Juicio Hogar Casa de Belén Audiencia nº 6 del dia 25 de Abril de 2022

Por Lucero San Vicente- Maestranda en Historia y Memoria

 

En la sexta audiencia, que tuvo lugar el 25 de abril de 2022, se presentaron las voces de dos de los testigos que presenciaron el ataque a la casa en la cual estaba Vicenta Orrego Meza, sus tres hijos y María Florencia Ruival con José Luis Alvarenga

 

 

 

En esta audiencia, por parte de los imputados, la única que se encuentra siempre de forma presencial es Nora Susana Pellicer, junto con sus defensores públicos. Desde la sala virtual se puede ver en la Unidad Penitenciaria de Campo de Mayo, dos de los perpetradores: Roberto Guillermo Catinari y Héctor Raúl Francesacngeli, junto a ellos estaría sentado Etchecolatz, pero debido a cuestiones de salud, sigue hospitalizado, de manera virtual y desde sus casa también se encuentra Armando Antonio Calabró. Los otros imputados Jaime Lamont Smart, Juan Miguel Wolk, Rubén Carlos Chávez y José Augusto López, fueron dispensados de entrar en la audiencia. En la sala estuvieron los jueces José Antonio Michelini, Andrés Basso y Nelson Jarazo, también  se encontraron los fiscales Juan Martín Nogueira y Ana Oberlin por parte de la Unidad Fiscal y Gonzalo Miranda desde lo virtual. Por parte de la Secretaría de Derechos Humanos, de forma presencial estaba Pedro Griffo; del CODESEDH -el programa de acompañamiento de testimoniantes- pudimos ver a Carmen Celiz en la virtualidad.

Francisco Antonio Nogueira: Los recuerdos de un niño de 10 años

Francisco Antonio Nogueira fue convocado por la Fiscalía como testigo de uno de los operativos represivos. Lo hizo de forma presencial. Francisco vivía en la casa ubicada al frente de la casa de los Ramírez, pero antes de iniciar su testimonio decidió relatar cuál es el contexto en el que vivió y recuerda lo sucedido, así ubicó su testimonio dentro de un ambiente familiar militante y el cual también fue cruzado por la violencia estatal. El pronunciamiento de su testimonio también dio espacio para contar la historia de su familia, quienes eran militantes peronistas en la Unidad Básica de barrio y de la agrupación Felipe Vallese. Realizaban acciones como la construcción de veredas y cruces de calle. Dentro de su historia también se ubica la detención de su padre entre octubre y noviembre del 76 durante tres días en la Comisaría 1 de Almirante Brown, Francisco relata que pudo salir debido a que un tío se tuvo que hacer pasar por militar.

Así su testimonio estuvo enmarcado en su experiencia en durante la dictadura cívico militar. Recordó que en 1977 después de que la casa fuera habitada por una familia de Entre Ríos, llegó una mujer con sus tres hijos y dos personas más.

“Cienti y pico de tiros” son los que Francisco recuerda que contó cuando era niño en la en la pared de casa en donde se encontraba la familia Ramírez. La imagen del niño de 10 años contando esos tiros es también la imagen de quien relata 45 años después que la madrugada del 14 de marzo de 1977 llegó su hermano a la casa asustado porque había muchos hombres armados alrededor de la casa pensando que podían estar buscando a su padre.

Las personas armadas y vestidas de civil no se acercaron a su domicilio, fueron al de la familia Ramírez. Francisco pudo obervar lo sucedido desde la ventana que llegaron a los tiros, una balacera que duró entre diez y veinte minutos hasta que desde el interior se pidió una tregua con la voz de un hombre y salieron lxs hermanxs Ramírez y su madre. Vicenta logró sacar a los dos primerxs hijxs, cuando intentó sacar al tercero, Alejandro, giró a la pared y un personal de civil se acercó y le dio un tiro en la cabeza, cuando sacan a Alejandro, asesinan a su madre con una ráfaga de tiros. Cuenta también que del lado de adentro se escucharon un par de disparos, pero de una pistola, un “pac, pac” a lado del “trac, trac, tracatrac, que era continuo” del lado de afuera.

El testimonio de Francisco parece estar contado por escenas. La siguiente fue el traslado de los cuerpos con frazadas, esto lo hicieron con un auto y caballo que pidieron a un vecino, para luego  trasladar los cuerpos a un carro de una casa mortuaria llamada Guillermo, después de ver esto caminó un poco e identificó un auto con una persona en el interior que parecía esposada. La siguiente escena parte de la defensa que hace un niño de su perro y es que en la vereda Francisco se encuentra con dos personas, una tira un maletín del que salen granadas o balas grandes, y el segundo, con una estrella en el pecho, que dice “¿Qué hacés pelotudo?” a lo que el segundo responde: “Discúlpeme jefe”, el perro de Francisco sale a ladrar y el “jefe” alza la pistola para amenzarlo, Francisco le dice que no lo mate y “el jefe” se guarda la pistola. La el lunar en la cara de “el jefe” se le quedó grabada a Francisco y en el 2017, viendo un documental sobre Malvinas identificó a ese hombre, era Ramón Camps.

Francisco describió lo que sucedió después desde adentro de la casa y desde afuera. Desde adentro Francisco cuenta que fue el primero que entró después de los disparos. Ingresó porque dijo que iba a ir a buscar una pala que su padre le había prestado a la familia Ramírez. Entró pudo observar un espacio lleno de sangre y volantes tirados, también vio dinero. Ya afuera pudo darse cuenta que conforme dejaban que las personas se acercaran, los perpetradores tomaron los fusiles que habían quedado dentro y los sacaron por una ventana, Francisco pensó que era para simular que eran de los habitantes de la casa.

La visión de afuera la tiene a partir del relato de su hermano que vivía unas cuadras más lejos, las personas comenzaron a acercarse a la casa y algunos vecinos creían que había sido en casa del propio Francisco, pero después les aclararon que no. Cuando los policías o militares se fueron, dejaron que las personas entraran a la casa y se llevaron lo que había ahí.

Desde el suelo observó hacia la terraza del vecino en donde vio a Carlos Ramírez mirando hacia su casa y le gritó a Francico que se estaban robando sus juguetes. Esa frase quedó en su cabeza ya que él sabía que Carlos preguntaba por sus juguetes, pero Francisco era consciente del asesianto de su madre. Esta escena lo persiguió durante mucho tiempo preguntándose por qué le habría pasado al lxs hermanxs Ramírez, quienes se quedaron dos o tres días más con los vecinos hasta que los llevaron al Juzgado.

Francisco tiene más presente a Carlos porque era con quien jugaba enfrente de su casa o de la casa de la familia Ramírez, había hablado con Vicenta algunas veces por esa misma razón y sabía también el nombre de María. Francisco.

El testimonio de Francisco también es importante porque no sólo describe la violencia que se cometió en los operativos y con lxs hermanxs Ramírez, sino que fue un espacio también en donde él narró la violencia posterior que este hecho provocó en su familia, como el desplazamieno forzado de su padre. Su padre, al no tener los recursos para salir del país, optó por irse a vivir a un campo en Tristán Suárez, ahí lo iba a visitar su familia y fue hasta después de Malvinas que su padre volvió a tener una vida fuera de la clandestinidad. Otro momento que recuerda son los XV años de su hermana, a los cuales llegaron móviles policiales pidiendo saber qué sucedía, ante esto su padre también tuvo que huir.

Como hemos visto en muchos testimonios, estos están envueltos por la cotidianidad de la que formaron parte, así no se pueden separar de detalles significativos, como cuando Francisco narró la forma en la que él y sus hermanxs ayudaban a su padre a envolver las semillas que después vendían o cuando narró que cuando su padre nunca dejó la militancia, que tomaba un poco comenzaba a gritar “¡Viva Perón!” y que sólo se calmó un poco después de su detención. Estas imágenes de vida, dan un respiro dentro de lo traumático de los otros eventos, un respiro que también parece haber esperado más de cuarenta años para ser pronunciado en un espacio como el judicial, pero que a veces lxs fiscales o lxs jueces interrumpen en la búsqueda de otros detalles, algo que sucedió con el testimonio de Francisco, sin pensar que tal vez esta vez fue la primera en la que nombró el desplazamiento forzado de su padre y las consecuencias de la violencia estatal en su familia, la primera vez que cuenta, como dijo en sus últimas palabras, que ese hecho fue durante 45 años una carga dolorosa.

Aldo Pietrantuono: observando desde la ventana a los 13 años

Aldo Pietrantuono testificó a través de la sala virtual y a petición de la Fiscalía. Aldo tenía entre 12 y 13 años en el momento, ya que no recuerda si fue en el 77 o 78. En ese momento vivía con sus padres, quienes tenían un almacen en la parte baja de la casa, almacén que frecuentaban quienes habitaban la casa de los Ramírez. Aldo recuerda que en esa casa vivían tres personas mayores y que de su breve interacción con ellxs “era gente muy amena y amable”.

El día del operativo cuenta que se comenzaron a escuchar ruidos cada vez más sucesivos, su padre le dijo que no estuviera cerca de las ventanas y se fue a su cuarto, pero pudo observar que se veían entre treinta y cincuenta personas acostadas en la calle disparando, esa imagen, dice, es de lo poco que se acuerda. Escuchó también tanques y una explosión final, había policías y camiones del Ejército. Cuenta que su padre rentaba una parrill a lado y el parrillero le comentaba que una semana antes del ataque, el jefe de la policía iba a comer diario y que además fue visto en el operativo. Para Aldo lo que sucedía no tenía una explicación, no sabía por qué estaba pasando, cuenta que “al no venir de una familia muy politizada” fue algo quereconstruyó con el tiempo. Cuando salió a la calle pudo ver policías y a personas del Ejército y el comentario que se escuchaba era que habían “abatido a tres subversivos”.

A Aldo le preguntaron sobre el ambiente en el barrio en los días sucesivos, a lo que él responde que “como se decía en la época” lo que se comentaba era que “habían matado a tres subversivos”.

Esta audiencia finalizó con las últimas palabras de Pietrantuono diciendo que esperaba que se hiciera justicia. Se pueden rescatar cuestiones importantes de esta audiencia. Primero los detalles dados por ambos testigos, sobre las condiciones de la casa y el contexto que se observó cuando fue el operativo. En segundo lugar esta audiencia permite también reflexionar sobre la forma en la que los recuerdos de quienes fueron niñxs en el momento del hecho juzgado son válidos para la justicia y en tercer lugar, a partir de la experiencia que contó Francisco sobre su padre, queda pensar cómo estos espacios pueden llegar a ser espacios de escucha para esas otras historias que no se han pronunciado todavía en espacios tan públicos y qué hacer con éstas.



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