de la audiencia y ante la pregunta por su identidad y su apellido, María Ester dijo que le “parece muy importante rescatar esto, porque no fue la única hija con problemas de filiación”. Se acercó a Abuelas buscando ayuda “ustedes buscan a sus nietos, yo busco a mi abuela” y pudo conectarse con su abuela paterna. Se presentó en la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad e inició en el año 1996 el primer legajo por filiación; “una hija que sabía quién era la familia pero no tenía los elementos para demostrarlo y necesitaba una prueba de ADN en el Banco Nacional de Datos Genéticos”. Y así, con el apoyo de la CONADI, Abuelas e HIJOS La Plata pudo presentar la demanda ante un Tribunal, aunque aclaró que “no es un conflicto ni una disputa familiar, sino una cuestión de reparación”. Logró comprobar su identidad y adoptar también el apellido de su padre.

    Respecto a su partida de nacimiento comentó que fue anotada en abril de 1975 como nacida en noviembre del 74 en Bernal, en un libro movil que llevaban a la cárcel. Allí dice que su nacimiento fue constatado por un expediente -y no por un médico o una partera como es tradicional-; cuando consultó por esto, la empleada del Registro de las Personas de La Plata dijo “ah! Estos son los chicos de la subversión, estos son los partos de la subversivas”. Ningún médico se había animado a constatar su nacimiento.

    Al terminar su testimonio María Ester agradeció al Tribunal, a los compañeros y las compañeras que la acompañaron en este camino, HIJOS, Abuelas de Plaza de Mayo, los colegas de APDH La Plata, de la Asociación de ex-detenidos, a su familia en Galicia y en Alemania. Por último, leyó un poema que le escribió a los Hijos: 

    Madurar

    Nacimos huérfanos

    crecimos a la intemperie

    envejecimos de chicos

    nacimos a la intemperie

    crecimos huérfanos

    envejecimos de chicos

    huérfanos de intemperie

    envejecimos de chicos. 

    “Juicio y castigo. Gracias”, fueron sus palabras finales.

    La audiencia continuó con la declaración testimonial de Raúl Alberto Marciano, quien hizo una síntesis del mes en el que estuvo detenido-desaparecido en distintos CCDTyE y su detención como preso político durante casi siete años. Al momento de su detención, Marciano y su esposa Eva Orifici tenían entre 27 y 25 años. Eva era docente y tenía actividad gremial, Raúl Alberto hacía trabajos de carpintería. Ambos tenían actividad política en la Juventud Peronista en la zona de Escobar-Pilar desde 1974. Anteriormente habían participado del FAS y él también había militado en la Iglesia con los curas del Tercer Mundo. 

    Explicó los detalles de su secuestro la noche del 29 de marzo de 1976 y señaló que al momento de declarar cumplían el 45° aniversario de su primer día secuestrados. Una patota de alrededor de 8 personas de civil y con caretas ingresó a su hogar en la localidad de Del Viso y entre “improperios, golpes e insultos” los ataron y los subieron a dos autos grandes. Los secuestradores se quedaron en su casa con Martín, su hijo de dos años y medio. Sobre esta situación Marciano dijo que “esa fue nuestra peor tortura (…) no supimos qué pasó con él hasta que llegamos a la cárcel y pudimos ponernos en contacto con nuestros familiares (…) fue muy torturante y yo creo que también jugaban con esto (los militares), con el manejo que hacían de nuestros hijos”.

    Primero los llevaron a la Comisaría de Escobar, los introdujeron en un celular donde pasaron la noche con otros compañeros detenidos en el lugar; entre ellos estaban José Gonçalves y Enrique Tomanelli. Los trasladaron a la zona de Zárate- Campana, en donde pasaron por varios Centros Clandestinos. Estimó que el primer lugar al que los llevaron fue el Tiro Federal de Campana, explicó que las condiciones siempre eran deplorables y que se encontraron con otros detenidos, todos vendados y atados.

    Posteriormente los trasladaron al que luego reconocieron como el ARA Murature, un barco anclado en el río Paraná, muy cerca del puerto de Zárate que “fue prácticamente un infierno, el peor lugar donde estuvimos”. Fueron sometidos a todo tipo de tormentos, explicó que en esas condiciones los sentidos se potencian y se perciben cosas que en otro momento no se podría. De este lugar recordó a la doctora Velazco y su esposo, de apellido Morini. 

    En lancha o algo similar los trasladaron a lo que considera fue el arsenal Naval de Zárate donde también fueron torturados; “el tiempo ya es muy difícil estimarlo, pero debemos haber estado 4 o 5 días”. Luego los llevaron a la Mansión Guerchi, una casa abandonada y tomada por el Ejército para llevar detenidos. En ese lugar, todavía con su esposa, estuvieron muy poco tiempo.

    Los sacaron en camiones y los trasladaron. Reconoció el recorrido porque fueron por una autopista que no podía ser otra que la Panamericana y pararon en el camino para intercambiar prisioneros. Pasaron por un puente con tablas de madera, que pudo reconocer como el Puente La Noria. A partir del croquis que hizo cuando declaró en la CONADEP, pudo reconocer que los habían llevado al Pozo de Banfield; había que subir bastante por una escalera angosta, hasta una gran sala con dos filas de calabozos individuales enfrentados por la parte de atrás. Este fue el primer lugar en el que le retiraron las vendas y, por lo tanto, el primer lugar donde vieron personal con uniforme policial y otros de civil. Fue también el primer lugar donde les permitieron higienizarse, y les dieron comida y agua por primera vez en 20 días o más. Aseguró que no recibieron el mismo trato que en los otros Centros y estimó que “nos habían llevado ahí para mejorar nuestro estado físico y de salud para trasladarnos a la cárcel, legalizarnos”. 

    Recordó que en Banfield estuvo con Eva Orifici -su esposa-, Alberto Mesa, Blanca Buda -que estuvo en la misma celda que su esposa-, Valerio Salvador Ubiedo -que resultó ser el hermano de Orlando a quien él conocía-, Bonet y Juan Neme: “todos compañeros que siguieron más o menos el mismo circuito que nosotros”. Más allá de no haber sido sometidos a tormentos como en otros lugares, todas las noches se esuchaban las sesiones de tortura a otros compañeros en el piso de abajo. Ellos también fueron interrogados: las preguntas se centraron en cuestiones político-ideológicas y aunque recibió algunos golpes, aseguró que no tuvo nada que ver con las características de los interrogatorios anteriores.

    Más adelante los llevaron en un furgón a Coordinación Federal, donde estuvieron 3 o 4 días. Aunque allí no recibieron tratos violentos -supuestamente en esa altura ya estaban a disposición del PEN aunque todavía no lo sabían-, si pudieron escuchar y tuvieron percepción de las violencias a las que sometían a otros compañeros y los abusos a las compañeras. Señaló esto como una forma de tortura para todos.

    Posteriormente los trasladaron en un avión pequeño, para 8 o 9 personas hasta el Aeroclub de Azul, y de allí fueron en colectivo hasta la cárcel de Sierra Chica en donde pasó 3 años. Cuando desarmaron este Penal, trasladaron a todos los detenidos que eran alrededor de 400. Marciano estuvo alrededor de un mes en La Plata y después fue llevado a la Cárcel de Caseros, donde recuperó su libertad en agosto de 1982. Sobre este último lugar señaló que era un “edificio sumamente represivo”, no podían estar en ningún momento a cielo abierto y ante esta situación sus padres hicieron una presentación judicial por su salud.

    Luego de su liberación estuvo un año con libertad vigilada, yendo a la comisaría local cada tres meses a firmar un acta y recibiendo visitas semanales del personal policial de la Brigada de San Martín. Vivía junto a su esposa en la casa de sus padres en Del Viso -en la localidad donde aún hoy viven-, en un régimen degradante que no les permitía moverse, ni trabajar libremente.

    Tuvieron mucho apoyo y solidaridad de los organismos de derechos humanos y de los consulados de Bélgica e Italia que los ayudaban monetariamente. “Cuando volvió la democracia hubo que reconstruir todo porque habíamos perdido todo (…) nos habían robado todas nuestras pertenencias (…) llevó bastante tiempo rehacer la vida normal”. Raúl terminó el secundario y siguió con las tareas de carpintería, Eva recuperó su cargo docente y vendían pizzas caseras. Finalmente, él se recibió de docente en la Universidad de Luján y dió clases hasta que se jubiló. “En el 2004 tuvimos oportunidad de reconocer los lugares donde estuvimos detenidos y participamos de varios juicios”.

    Sobre el reencuentro con Martín explicó que sucedió en las cárceles, dado que Eva también estaba presa en Devoto: sus familiares lo llevaban a visitarlos pero “el contacto a través de un vidrio no tiene nada que ver (…) el primer contacto con Martín, después de una espera de casi siete años para volver a abrazarlo, fue algo enorme, me emociono de solo recordarlo”. Martín tuvo que dividirse entre su abuela y sus padres, porque ella había sido su madre durante todos esos años.

    Finalizó su testimonio “con lo que pedimos siempre, que haya justicia y los culpables sean castigados”.

    La audiencia continuará el día martes 6 de abril con las declaraciones testimoniales de Maria Ester Buet, Stella Maris Soria y Norma Soria, familiares de Miguel Angel Soria, trabajador del Astilleros Río Santiago secuestrado en junio de 1976

    Link La Retaguardia: 

    http://[youtube https://www.youtube.com/watch?v=4rINfz5No6c&w=560&h=315]