Reseña Audiencia 26 – 11 de mayo de 2021

    En la vigésimo sexta audiencia del debate oral con modalidad virtual del Juicio Brigadas Banfield, Quilmes y Lanús, prestaron declaración testimonial Nora Ungaro y Walter Docters, sobrevivientes del Pozo de Quilmes y Marta Ungaro, hermana de Nora y de Horacio Ungaro, caso de este juicio que permanece detenido-desaparecido.

     

    La primera testigo de la jornada fue Nora Alicia Úngaro. Su caso forma parte de este juicio, por su paso por Quilmes ; y también el de su hermano Horacio Úngaro, por haber sido visto en el Pozo de Banfield.  Nora ha declarado en el Juicio a las Juntas, en el Juicio por la Verdad, en el juicio contra Etchecolatz (2006), Von Wernich (2007), Circuito Camps (2012) entre otros. Por el tramo de su secuestro y permanencia en Arana fue caso en el juicio Circuito Camps.

    Su relato comenzó con el secuestro de su hermano y de Daniel Racero, que estaba en la casa de la familia, el 16 de septiembre. Contó que a partir de allí su mamá comenzó a hacer  “los trámites que se hacían en esta época”, y los hacía por los dos chicos secuestrados en su casa. Mostró el pañuelo blanco de la madre, que tenía bordado el nombre de Horacio y también el de Daniel. 

    “Los chicos no son un número. Los chicos tenían sueños, tenían proyectos de vida. Daniel estaba en la Escuela Industrial. Siempre hacía chistes diciendo que quería ser abogado. Mi hermano iba a la escuela a la mañana. A Daniel le encantaba molestarlo a Horacio, que por cualquier cosita se ponía colorado”, relató.

    “Jugaban, se hacían cosquillas. Venían a tomar la merienda, les encantaban los panqueques con dulce de leche y después ya empezaban con seriedad sus charlas de política”, relató Nora Ungaro sobre aquellas tardes en el departamento en el que vivían cerca del Hipódromo platense.

    Luego detalló las historias de vida de les jóvenes desaparecidxs del suceso denominado “Noche de los Lápices”, del que Daniel y Horacio forman parte.  Recordó a la hermana de Daniel, Silvia. Mientras Daniel confeccionaba volantes para repartir en las escuelas, su hermana lo retaba, porque creía que era peligroso para él, y al mismo tiempo, lo ayudaba a ordenar los volantes. “Un común denominador para la gente de esa época era la solidaridad. Daniel compartía lo que tenía” contó. 

    Nora fue relatando las historias de lxs chicxs, mostrando los proyectos de vida que quedan truncados. María Claudia Falcone y Francisco López Muntaner que estudiaban en el Bachillerato de Bellas Artes, María Clara Ciocchini que estaba en La Plata porque ya la habían ido a buscar a Bahía Blanca. María Clara no se quería ir, pero los compañeros la convencieron. Claudia y María Clara, se quedaron en la casa de la tía de María Claudia. 

    María Clara comenzó a salir con su hermano. Recordó que era muy afectuosa al igual que Horacio. Contó muchas anécdotas de su familia: “Con respecto a mi hermano. Es el menor de cuatro hermanos. Fue muy amado y esperado”. Recordó que la primera palabra que dijo fue “Marta”, por su hermana. Estaban todo el día jugando con él. A toda la familia le gustaba mucho leer. Les gustaba mucho Julio Verne, Emilio Salgari. “Somos familias enteras que hemos sido afectadas. Es tan injusto”.

    Luego Nora relató su secuestro. Comenzó contando que en ese momento tenía 22 años, estudiaba veterinaria en la UNLP y trabajaba en un comercio. Había crecido en el seno de una familia donde la militancia y la políticas eran buenas palabras. “Todos militábamos desde chicos (…) y lo digo con mucho orgullo”.

    Dos semanas después del secuestro de su hermano, el 30 de septiembre de 1976,  Nora fue secuestrada también, en la casa de Daniel Racero, en calle 13 y 38 de La Plata, a donde había ido a buscar el DNI, para los trámites que estaban haciendo. Fue llevada a 1 y 60 donde funciona el Cuerpo de Infantería de la Policía de la Provincia bonaerense y el Regimiento de Caballería. “Lo reconozco porque era una caballeriza” y por que el trayecto no había sido “tan largo”. De allí fue conducida a un lugar que luego supo que era Arana.  

    Nora describió las torturas sufridas, las preguntas sobre militancia y prensa militante mientras los torturadores comían y pedían que les pasaran la mayonesa. Contó además, el ensañamiento especial con las mujeres y los manoseos y toqueteos luego de los tormentos. “¿Quién hace eso? ¿Quién los formó para que hagan eso? ¿Quién les permitió que hicieran eso?”, se preguntó.

    Estando en Arana se dio cuenta de que la habían llevado hasta allí con Ana Diego, estudiante de Astronomía de 21 años y Carlos Schultz, de Medicina,  los dos militantes de la FJC a quienes conocía. Recordó a Angela López Martín, profesora de Geografía del Colegio Nacional de 29 años, su papá era profesor en Bellas Artes;  a Amalia Acosta que se presentó como Eliana compañera  de Esteban Badel con quien tenía dos hijos, por los que estaba muy preocupada. Eliana tenía 32 años, era chilena y estudiaba psicología y medicina.

    “Ellas eran más grandes que Ana y que yo y a pesar de todo nos protegían, trataban de darnos ánimo”, recordó.” Ángela nos decía ´las voy a hacer viajar´, y les contaba un viaje por cataratas. Nosotras sentíamos que nos salpicaba el agua”. Angela y Eliana “estaban muy mal, muy golpeadas. Y pienso ahora, ¡qué personas hemos perdido! Qué personas ha perdido esta sociedad!”.

    Años después, los padres de Eliana pudieron recuperar a sus nietos y llevárselos a Chile. Eliana y Angela permanecen desaparecidas. En Arana conoció además a un muchacho que le decían “Napo” y a una chica que le decían “la paraguaya”, a quien luego identificaría como Marlene Katherine Kegler Krug.

    Al día siguiente los llevan a la Brigada de Quilmes, donde las mujeres sufrieron manoseos mientras subían la escalera. Allí permaneció unos cinco días y pudo saber que Horacio y Daniel no estaban allí. “A ellos los bajan en otro lugar cuando nos traen a nosotros acá”, le respondió aquel día Emilce Moler, estudiante secundaria de Bellas Artes que ya se encontraba en el lugar.

    Sobre los represores relató que cada uno cumplía su función. “Estaban los que secuestraban, los que torturaban e interrogaban y el que se daba vuelta por las celdas. (…) Cada uno cumplía su rol y son todos culpables”, afirmó. En Quilmes la situación era diferente. “No nos pegaron, no nos interrogaron. Dormíamos en el piso en una colcheneta finita que parecía una alfombra. Los guardia cárceles nos alcanzaban algo de comida o mate cocido con un pedazo de pan (…) En todo ese lapso ni en Arana ni en Quilmes, no nos bañamos”.

    De Quilmes la volvieron a llevar, esta vez sola, a Arana. En el Pozo quedaron Ana Diego, Eliana, Angela Lopez Martin, Osvaldo Busetto, Victor Treviño, Gustavo Calotti, Emilce Moler, Patricia Miranda, todos quedan con vida en Quilmes. ” De todos los que nombré, la mayoría nunca volvió”, precisó.

    De regreso a Arana la pusieron en un celda con cuatro chicos secuestrados, entre ellos uno al que le habían fracturado las manos y después en en otra celda más chica con Nilda Eloy, fallecida en 2017. Por entonces Nilda Eloy tenía 19 años. Nora resaltó la militancia y las luchas por justicia de Nilda Eloy hasta el lmomento de su muerte.

    En Arana también estuvo con Mario Salerno, que estaba herido sin que nadie lo atendiera y con varios estudiantes de Veterinaria como Rodolfo Torresi y Bernardo Cané, ex director del Senasa. Mario Salerno continúa desaparecido. Recordó también que llevaron allí a Inés María Pedemonte junto a otra chica y que se cruzó con Walter Docters, a quien pudo ver en realidad años después, agregó en un relato minucioso tratando de acordarse de cada víctima, de cada detalle. “Esto de ser sobreviviente nos va a acompañar toda la vida”, sostuvo.

    Tal como lo había hecho en el juicio Circuito Camps, mencionó como represores que actuaban en ese lugar al “coronel Vargas” que era el coronel Ricardo Campoamor, “el cura” y Grillo que “contactaba familiares y vendía información”. Grillo resultó condenado en el año 2012 a prisión perpetua por los delitos cometidos en ese centro clandestino.

    “Nos destrozaron la vida. Eramos cuatro hermanos. Ya dejamos de ser cuatro. Nos faltaba Horacito”, explicó al ser interrogada sobre cómo rearmó su vida. Recordó aquel jardinero blanco que su mamá le compró cuando la liberaron y la mirada de sus padres cuando se despertó: “tenían la mirada de cuando vez por primera vez a tu hijo”.

    “Les pido por favor, es justicia, no es venganza”, concluyó Nora Ungaro, luego de subrayar que sobrevivientes y familiares han esperado 45 años para que este juicio vea la luz.

    La audiencia continuó con la declaración de Marta Ungaro, que juró ante el Tribunal “por mi hermano Horacio y por los 30 mil detenidos-desaparecidos”. Antes de comenzar, Marta se tomó un momento para recordar a quienes lucharon por la verdad y la justicia durante años pero que no llegaron a este juicio. Recordó a Virginia Ogando, que no logró abrazar a su hermano Martín, a Adelina Alaye y a todas las Madres, a Adriana Calvo y Nilda Eloy y a quienes se ha llevado el Covid como Juan Scatolini  y Jorge Watts. 

    Marta contó que su hermano Horacio “era un chico de 17 años, como toda esa generación, estudiaba, hacía muchas actividades”. Nadaba por el club Universitario, estudiaba francés, tenía la idea de ser un médico al servicio de las causas populares, era jugador de ajedrez y hace poco el club Estudiantes le entregó a la familia su ficha de inscripción. Ante esto, la testimoniante señaló cuán importante es que cada espacio de sociabilidad recuerde a sus desaparecidos. La noche anterior al secuestro, Horacio se había quedado pintando su guardapolvo para el 21 de septiembre con el ojo del Guernica, Marta lo mostró a cámara. “Han pasado tantos años que quiero que cada uno de ustedes tenga una semblanza de cómo era mi hermano y a su vez como eran cada uno de los detenidos-desaparecidos”.

    “Se vivía un marco de muchas desapariciones y asesinatos antes del golpe de estado que se empezó a vislumbrar con el asesinato de Patulo Rave en diciembre del 75”. Según explicó Marta Ungaro los estudiantes secundarios fueron perdiendo compañeros, en la primera semana de septiembre secuestraron a tres estudiantes del Colegio Nacional que luego fueron liberados; entre ellos estaba Víctor Marcasciano, caso de este juicio. Al describir las luchas de estos estudiantes, mostró a cámara el carnet del boleto secundario de su hermano. El boleto se había conseguido en el año 1975 y en el 76 fue anulado, “así que los chicos, yendo a la escuela, seguían haciendo una resistencia y una denuncia a la dictadura” aseguró Marta. Más adelante en la audiencia la testimoniante también mencionó que tomó contacto con un Manual de Lucha contra la Subversión que sacó el Ministerio de Educación para disciplinar en los colegios y las universidades a los estudiantes y cómo descalabrar los movimientos de resistencia y denuncia.

    La última vez que estuvo con Horacio, vio que en su mesita de luz tenía el Diario del Che y un manual de filosofía, “a mi nunca me van a agarrar un libro, me podrán detener a mi pero nunca un libro” contó Marta que le dijo su hermano. Su familia y ella con su hermana vivían en los monoblocks que están por el Hipódromo. En la madrugada del 16 de septiembre su madre fue a avisarles que Horacio y Daniel Racero -que estaba quedándose a dormir- habían sido secuestrados. “Su perra estaba llorando (…) cuando corrí al dormitorio vi que la ventana estaba levantada y los libros estaban ahí tirados. Siempre pensé la fuerza que tenía que tener un chico de 17 años para, en el momento en el que lo estaban por detener, preservar y salvar sus libros”.

    “Ahí empezó el periplo de querer presentar un Habeas Corpus”. La semana anterior habían sido secuestrados y asesinados Domingo Teruggi y Sergio Karakachoff,  dos abogados que tenían el estudio juntos. Frente a esto Marta explicó que no conseguían quién redacte el primer Hábeas Corpus y lo terminó haciendo su padre por derecho propio. Rápidamente llamaron a la madre de Daniel Racero para contarle lo que había pasado; se contactó con ellos la familia Falcone, dado que María Claudia y María Clara Ciocchini habían sido secuestradas esa misma noche; además les avisaron del secuestro de López Muntaner y se pusieron en contacto con ellos también: “muchos pedidos y actividades y cosas hicimos conjuntamente”. 

    En este marco Nora, su hermana, fue secuestrada en la casa de Daniel Racero el 30 de septiembre al mediodía. Juan Manuel Villareal fue el abogado que presentó su Habeas Corpus. “Y ahí siguieron todos los trámites, la penuria, la angustia. Porque nosotros salimos a buscar durante años la aparición con vida de cada uno de nuestros desaparecidos (…) a Nora la liberan, sabíamos que había un centro del que cada tanto liberaban a alguno. Pero Horacio no apareció más, ni Daniel”. Recién supieron que Horacio había estado vivo cuando legalizaron a Pablo Diaz y su hermana fue a la casa de la familia Falcone.

    Continuó relatando que Carlos Hours -un policía bonaerense que declaró y aportó información en CONADEP y el Juicio a las Juntas- declaró en el Juicio a la Juntas que presenció los asesinatos de los chicos en el sótano de Banfield; tanto en la Conadep como en el Juicio reconoció a Horacio con mucha precisión y seguridad.

    Marta se refirió luego a Juan Miguel Wolk, el responsable del Pozo de Banfield en ese entonces. Contó que en el marco del Juicio por la Verdad -en el que testimonió y participó activamente – no pudieron citar a Wolk porque figuraba como fallecido en el padrón electoral. Buscaron quién cobraba su pensión y descubrieron que la cobraba él mismo; Wolk eludió siempre la justicia y se escapó -hizo referencia así a la etapa de la instrucción de la causa en la que Wolk permaneció prófugo- . “Quiero pedir el cese inmediato del arresto domiciliario de Juan Miguel Wolk, que vuelva a la cárcel común y efectiva” solicitó Marta Ungaro. También se refirió al rol de la CNU en la represión platense y al profesor Beroch, a quien indicó como parte de ese grupo.

    La declaración de Marta dio cuenta de las búsquedas de las familias, de la conformación de las organizaciones de derechos humanos que se fueron gestando y del rol que tuvieron en la búsqueda da verdad y justicia.

    Fue a raíz del Juicio a las Juntas y de los testimonios de los sobrevivientes que pudieron armar en parte el rompecabezas del secuestro y tortura de Horacio: los días en Arana, el viaje en conjunto, el grupo que queda en Quilmes y cómo ellos siguen hasta Banfield. En varias oportunidades Marta Ungaro recalcó que “todo este entramado de datos lo fuimos construyendo las familias, en 45 años la justicia nos apoyó a cuentagotas”.

    El 21 de noviembre de 1977, con la visita al país del Secretario de Estado estadounidense Cyrus Vance, las Madres de Plaza de Mayo se concentraron en la Plaza San Martín de Capital Federal en uno de sus primeros grandes actos públicos. Marta asistió con la semblanza de su hermano para hablar con la prensa extranjera, en esa oportunidad además conoció a Azucena Villaflor. “Fueron todas las actividades de protesta que fuimos haciendo, reunirnos en la Ciudad de La Plata en la Iglesia San Ponciano, en una esquina, pasarnos un papelito, así fue transcurriendo el tiempo”. En la audiencia, exhibió una foto de esa jornada, en la que puede verse a Pina Aramburú de Ogando, Marta Ungaro, Nelva Falcone, Laura Rivelli, Delia Giovanola, Clara Jurado, entre otras.

    Sobre la complicidad eclesiástica, contó la anécdota de que se enfrentó a un cura que justificó la represión durante una misa por Laura Carlotto. También señaló que la calle 66 de La Plata y algunos colegios aún reivindican a Astolfi, un cura que presenció fusilamientos y sacaba confesiones en Arana; instó al Tribunal y a la sociedad a arbitrar los mecanismos necesarios para modificar estas situaciones.

    “Hemos entregado nuestra muestra genética al Equipo de Antropología Forense para que puedan encontrarlo: el delito es permanente, se está perpetrando hace 45 años, el delito hasta que no encontremos a Horacio es permanente, la desaparición forzada es continua. Nos tuvimos que armar como familia, cada uno tuvo que armarse como pudo durante la dictadura, nuestro hermano mayor se exilió (…) La revancha que me dio la vida son hijos y nietos que participan y quieren a un tío que no conocieron pero viven con su historia, su memoria y su vida (…) Fue el Estado el que nos tenía que cuidar, que protegernos, y fue el Estado civil y eclesiático el que se dedicó a secuestrar, torturar y asesinar”. En este sentido, Marta pidió que se incorpore y se reactive la causa del Cementerio de La Plata: citó el libro que escribió Adelina Alaye La Marca de la Infamia”, que recopila una investigación sobre estos crímenes. Los médicos firmaban certificados de defunción de NN muertos por problemas respiratorios cuando los cuerpos “tenían cantidad de balazos”. A pesar de las indicaciones de no innovar, más de 410 víctimas fueron arrojadas al osario y “eso tiene que tener un castigo”. Con respecto a las falsificaciones de los certificados de defunción también mencionó la causa de Badel, cuyo certificado afirma su suicidio en Quilmes y está firmado por Bergés.

    Agregó que se les fue la vida en estos años, en esta búsqueda, que fue muy difícil sobrevivir con la falta de justicia. “Por más de que estuve pensando todo este tiempo es tan difícil declarar después de 45 años con la memoria entera. A mi todos los días mi hermano me mira y me pregunta que hago por él y por los 30.000 desaparecidos. Porque quedaron ahí, eternamente jóvenes en una foto blanco y negro, con una sonrisa pidiendo que no olvidemos, que no perdonemos, que no nos reconciliemos con asesinos y que sigamos exigiendo el juicio y el castigo”. 

    A Horacio, que desapareció a sus 17 años, le llegó el enrolamiento a los 18. Marta y su madre fueron a presentar una nota con el Hábeas Corpus pero aún así les llegó la búsqueda de desertor. Lo que llama la atención es que si cruzaban datos encontrarían la ficha de detención con sus datos -y esa línea cruzada diagonalmente que mencionó Pablo Díaz en la audiencia anterior-, que figura en el testimonio de Estanislao Orestes Vaello en la Conadep.

    Marta explicó que siempre fueron una familia de militantes, sus padres se conocieron en la solidaridad con la Guerra Civil Española. Trajo a la memoria el recuerdo de su madre, Olga Ferdman de Ungaro, que falleció en el año 1984 en un accidente de tránsito. Era muy activa en la militancia, en los organismos, y ellos tuvieron que continuar la lucha y los trámites; fue la primera de las Madres que murió.

    Hacia el final de la audiencia Marta volvió a hacer referencia a todos estos años de búsqueda, lucha y resistencia colectiva: “A mi la vida me dio revancha, (…) la continuidad que mi hermano no tuvo. Horacio vive en esta familia -mi primer hijo se llama como él- y en cada joven que reclama algo, la marcha de la Noche de los lápices es una marcha alegre, llena de vida, el boleto costó sangre, vidas y lucha (…) Fuimos una juventud iluminada por la Revolución Cubana, en la década del ‘70 veíamos que los cambios se hacían, teníamos un Allende, teníamos un curso de Realidad Nacional en la Universidad, queríamos ser profesionales para servir a la sociedad, es la deuda que tenemos que poder construir”.

    Terminó con la frase de Pablo Neruda: “para que los que con sangre salpicaron la tierra pido juicio y castigo. 30.000 detenidos desaparecidos, presentes. Ahora y siempre”.

    Luego inició el testimonio Walter Docters pero fue interrumpido por compromisos de los jueces en otras causas que llevan adelante. La audiencia continuará el martes 18 a las 9:30h con el el final del testimonio de Walter -del que sumaremos la crónica completa en la próxima reseña- y con las declaraciones programadas de Delia Cecilia Giovanola, Diego Martín Ogando y Juan Antonio Neme.