En la vigésimo quinta audiencia del debate oral con modalidad virtual del Juicio Brigadas Banfield, Quilmes y Lanús, prestaron declaración testimonial un ex detenido-desaparecido que solicitó no dar difusión a su testimonio y Pablo Díaz, sobreviviente del Pozo de Banfield.

Luego del primer testimonio -un sobreviviente de Banfield, trabajador de la empresa Kolynos, militante en el Sindicato de Perfumistas, que solicitó no se difundiera públicamente su testimonio- escuchamos la declaración judicial de Pablo Díaz –aproximadamente la vígésima que presta desde 1985- en este caso como sobreviviente del Pozo de Banfield. En 1976 Pablo era estudiante de la Escuela Secundaria España o “La Legión” y militante de la Juventud Guevarista. Fue secuestrado el 21 de septiembre de 1976 en el marco de la serie de secuestros a militantes estudiantiles de La Plata que se conoce como “Noche de los Lápices”.
Díaz comenzó su declaración recordando que 37 años atrás dio su primer testimonio, frente a la Conadep. A su vez, se lamentó “por los que no han podido sobrevivir. Ahí agradezco haber sido tan joven, un adolescente, en el momento de mi secuestro”.
Fue detenido en la madrugada del 21 de septiembre de 1976 en su casa, situada en calle 10 entre 40 y 41 de La Plata, una “zona muy urbana”. Su hermano estaba durmiendo en la pieza de Pablo y lo despertó. Cuando llegaron los secuestradores, Díaz supo que lo venían a buscar a él, y no a uno de sus siete hermanos. Sus compañeros militaban en el centro de Estudiantes, en la UES, en agrupaciones políticas. Los centros de estudiantes estaban prohibidos.
Pablo explicó que comprendió la situación por los hechos que se venían sucediendo. En ese sentido, recordó que en diciembre de 1975, fue secuestrado y asesinado “Patulo” Rave, que vivía en 8 entre 41 y 42. También habían sido secuestrados Juan Carlos Stremi y Alfredo Fernandez. A principios de septiembre de 1976, habían secuestrado a Victor Treviño, a Fernanda Gutierrez, que también vivía cerca de su casa, en 10 y 44; y a Victor Marcasciano y Pablo Pastrana del Colegio Nacional. El 16 de septiembre, habían secuestrado a Claudia Falcone, Horacio Ungaro, Claudio De Acha, Francisco Lopez Muntaner y Daniel Racero. El 17 de septiembre a Emilce Moler y Patricia Miranda, de Bellas Artes.
Llegaron a su casa con pasamontañas. Sólo uno estaba a cara descubierta, el que después se referencia como subcomisario Héctor Vides. Lo tiraron al piso y le preguntaron por las armas. Le pusieron un pullover en la cabeza, y se lo llevaron. Luego se enteró que robaron en la casa joyas de la madre y ropa de los armarios.
El testigo contó que lo llevaron a Arana, lugar que reconoció luego frente a la Conadep. Contó que lo dejaron parado todo un día y describió las torturas y los interrogatorios sufridos, donde le preguntaron por su participación en las organizaciones de los colegios secundarios, la UES, en los centros de estudiantes, en las “pintadas en los baños”. Cuando él negaba su participación, más se recrudecía la tortura. En un momento, llegó un “coronel”, que lo interrogó por su participación en el centro de estudiantes: “me preguntó qué pensaba yo sobre la ida a las Villas miserias. Yo había ido a dar apoyo escolar con la UES y la Juventud Guevarista”. Insistían en reprocharles por preocuparse de lo que “socialmente no eran”, por qué involucrarse si a ellos no les hacía falta nada, les preguntaban. Marcó una diferencia entre el ejército y los policías, en las funciones que cumplían en el CCD. Veía a los policías como la “mano de obra”.
Díaz recordó que pasaron por ese campo Walter Docters, Marlene Kegler Krug, Ernesto Canga de City Bell, un obrero de Peugeot, José Maria Schunk, a quien le decían “Carozo”. Recordó haber estado con Ángela López Martín, profesora del Colegio Nacional: “Hablé con ella como si fuera todavía mi profesora”. Había sido secuestrada al igual que su compañero, Osvaldo Busetto, a quien luego Díaz vio en el Pozo de Banfield. Relató los simulacros de fusilamiento, y a un cura, capellán del Regimiento 7, que iba a confesarlos porque iban a ser fusilados.
A finales de septiembre, después de al menos una semana en Arana, una noche hubo movimiento de camiones o micros y trasladaron a todo el grupo -al menos 20 o 30 personas-. Los llevaron a lo que pudo identificar luego de varios años como la Brigada de Investigaciones de Banfield, en la audiencia mostró a cámara el primer croquis y descripción del espacio que hizo en 1983. Cuando describió el lugar contó que subieron escaleras, que las celdas eran individuales -al menos 10 o 15- y estaban ubicadas en dos pabellones a lo largo con un baño al final de cada uno; además adelante había un pabellón con guardias. En su momento había reconocido que estaba en esa localidad porque escuchaba a los guardias hablar por teléfono, otras veces también los escuchó hacer referencia “al jefe” al cual nombraban Wolk -algunos le llamaban el Patón-. Otras características que reconoció de este centro clandestino es que los detenidos eran en su gran mayoría adolescentes y que había varias mujeres embarazadas en estado avanzado de gestación, es decir, que funcionaba como maternidad clandestina.
En los primeros días en Banfield conoció a Néstor Eduardo Silva, tenía 20 años, era estudiante de veterinaria, militante de la JP y lo tranquilizó en esos momentos difíciles. Le dijo que en Arana los habían escuchado a él y a sus compañerxs con Norma Beatriz Del Missier, su compañera que tenía 19 años, era estudiante de medicina, militante de la JP y también estaba en Banfield; ellos habían sido detenidos juntos en Melchor Romero. Recordó a Silva porque les enseñó a golpear la pared de la A a la Z, lo que les permitió comunicarse cuando no los dejaban hablar y los ayudó a entretenerse. Sobre las condiciones de vida en este CCDTyE subrayó los tormentos, los padecimientos psicológicos, el mal estado de las celdas, la falta de comida y de acceso al baño u otras necesidades básicas.
En un tramo del relato, Pablo Díaz repasó el listado de las personas con los que compartió cautiverio o supo que estuvieron en el Pozo de Bánfield y/o en el de Quilmes durante su cautiverio: María Claudia Falcone que tenía 16 años, era estudiante del BBA y militante de la UES, continúa desaparecida; María Clara Ciocchini era de Bahía Blanca, tenía 18 años y era militante de la UES, continúa desaparecida; Claudio De Acha, tenía 17 años, era estudiante del Colegio Nacional y militante de la UES, continúa desaparecido; Daniel Alberto Racero, tenía 18 años, era estudiante del Normal 3 y militante de la UES, continúa desaparecido; Horacio Ungaro, tenía 17 años, era estudiante del Normal 3 y militante de la UES, continúa desaparecido; Francisco López Muntaner, tenía 16 años era estudiante del BBA y militante de la UES, continúa desaparecido; Graciela Pernas tenía 20 años y era estudiante de ecología, continúa desaparecida; Graciela Pujol, tenía 23 años, era estudiante de medicina y se encontraba embarazada de 4 meses, ella y su hijx que debió nacer en marzo de 1977 continúan desaparecidxs; Manuela Santucho, tenía 35 años, era abogada y militante del PRT-ERP, continúa desaparecida; Ernesto Canga, tenía 20 años, era empleado de Hilandería Olmos y militante sindical, sus restos fueron identificados en el Cementerio de la Plata por el EAAF en 2011; Osvaldo Busetto, de 29 años, militante del PRT-ERP, continúa desaparecido; José Maria Novielo, es un sobreviviente; Alicia Carminati, tenía 20 años, estaba con su padre, Víctor Carminati, sobrevivieron y creen que su secuestro se relaciona con la persecusión a su hermano Jorge, militante de la JG. Además Pablo aseguró que había al menos 6 o 7 mujeres embarazadas pero distinguió a las que recordaba y a sus compañeros: Gabriela Carriquiriborde –20 años- y Jorge Orlando Repetur –27- eran militantes de Montoneros, ellxs dos y su hijx que nació en diciembre de 1976 continúan desaparecidxs; Stella Maris Montesano -27 años- y Jorge Oscar Ogando– 30- eran militantes del PRT-ERP y continúan desaparecidos, su hijo Martín recuperó la identidad en 2015; y Cristina Navajas de Santucho, tenía 27 años y militaba en el PRT-ERP, ella y su hijx que debió nacer en febrero de 1977 continúan desaparecidxs.
Sobre Banfield, contó que cuando llegó a este CCD Busetto le preguntó su nombre, sus compañerxs lo reconocieron y empezaron a decir “Pablo, estamos nosotros, somos nosotros”. Sobre ese reencuentro el testimoniante explicó que muchos se conocían de asambleas de la coordinadora estudiantil, se recordaban por la participación en la UES y de distintos ámbitos de la militancia secundaria; tuvieron diálogos, se contaron lo que habían vivido en estos días. Díaz consideró que la persecución estudiantil tenía por objetivo “generar una paralización dentro del movimiento de estudiantes secundarios de La Plata. El movimiento estudiantil de La Plata tenía que tener esa incertidumbre y por ahí, por eso fueron elegidos para desaparecer”, explicó.
Hizo referencia a Bergés como el médico de Banfield, señaló que estaba permanentemente en el lugar y se ocupaba específicamente de las embarazadas, lxs demás no recibían atención médica: “para él eran algo privilegiado, una joya a la que teníamos que cuidar, nos decía (…) No les importaba la madre, les importaba el chico”. A pesar de que las embarazadas conseguían algunos tratos diferentes como un colchón, en el relato de Díaz se ve que sus condiciones de vida eran igual de malas que las del resto. Describió los casos de Gabriela Carriquiriborde y Stella Maris Montesano de Ogando. También hizo referencia al traslado de Cristina Navajas de Santucho a finales de diciembre como un hecho muy significativo. Cristina también estaba en los últimos meses de su embarazo, su hijx debió nacer alrededor de febrero de 1977. Los guardias decían que estaban bajo las órdenes del Ejército, que no tenían que meterse con ellos.
“Los adultos (…), a mi me pasa una cosa muy particular con los adultos, Gabriela Carriquiriborde tenía 22 años pero yo la vi siempre adulta, era madre, estaba embarazada (…) siempre me pareció que no tenía que ver su edad, me sorprendí cuando la supe” expresó refiriéndose a la calma y compañía que encontró en “Gaby”. En relación a estas figuras en las que se apoyó, contó que compartió celda con Busetto: estaba herido, lo habían secuestrado en un cita en 7 y 54, estuvo en Arana, en el Hospital Naval donde lo operaron y también en el BIM 3. El relato de Osvaldo lo marcó porque era un hombre con mucha experiencia de vida y no solo los contenía sino que incluso los hacía reír.
Durante diciembre lo llevaron a una oficina en el primer piso donde el Mayor Penna le informó que lo habían pasado al PEN. Fueron trasladados a la Brigada de Investigaciones de Quilmes junto con José María Novielo. Allí habían estado alojados otros secuestrados en La Plata que habían pasado antes por Arana como Gustavo Calotti, Emilce Moler y Patricia Miranda. “Me comentaron que antes de que nosotros llegáramos, había estado Víctor Treviño, lo habían bañado, perfumado y vestido bien, lo habían sacado a las cuatro de la tarde. Víctor continúa desaparecido”, comentó.
Luego contó su paso por la Comisaría 3ª de Valentín Alsina “donde no nos quisieron recibir” y de allí fue llevado a la Unidad 9 de La Plata. “Yo aparecí el 2 de febrero en la Unidad 9 pero recién mi familia se enteró que estaba en ese lugar cerca del 28 de febrero”. En ese período estuvo en la enfermería, lo sacaban al sol, le cortaron el pelo y trataron de curarlo. Aunque intentó que lo trasladen a un hospital público para el procedimiento, en la Unidad 9 también fue operado de tres hernias simultáneas por el doctor Favole, integrante del plantel del Servicio Penitenciario. Favole fue uno de los médicos condenados en la causa Dupuy, donde se investigaron los hechos sucedidos durante la dictadura en la U9.
Relató que Orestes Vaello, miembro del Batallón 601 de Inteligencia entregó en CONADEP unas planillas y que en el juicio a los ex comandantes tuvo la oportunidad de tener esas planillas en la mano, l y comprobó que coincidían con la que él había visto en su momento en una entrevista que tuvo con el Mayor Penna. Mostró a cámara algunas de estas planillas tan significativas firmadas por el subcomisario Alberto Fernández de la Policía bonaerense, que no sólo lxs clasificaban por sus datos y “grados de peligrosidad” sino que están cruzadas por una raya diagonal que “significaba que no iban a aparecer”.
Pablo Díaz leyó una lista de los represores del Ejército y de la Policía que intervinieron en su secuestro, cautiverio y detención en la cárcel, cuyos nombres escuchó directamente o luego supo, a partir de investigaciones de lo sucedido. . Entre los mencionados hay varios imputados en este juicio: el comisario inspector Arana, alias “La Chancha”; al sacerdote Astolfi, a un parapolicial de apellido Baldaserre que dependía de Camps; a Jorge Antonio Bergés, oficial principal de la policía y médico; al teniente coronel del Ejército Carlos Ricardo Campoamor; a Juan Ramón Camps, jefe de la policía bonaerense por entonces: a Miguel Osvaldo Etchecolatz, Director de Investigaciones de la Bonaerense; a Carlos Alberto Hours, oficial de la policía; a Alfredo Fernández, comisario; Roberto Balmaceda del Destacamento 101 del Ejército; a Raúl Gatica, de la policía, a Roberto Grillo, suboficial de la policía “que fue uno de los que entró en mi casa”; a Pedro Muñoz, también cargo policial; a Juan Carlos Nogara; al mayor Pena, al arzobispo platense Antonio Jesús Plaza; al teniente coronel Enrique Arrospide; al teniente coronel Roberto Valdez, al teniente coronel Carlos Sánchez Toranzo: al subcomisario Trotta; al comisario Raúl Vargas, al inspector Luis Héctor Vides, alias “El Lobo” y al jefe de la Brigada de Banfield, Juan Miguel Wolf, alias “El Patón”. Al mencionar a civiles, nombró a “Carlos Ernesto Castillo, alias “El Indio”, a Carlos Cardozo, a Juan Rivadaneira, Mazzota y Quinteros”, entre otros.
Acompañó su testimonio con fotografías que reconstruyen momentos de su secuestro y detención ilegal realizadas en el marco de la película “La Noche de los Lápices”. “Saquenles la prisión domiciliaria (…) el crimen de lesa humanidad es el peor crimen en el mundo, ojalá no haya otros 37 años” manifestó emocionado. Agradeció al tribunal haberlo escuchado, “Juicio y castigo a los culpables y cárcel común” concluyó.
La audiencia continuará el martes 11 de mayo, a las 9:30 hs con las declaraciones testimoniales de Nora Ungaro, Marta Ungaro y Walter Docters.