Reseña Audiencia 28 – 1 de junio de 2021

    En la vigésimo octava audiencia del debate oral con modalidad virtual del Juicio Brigadas Banfield, Quilmes y Lanús, escuchamos la declaración testimonial de Diego Martín Ogando Montesano, hijo de Stella Maris Montesano y Jorge Ogando, que recuperó su identidad en el año 2015 , Emilce Moler, sobreviviente de La Noche de los Lápices y Martín García, hermano de Silvano José García.

    El primer testimonio fue el de Diego Martín Ogando Montesano, hijo de Jorge Ogando y de Stella Maris Montesano, y nieto de Delia Giovanola de Califano, que pudo recuperar su identidad en 2015.

    Colleen Torre, abogada de Abuelas de Plaza de Mayo, comenzó preguntándole a Diego Martín Ogando Montesano si ese siempre había sido su nombre. Él respondió que no, antes de 2015 su apellido era Berestycki, el apellido de su “padre de crianza”, como los llama él. Explicó que Armando y Sofía Berestycki no podían tener hijos, y lo adoptaron de forma ilegal. Según supo, a Armando le pasaron el dato y fueron a una Clínica en Wilde, y el 17 de diciembre de 1976 “fueron ahí, se presentaron, llevaron dinero y me compraron”, contó Diego Martín, a quien llamaron Diego.

    Creció con ellos, que siempre le dijeron que no era hijo biológico de esa familia. Pasando los años se enteró de más detalles, y cómo fueron las circunstancias. “Tuve la suerte de crecer con la verdad, que no era hijo biológico de ellos”, reflexionó. Siempre sospechó que podía ser hijo de desaparecidos, pero nunca quiso hacerse la prueba de ADN por miedo a que Armando y Sofía pudiesen tener problemas con la justicia o quedar presos.  

    A principios de 2015 fallecieron y ese mismo año Diego Martín se presentó a la sede de Abuelas de Plaza de Mayo. Lo recibieron en el sector de “presentaciones espontáneas”. Les contó su historia y pudieron ver que su partida de nacimiento estaba firmada por la partera Juana Arias de Franicevich, que tenía vínculos con Jorge Antonio Bergés. La partera ya había firmado otras actas de nacimiento a otrxs nietxs recuperadxs, entre ellas la de Ana Fedora Baratti de la Cuadra, otra nieta restituida.

    Enseguida le hicieron la prueba de ADN en el Banco Nacional de Datos Genéticos, a traves del Consulado argentino en Miami, ya que vive en EEUU desde el año 2000. Después de varios meses, lo llamó Claudia Carlotto, presidenta de Conadi. “Sentate por favor que te voy a contar la historia de tu vida”. Claudia le contó el nombre de sus padres, Jorge Ogando y Stella Maris Montesano; recordó su relato: “vos naciste en el Pozo de Banfield, a ellos los llevaron allá, los torturaron y desaparecieron. Tenías una hermana, Virginia Ogando. (…) Vos tenés una abuela que te busca desde el momento que desapareciste”. También le contó sobre el secuestro de sus padres, el 16 de octubre de 1976 en La Plata; su mamá estaba embarazada de ocho meses. Claudia le informó: “Estuviste un par de días en el Pozo de Banfield, y luego te cambiaron la historia”. Le hablaron de su abuela, Delia Giovanola, una de las fundadoras de Abuelas de Plaza de Mayo. Pidió hablar con su abuela Delia, que estaba allí junto a Claudia.  “Tenemos un vínculo excelente, diario, hablamos todo el tiempo”.

    También se reencontró con su tía, Liliana Montesano, hermana melliza de su mamá, que falleció hace dos años. 

    Diego relató la historia que pudo reconstruir sobre sus padres. Ambos eran platenses. Su papá trabajaba en el Banco Provincia de La Plata, y tenía 29 años cuando fue secuestrado. Su mamá era abogada, trabajaba en el gremio de los ladrilleros, y tenía 27 años. Su hermana tenía 3 años en el momento del secuestro. Cuando los represores entraron a la casa de su familia, dejaron a Virginia sola en una cuna. Su abuela Delia la crió.

    “Es algo terrible para mí no haber conocido a mi hermana” contó Diego. En el año 2011 su hermana se quitó la vida, con una depresión muy grande. Siempre quiso saber si las cosas que habían padecido sus padres, y eso le hizo muy mal. “No puedo entender cómo no puedo estar con ella, cómo puedo no haberla conocido. Todo el mundo me cuenta que era un ángel, que era muy amiguera, que lo que ella más quería era encontrarse con su hermano. Hizo de todo para buscarme, fue a la televisión, participaba de marchas” relató el testigo. 

    Contó luego lo que ha sabido de su nacimiento, de acuerdo al relato de sobrevivientes que compartieron cautiverio con su madre.  A su abuela Delia, Alicia Carminati le dio detalles de su nacimiento y de sus rasgos físicos, a partir de los cuales siempre lo buscaron.

    Sobre el destino de sus padres, contó sobre la carta anónima de un militar de Campo de Mayo, para su abuela. Ahí hablaba de sus padres, que habían sido enterrados en la estancia La Armonía, en las afueras de La Plata. Pero los forenses no pudieron encontrar nunca los restos de sus padres. 

    Ante la pregunta sobre qué implicó en su vida recuperar su identidad, contó que “En mi vida impactó muchísimo. No me lo esperaba. Cuando cuento mi historia siento que no soy yo el protagonista de esta historia. Parece que estuviese hablando de otra persona. En mi vida el 2015 fue un antes y un después. Es una historia de mucho dolor, de mucha muerte, de padres torturados y desaparecidos, de una hermana que a consecuencia de todo esto no pudo seguir viviendo más. Al margen de todo este dolor, conocer la verdad de uno reconforta”. 

    “Estos genocidas arruinaron mínimo cuatro generaciones, porque le arruinaron la vida a mi abuela, le arruinaron la vida obviamente a mis padres, me arruinaron la vida a mí y a mi hermana y a nuestros hijos” manifestó. “Aprovecho a pedir Cárcel común y efectiva para estos represores que nos han arruinado la vida”. 

     

    El segundo testimonio de la jornada fue el de Emilce Moler. Emilce, es en este juicio caso, testimoniante y querellante. Antes de comenzar su relato, decidió dar algunas precisiones para poder enmarcarlo. En primer lugar, contó que en el año 1985, dio un testimonio pormenorizado al Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF). Ese relato le permitió comprender la importancia de ser testigo de lo sucedido en los centros clandestinos, de haber visto a determinadas personas, de poder identificar la ropa. Tomó consciencia de lo que era ser testigo. En 1986, dio testimonio con su padre en la causa 44/86 . Su padre era un policía retirado que testimonió contra Camps, otro policía. En 1998, durante los años donde reinaba la impunidad, Emilce fue testigo de contexto en el caso Scilingo en España, allí también declaró su padre. En 1999, Emilce declaró veinte días después de haber fallecido su padre en el Juicio por la Verdad de la ciudad de La Plata. En el año 2006, declaró en la causa Etchecolatz, una causa emblemática, por la cual recibió amenazas. Aún hoy continúa con sistemas de protección. Por último en el 2011, declaró en la causa del Circuito Camps. 

    Aunque Emilce no lo mencionó, también fue citada en la intrucción de otras causas, entre ellas en la del Pozo de Banfield, en el año 2014.

    “Hoy tengo 62, hace 36 años que doy mi testimonio, (…). Vengo a corroborar todos los dichos que desde mis 26 años vengo diciendo en cada uno de los ámbitos judiciales que he podido expresarme” expresó. “Entiendo los avatares de la política, entiendo que estos procesos no son lineales, comprendo, fui parte de las luchas en los años de impunidad, pero también es importante darle este marco de continuidad, sobre todo porque también hoy ya no nos acompañan muchos testigos que tendrían que estar declarando con nosotros”. “En estas causas se extrañan las presencias de Nilda Eloy, Cristina Gioglio, Adriana Calvo . Y con testimonios en otras causas, de Jorge Watts, Cristobal Mainer y por supuesto, de Julio López, nuestra herida abierta en esta democracia, donde seguimos preguntando dónde está”. 

    Con ese contexto, relató rápidamente el momento inicial de su secuestro: En la madrugada del 17 de septiembre de 1976, hombres armados irrumpieron en su casa, situada en la calle 19 nº 812 de La Plata. Emilse tenía 17 años y era estudiante de 5to año Bachillerato de Bellas Artes de la UNLP y militante de la UES. Se identificaron como del Ejército Argentino. Cuando la vieron a ella y les dijo que estudiaba en Bellas Artes dijeron “es ésta”. La dejaron vestirse con un gamulán, por pedido de su madre, y la subieron a un coche. Esa misma noche fueron a distintas casas de estudiantes secundarios. Entre ellas, Patricia Miranda, una joven compañera de la escuela de Emilce, que no tenía militancia política ninguna.

    La llevaron hasta un lugar descampado, “lo que con el tiempo se conoce como Pozo de Arana.”. Aquí Emilce hizo un nuevo paréntesis al relato. “Antes de seguir describiendo lo ocurrido en el Pozo de Arana y si los jueces me lo permiten, todo lo que ocurrió en el Pozo de Arana, con mucho detalle, lo fui describiendo a lo largo de todos los otros testimonios. Las personas que ví, en qué circunstancias, las torturas. Las torturas que sufrieron las otras personas, las torturas que recibí yo, las aberrantes torturas recibidas en ese lugar, que yo lo llamo el infierno, donde uno perdía la identidad, donde dejabas de ser persona y te convertías en una cosa, una cosa a merced de otros”. Y si los jueces me lo permiten, en donde no obstaculizo las cuestiones jurídicas, evitaría la descripción de todos los detalles de Arana debido a que ya eso está juzgado, comprobado. Por que me permito esto? porque tampoco puedo desconocer que estamos en una audiencia virtual. Para los jueces también es distinto. Por supuesto que uno accedió en función de la importancia de la celeridad de los tiempos de la justicia. Pero la virtualidad le confiere a esta declaración otro ámbito, otro lugar, en donde tengo pudor, me da pudor contar determinadas circunstancias de las torturas recibidas. En caso que el tribunal lo requiera quedo a disposición, pero si me evitan narrar nuevamente, debido que está todo sumamente y debidamente juzgado, se lo agradecería y pasaría a seguir narrando los hechos que son específicos de esta causa.”

    El Tribunal consideró la petición absolutamente razonable y autorizó el pedido de Emilce, que introdujo así en el juicio algunas problematizaciones en torno a la virtualidad y a las consecuencias de los procesos fragmentados. Recordemos que muchas de las víctimas transitaron por diversos CCD y por lo tanto, parte del recorrido ya fue tratado en otras causas judiciales. En el caso concreto de Emilce, en el juicio Circuito Camps, durante los años 2011 y 2012 se juzgó su secuestro y paso por Arana.

    Retomando el relato, contando que en Arana estuvo más de una semana, en condiciones inhumanas. En la celda de Arana estuvo con Patricia Miranda, Claudia Falcone, María Clara Cioccini, Hilda Fuentes y Ana Rosa Rodriguez de Giampa. “En Arana también reconocí a Gustavo Calotti y a Horacio Ungaro que era amigo mío. Horacio estaba pasando situaciones muy dolorosas y por supuesto Gustavo también”, precisó. 

    El 23 de septiembre de 1976, la subieron a un camión con las mujeres con las que compartía la celda y otras personas que no reconoció. En un momento el camión frenó e hicieron bajar a Claudia Falcone, María Clara Cioccini, Francisco Lopez Muntaner, Claudio De Acha y Daniel Racero, todos compañeros de la UES. “Nunca iba a saber que en ese momento estaban determinando la vida y la muerte de las personas” recordó. 

    Emilce, Patricia Miranda, Gustavo Calotti, Hilda Fuentes y Ana Rosa Rodríguez de Giampa siguieron hasta lo que después supo que era el Pozo de Quilmes. “Subimos unas escaleras y se enojaban (…) quienes me recibían decían: ‘qué van a traer acá, ¿un jardín de infantes?’, decían porque era muy menudita y cuando me querían poner esposas, se me salían”.

    Vendadas y atadas permanecieron en el Pozo de Quilmes. “Cada tanto nos traían agua (…) cada tanto nos sacaban al baño”, contó. Días después la llamaron, le dieron un peine y le dijeron que tenía visita. Recibió la visita de su padre, ya que un subalterno le había avisado que su hija se encontraba allí. La vio muy desmejorada. En ese momento pensaba que su padre iba para sacarla de allí. Pero “me dijo que no podía irme de ahí. Mi vida dependía de (Héctor) Vides y de (Osvaldo) Etchecolatz que eran dos personas siniestras”, sostuvo Emilce que esa noche le dio a su padre algunos nombres de otras personas secuestradas allí.

    A partir de la visita de su padre, la pasaron a otra celda con Patricia Miranda, que tenía un baño. Pero esa situación variaba constantemente. “Era todo muy aleatorio lo que ocurría en Quilmes”. En otro momento, pasó 48 horas en una celda sin que nadie le abriera la puerta. 

    Relató que había distintas guardias. Algunos los dejaban sacarse las ataduras y las vendas, o le llevaba crema para las quemaduras de cigarrillos. Sin embargo, otro le pegaba constantemente en la cabeza con un llavero o le tiraba acaroína directa en la cabeza.

    Con los distintos permisos, reconoció a Nilda Eloy, y a Nora Úngaro. A su vez vio a Norma Robert de Andreu y Ana Teresa Diego. Ana Teresa era estudiante de Astronomía, militante del Partido Comunista. “Con ella una vez estuve sola al lado de la celda, ella estaba muy mal y en un momento ella pudo calcular el horario debido a sus conocimientos de astronomía. Y hablábamos de ese tipo de cosas para sostener el paso del tiempo” recordó. También vio a Ángela López Martin, profesora de geografía del Colegio Nacional; a Marta Enriquez, que estaba embarazada; a una chilena que se llamaba Eliana Acosta Velasco de Badel

    https://youtu.be/dbVhbNfJVMM

    Compartía la celda con Ana Rosa Rodriguez de Giampa. Ella y su marido continúan desaparecidos. Emilce remarcó que tanto Ana Rosa como Hilda Fuentes, la cuidaron mucho desde Arana. Sobre Nilda, relató que estuvo muy poco tiempo en Quilmes, se fue a otro lugar al poco tiempo. En ese momento no sabían donde había estado antes de ir a Valentín Alsina. Las otras chicas creen que se fueron antes pero no está segura. 

    Hacia finales de diciembre llevaron un escritorio y una máquina de escribir a su celda, le hicieron varias preguntas, algunas casi absurdas y le avisaron que quedaría a disposición del Poder Ejecutivo Nacional. La hicieron firmar unos papeles para lo cual ni siquiera le sacaron la venda de los ojos. La trasladaron junto con Patricia Miranda, Marta Enriquez, Walter Docters y Gustavo Calotti a lo que luego reconocieron como la Comisaría de Valentín Alsina. En ese lugar pudieron tomar contacto con sus familias, que empezaron a visitarlos periódicamente y a veces les permitían salir a un patio. Recordó que en la celda en la que estuvieron con Patricia también estaban Cristina Rodriguez y Mercedes Borra; a los pocos días llegó Nilda Eloy, “la había visto en Quilmes y la volví a ver pero realmente la encontré en un estado deplorable, sumamente delgada, muy mal, sin bañarse. La tuvimos que reconstruir entre todos”. En la celda de varones además de Gustavo Calotti y Walter Docters supo que estaba también Horacio Matoso.

    A Emilce la trasladaron a Devoto con Patricia Miranda: “el 27 enero de 1977 llego a la cárcel de Villa Devoto con 17 años. La celadora que me recibe me lee los cargos que tenía, que me imputaban, todo (…) yo con mi inocencia lloraba y decía que no, que no era cierto, nadie me escuchaba”.

    Al poco tiempo ya no hubo visitas de contacto en Devoto, era todo a través de locutorio y contó que sus padres siempre llevaban malas noticias, que lo que sucedía en el entorno familiar era muy triste: en febrero habían matado a Ricardo Cuesta, el hermano de su novio, e imaginó que la familia estaba viviendo un horror; al tiempo le contaron que habían asesinado a su primo Daniel Mendiburu Eliçabe en el operativo a la casa de calle 30, de donde se llevaron a Clara Anahí Mariani Teruggi; su madre también le comunicó que su primo segundo que estaba preso en Chaco, Patricio Tierno, fue asesinado en lo que se conoció como la Masacre de Margarita Belén.

    Explicó que a pesar de todas las gestiones y visitas que podía hacer su padre, no se sabía cuando iba a salir, “se le cerraban todas las puertas”. Recordó una frase que le dijeron a él que la marcó mucho: “olvídese de su hija, su hija es irrecuperable para esta sociedad”. En relación a la cárcel de Devoto, señaló que era un lugar donde se buscaba la destrucción, “nosotras, las cientos de mujeres que estábamos ahí, tratábamos de encontrar las formas de sobrevivir y de sobreponernos a ese lugar”. Para cuando le avisaron que le iban a dar la libertad vigilada tenía 19 años, sus padres se habían mudado a Mar del Plata porque les habían dicho que era “demasiado peligrosa para volver a la Plata”. En mayo del año 1979 recobró finalmente la libertad.

    A raíz de las preguntas de su abogada Guadalupe Godoy, Emilce -que es querellante en este juicio-  hizo mención a cómo se han contado o reconstruido sus vidas y sus historias, explicó que le interesa dejar en claro quiénes eran como generación y quién era ella misma antes de su secuestro: “Yo era una estudiante de Bellas Artes, y cuando hablo de la Escuela de Bellas Artes para quien no la conoce es una escuela muy especial. Es una escuela de arte, yo me iba a dedicar al arte… Una escuela en la que se vivía mucha libertad, una escuela en la que yo descubrí un mundo, lo que era la política y ahí tengo que mencionar a una maravillosa Profesora de Historia, que luego fue Directora de la Escuela, Irma Zucchi, que hoy está desaparecida.”

    En relación a los procesos de movilización política y también a los procesos represivos previos al ‘76, Emilce recordó sus militancias, la marca de las ausencias y diversas circunstancias de persecución para mostrar la magnitud de lo sucedido. “El contexto en el que una se desarrollaba como generación, para que se vea todo lo que pasó en la ciudad de La Plata y se dimensione. En Bellas Artes donde tuve compañeros que me enseñaron la transformación que podía hacer la política, que la política podía ser una herramienta de transformación, yo tengo que mencionar por supuesto a  Alejandro Ford  – desaparecido – , Luis López Comendador “El Loco” – desaparecido-  y Graciela Torrano –desaparecida- ,  del Grupo de Estudiantes Antimperialistas (G.E.S.A) los tres queridos compañeros desaparecidos.” Mencionó los sueños e ideales compartidos y a otros compañeros y amigos de la UES como Juan Schudel “El suizo”, Alfredo Reboredo, Ariel Vigo “Pomelo”, Claudia Calcagno y Patulo Rave; y a otros más grandes de la JUP. Emilce explicó que el asesinato de Patulo fue un presagio de que la edad no iba a ser un impedimento para que los reprimieran.

    Emilce recalcó que el afán por participar, por cambiar las cosas, era natural, eran jóvenes que creían en la política y eso se contestó con la brutal dictadura. “Sí, nos oponíamos a la dictadura, porque creíamos en otro país que podíamos construir de otra manera con mayor libertad y Bellas Artes fue un elemento fundamental. Nunca más me dediqué al arte porque cada vez que siento el olor a los óleos y demás no puedo dejar de pensar en Alejandro,  en “El Loco”, en Graciela, en Claudia Falcone, en Francisco López Muntaner, Cristóbal Mainer y en tantos otros compañeros queridos de Bellas Artes que fueron diezmados .“

    Cuando le preguntaron por su vida después del terrorismo de estado, aseguró que fue difícil reconstruirse, sobre todo al principio que no se podía hablar, no se podía ir a psicólogos, la gente no les creía. Se aferraban a la familia, a los afectos, en su caso al estudio, luego a la docencia y la militancia. “Sentí que fui libre cuando tuve mi primera hija, en donde sentí que mi cuerpo respondía y había superado las cosas que había padecido” sostuvo Emilce. Sin embargo, y además de lo sufrido en carne propia, las ausencias siguen doliendo: “Lo que queda son las heridas abiertas”.

    Como al inicio, hizo referencia a la enorme carga que significó la responsabilidad como sobrevivientes de sostener la memoria y la búsqueda de justicia. “Uno tenía que mirar para adelante sin dejar de pensar en el pasado (…) hicimos mucho para lograr las condenas a los genocidas, conseguimos ejemplares condenas judiciales, logramos la condena social (…) eso no es poco como país y valió el esfuerzo de todos los que hablamos. Sin embargo falta, porque ellos -los genocidas- hicieron una sola cosa y la hicieron muy bien, que fue callar. Por lo tanto nosotros no sabemos dónde están los cuerpos de los compañeros y compañeras detenidos-desaparecidos, no sabemos dónde están los cuerpos de los chicos de La Noche de los Lápices, no sabemos dónde están los nietos que tenemos que recuperar. Y por eso seguimos hablando, por eso seguimos testimoniando a pesar de hacerlo desde hace 36 años”.

    El testimonio de Emilce debe enmarcarse en una construcción narrativa que busca poner el eje en la política y la militancia. En la entrevista que brindó luego de la audiencia a La Retaguardia sostuvo que “la tortura no es un elemento pedagógico para las nuevas generaciones”. En este contexto virtual y de difusión masiva de los testimonios elige resguardar su intimidad, pero también se encuentra con una oportunidad para alejarse de los relatos más difundidos que han hecho hincapié en la violencia.

    Antes de finalizar Emilce tomó la palabra una vez más: “como he narrado,  los sobrevivientes, los que vivimos el horror desde adentro ya hicimos mucho, ya dijimos mucho, ya contamos mucho. Simplemente le pido a la justicia que hagan lo suyo, porque los tiempos no nos juegan a favor, para construir una Argentina sin impunidad y así permitirnos a nosotros olvidar un poco”.

    El último testimonio de la jornada fue el de Martín García, el hermano de Silvano José García, “mito” o “larga”, que es caso en este juicio y continúa desaparecido. Su testimonio fue solicitado a partir de la declaración de su hermano Sixto, que declaró en la audiencia 19. Martín se enteró por testigos los detalles del operativo de secuestro de su hermano y posteriormente también supo que estuvo en el Pozo de Banfield por testimonios de sobrevivientes. Silvano José García fue secuestrado de la granja San Sebastián en la localidad de Zelaya donde vivía con su pareja, sus hijos, el padre de ambos y el mismo Martín que había ido a cuidar a su padre. Era delegado gremial de la granja, uno de los más ligados a la JP y a la JTP, “en las reuniones con la patronal siempre mostraba sus convicciones y les hacía saber que la revolución estaba cerca” explicó Martín. Estaban afiliados al sindicato de trabajadores rurales que, según recuerda, en ese momento se llamaba FATRE (Federación Argentina de Trabajadores Rurales y Estibadores) y formaba parte de la CGT. El Secretario General de la zona norte era Orlando Ubiedo que testimonió en la audiencia 16 de este juicio, el 2 de marzo de este año.

    Ubiedo vivió algunos días en la casa de los García porque era perseguido por su actividad política y gremial. Martín explicó que ellos también eran perseguidos; por ejemplo, les había llegado la información de que preguntaban en el pueblo por “García, el del rastrojero rojo”. Toda esta persecución fue previa al golpe y por un tiempo se escondieron en la casa de su hermana en Merlo, pero Silvano “no quería que sus compañeros de trabajo pensaran que tenía miedo y volvió a trabajar” recordó Martín. El 26 de marzo de 1976 acordaron que si Silvano no volvía a Merlo al día siguiente, Martín lo iría a buscar. Ese mismo día lo secuestraron.

    Fue el portero de la granja de apellido Ortiz, ya fallecido, el que vio el operativo alrededor de la casa y les aseguró que se habían llevado a su hermano. Afirmó reconocer personal militar uniformado vigilando la casa, caminando por los techos, con móviles militares y otros vehículos. “La familia quedó destruida, desparramada. Mi cuñada tenía tres chicos y estaba embarazada de cinco meses. No teníamos dónde ir. Nos fuimos de la granja porque no tenía sentido quedarse” relató Martín.

    A raíz de las preguntas de la querella, el testimoniante señaló que los dueños de esa granja eran los Gurmendi, o al menos eran los representantes de la firma. Aunque no pudo señalar puntualmente a alguien de la empresa que haya sido responsable por el secuestro de Silvano, aseguró que tiene que haber habido alguien que lo señalara desde dentro.

    Con respecto a las averiguaciones sobre el paradero de su hermano explicó que presentaron un Habeas Corpus unos meses después del secuestro. Cuando empezaron a enterarse de la situación que se vivía en relación a los secuestros y torturas entraron a un mundo que los golpeó mucho. Recién en estos años se han enterado que Silvano fue visto en el Pozo de Banfield, gracias al testimonio del hermano de Orlando Ubiedo, Valerio Salvador. Al parecer no solo se encontraron en el CCD sino que también se cruzaron en un intercambio de detenidos en la ruta. Además Lidia Biscarte recuerda haber escuchado que había alguien que se llamaba García en Banfield.

    Hacia el final de su testimonio Martín hizo una reflexión: “deberían darse clases de política desde la primaria, enseñar quiénes manejan los hilos de la política. Una sociedad tiene que estar politizada para no ser manipulada tan fácilmente” concluyó.

    La audiencia continuará el martes 8 de junio a las 9h con las declaraciones testimoniales de los ex detenidos-desaparecidos Juan Neme y Jorge Varela.