En la trigésimo novena audiencia del debate oral con modalidad virtual del Juicio Brigadas Banfield, Quilmes y Lanús, escuchamos la declaración testimonial de Maria Cristina Jurado, hermana de Graciela Jurado; David Horacio Nillni, quien fue pareja de Inés Pedemonte; y Gerardo Manuel Carrizo, trabajador de Saiar y sobreviviente de la Brigada de Lanús con asiento en Avellaneda, quien solicitó que no se transmitiera su testimonio.
La primera testimoniante de la jornada fue María Cristina Jurado, hermana de Graciela Jurado, desaparecida el 5 de octubre de 1976. Comenzó su relató señalando que, ante el secuestro de su hermana, instantáneamente se movilizaron: presentaron un Habeas Corpus en una Comisaría donde les dijeron que había estado allí pero ya la habían trasladado -piensa que puede haber sido en la 1era de La Plata-, y visitaron el Regimiento 7 sin noticias. Además, ella hizo sus propias denuncias y averiguaciones en la CIDH y en el Ministerio del Interior.
El 6 de octubre de 1976, el día siguiente del secuestro de Graciela, fueron a la casa de sus padres en diagonal 74, 16 y 17. La testimoniante vivía allí con su hija, porque estaba separada, la patota la confundió con su hermana y la quisieron secuestrar. La testimoniante explicó que Graciela fue marcada en la conmemoración del 2 de agosto de 1975 por la Masacre de Trelew. María Cristina explicó que en esa movilización “ficharon a varios” y fue la persecución posterior la que impulsó a Graciela a irse de la casa de sus padres y renunciar a su trabajo en el Instituto de Previsión Social. Según explicó su hermana, Graciela transitó por varios lugares hasta que alquiló una casa o departamento con Liliana Violini cuya dirección era desconocida por la familia.
María Cristina hizo una semblanza de su hermana, que al momento de su secuestro tenía 30 años: “era una persona muy íntegra. Hacía su trabajo de concientización, de militancia en el IPS. Chicos del sindicato de ATE me comentaron que ella había sido muy valorada en su trabajo”.
María Cristina contó que ese 5 de octubre en el que ocurrió el secuestro, estaba en su trabajo en el Colegio de Escribanos y una compañera dijo que “estaba contenta porque apresaron a dos guerrilleras”. En el momento, tuvo la corazonada de que se refería a su hermana Graciela. Esto lo confirmó cuando pasaron varios días sin tener noticias de ella que, aunque estaba en la clandestinidad, veía asiduamente en la calle o en un café. Todo esto cobró sentido cuando conoció las circunstancias del secuestro gracias a compañeros de su hermana que se contactaron. Al salir de la casa que compartía con Liliana Violini, personas encapuchadas bajaron de un auto y aunque Graciela trató de esconderse en una carnicería, la secuestraron. Liliana fue secuestrada al año siguiente y continúa desaparecida. A pesar de que no fue mencionado en esta declaración, es pertinente aclarar que en ese mismo operativo secuestraron a Haydeé Lampugnani, sobreviviente que testimonió en la audiencia 35 de este juicio.
Sobre las noticias que tuvieron de Graciela a lo largo del tiempo, María Cristina explicó que en La Plata se encontró con Nilda Eloy, quien le contó que compartió cautiverio con Graciela. Nilda confirmó que vivió hasta noviembre de 1976. En relación a esto, la testimoniante también relató que Graciela le había dado su número de teléfono del trabajo a una persona que había estado con ella en la Comisaría mencionada al principio: esta persona se puso en contacto con María Cristina para transmitirle el mensaje en que su hermana le aseguraba que estaba bien y que lo peor ya había pasado.
La segunda y última declaración que escuchamos en esta jornada fue la de David Horacio Nillni. Al comenzar su testimonio explicó que iba a contar la historia de Inés María Pedemonte, una militante del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) que fue secuestrada, privada ilegalmente de su libertad y desaparecida. Mostró una de sus fotos y dijo “no es una foto sino que es una persona que fue de carne y hueso, que sentía, que quería, que amaba, que luchaba por algo distinto”.
Inés era la hija menor de siete hermanas, casi todas maestras rurales en distintas provincias del país. Hizo sus estudios en la ciudad de La Plata, llegó a hacer unos años de la carrera de Veterinaria de la UNLP; desde los centros de estudiantes colaboraba mucho con quienes tenían dificultades con el estudio. Trabajaba en IOMA en la parte de odontología y fue delegada gremial de ATE. Inés y David se casaron en el año ‘68, vivían en Tolosa y tuvieron un hijo llamado Sergio Alejandro. En relación a la vida previa al secuestro, el testimoniante explicó que “pasó mucha gente por nuestra casa, festejabamos con los vecinos, venían nuestros compañeros de la facultad tanto de medicina como de veterinaria”. Relató que, lamentablemente ,muchos de ellos hoy están desaparecidos, fueron secuestrados o asesinados: Sergio García, compañero de Inés, Nora y Horcio Ungaro, y Josefina Pedemonte, su cuñada, que el día 10 de agosto de 1976 fue secuestrada de su casa de Castelar delante de sus tres hijos.
Por las noches no podían dormir, por los ruidos violentos, por todo lo que había sucedido con sus compañeros. David e Inés tuvieron una diferencia ideológica y decidieron comprar una nueva casa en el casco urbano de La Plata, en calle 64. David se quedó con Sergio e Inés se mudó a esa casa. El sábado 9 de octubre de 1976 Inés tenía que ir a buscar a su hijo pero nunca llegó. La fueron a buscar a su casa, encontraron la puerta abierta y una vecina les dijo que había sido secuestrada esa madrugada. El 8 de octubre de 1976 la vecina vio gente encapuchada que sacaba a Inés y se la llevaba en un auto, tenía alrededor de 35 años de edad.
David estudiaba con Horacio Matoso, y luego del secuestro de Inés se encontró con la esposa de éste para contarle lo que había sucedido. Ella, a su vez, le informó que ese mismo día había sido secuestrado Horacio. Rápidamente, Nora Ungaro por su lado y Marta Pedemonte y David Bravo por el suyo, presentaron Habeas Corpus para denunciar la desaparición de Inés. Sobre las repercusiones posteriores al secuestro explicó que a fines de abril del año 1977 tuvieron que exiliarse. Por otro lado, contó que a su hermano biólogo le negaron varios cargos en distintas universidades y también se exilió. Por supuesto, Sergio perdió a su madre y también perdieron la capacidad de hacer uso de sus bienes. “Si hicimos las cosas mal, Inés debería haber sido juzgada con garantía constitucionales. Eso se llama terrorismo de estado y es un crimen de lesa humanidad” afirmó David.
Se exilió en 1977 en Israel junto con otros familiares y formaron la Comisión de familiares de desaparecidos de la Argentina, allí armaron las primeras listas. En el año 1979 hicieron una presentación pidiendo por esas personas y recibieron una constatación banal. A principios de 1983, al embajador argentino en Israel quisieron entregarle la llave de una ciudad, desde la Comisión denunciaron las razones por las cuales este Brigadier no era un representante del pueblo argentino y no se le otorgó ese honor.
En 1984 denunciaron ante la CONADEP la desaparición de Inés. Y en 1986 regresó al país. Así se encontró con Nilda Eloy, quien le contó que compartió cautiverio con Inés. Ella le había contado a Nilda que estaba tranquila por su hijo Sergio, que sabía que estaba en buenas manos con su padre. Nilda, Nora Ungaro y Horacio Matoso le contaron las condiciones de detención que tuvieron en los distintos centros clandestinos.
En relación a las reparaciones históricas, David leyó algunas de sus notas para detallarlas cronológicamente: en 2010 lograron que se declare la desaparición forzosa; en el edificio de IOMA hay dos gigantografías en el salón principal, una pertenece a Inés Pedemonte y la otra a Beatriz Pirola de Rivelli; en la Facultad de Veterinaria hay una calle que lleva su nombre y cruza con la de su compañero de estudio, Sergio García; en 2014 se colocó la baldosa blanca de la memoria en la entrada de IOMA, hoy no está y todavía tiene que ser reparada; en el 2012 el director de cine Victor Ramos filma la película documental “Relatos de la Sombra”; en el 2014 David presentó su libro “Guerrillero y soldado: una vida entre La Plata y Beersheva” que consideró un testimonio y reivindicación de estas luchas; por último, se hizo la reparación del legajo de Inés en IOMA y fue entregado por la gente de ATE y las Madres de Plaza de Mayo.
Al finalizar su declaración David Horacio leyó su cierre: “pasaron 45 años de este hecho, la herida no está cerrada (…) Yo hablé de reparación histórica e individual pero también hay para el colectivo, que es primordial. Hoy declaré como testigo de la desaparición forzada de Inés María Pedemonte, espero que mi alegato no quede en el olvido, mi intención es mantener vivo el mensaje de muchos de los desaparecidos, soñando con un mundo mejor (…).