Juicio Hogar Casa de Belén y operativos represivos. Audiencia 4

Por Lucero San Vicente- Maestranda en Historia y Memoria

 

En la cuarta audiencia del Juicio Hogar Casa de Belén se escuchó la voz del testigo Alejandro Mariano Ramírez y la imputada Nora Susana Pellicer hizo algunas aclaraciones

 

 

Crónica del 1 de abril

 

La cuarta audiencia del Juicio Hogar Casa de Belén tuvo lugar a las 15 de la tarde el día 1 En la sala del Tribunal Oral Federal de La Plata N°1 se encontraron de forma presencial Nora Susana Pellicer, imputada del caso y ex Secretaria de Marta Delia Pons jueza del Tribunal de Menores N° 1 de Lomas de Zamora durante los años de lo acontecido con lxs hermanxs Ramírez; la defensa de la imputada; los jueces José Antonio Michelini Andrés Basso y Nelson Jarazo; por parte del Ministerio Público Fiscal, el auxiliar fiscal Juan Martín Nogueira; en representación de la Secretaría de Derechos Humanos estaba Pedro Griffo; Carla Victoria Ocampo Pilla, una de las representantes de lxs hermanxs Ramírez. A través de la plataforma virtual se conectaron los otros imputados en la causa: Jaime Lamont Smart, Armando Antonio Calabró, Juan Miguel Wolk, Rubén Carlos Chávez, José Augusto López, Roberto Guillermo Catinari y Héctor Raúl Francescangeli, quienes se conectaron desde la unidad de Campo de Mayo. En esta ocasión Etchecolatz, también imputado en la causa, no se presentó debido a cuestiones de salud. En la sala virtual se encontró también la defensora particular de Catinari y Francescangeli y, por otro lado, las profesionales del CODESEDH, organismo encargado del acompañamiento de las víctimas. 

La recepción de la prueba testimonial comenzó después de la presentación de lxs integrantes de la sala. En esta ocasión el testimonio que escuchamos fue el de Alejandro Mariano . Desde Suecia, país que acogió a su padre Julio Ramírez, quien militaba en el barrio de Bernal Oeste y fue detenido en 1974, Alejandro Mariano inició su declaración. Mariano es el hijo menor, que en el momento del asesinato de su madre, Vicenta Aorrego Meza, tenía dos años. Con la pregunta de la querella: “¿Vos o alguien de tu familia fue víctima de la última dictadura cívico-militar que sufrimos en este país?” y las fotografías de su familia respaldando sus palabras en el fondo, los recuerdos de Mariano se empezaron a escuchar.

Nuestro presente aporta a tejer las preguntas y respuestas que construimos con la memoria, así Mariano partió de su presente como padre y de la pregunta que lo ha acompañado toda su vida: “¿dónde está mi madre?”.

La narración de su vida comienza con la ruptura provocada por la violación de la libertad de su padre, cuando él tenía siete meses, después de esto con su madre y dos hermanxs comenzaron a vivir en distintos lugares mientras se escondían de la represión. Dentro de estas vivencias, Mariano recordó también “los únicos buenos momentos” y la “única imagen de mi mamá” de ellxs yendo de paseo, viajando en tren, pasando tiempo en Bernal y yendo con compañeros al circo. Estas imágenes son cortadas por dos objetos que mostró acompañando la denuncia del robo de su identidad: la camiseta y un rosario que portaba dentro de la Casa de Belén, con esto último dio cuenta también de uno de los elementos importantes de este juicio: la responsabilidad de la Iglesia en el entramado criminal de la dictadura. Denunció así a Manuel Maciel y Dominga Vera (ambos apartados del juicio por problemas de salud), encargados del Hogar Casa de Belén, quienes bautizaron y cambiaron el nombre de lxs hermanxs Ramírez, quienes fueron los primeros en llegar, ya que después se encontraron en ese espacio 13 niñxs. 

Después de la detención de su compañero, Vicenta se fue con sus tres hijos al partido de Almirante Brown y en el Barrio de San José se dio uno de los operativos represivos de ese mes, en donde el día 14 de marzo de 1977 a las 5 de la mañana, un grupo de tareas abrió fuego, la madre de los niños pidió alto al fuego para sacarlos, salieron los dos más grandes y cuando Mariano estaba en los brazos de Vicenta fue que le dispararon. Un vecino llevó a lxs niñxs a la comisaría local, en donde después intervino el Tribunal de Menores N°1 de Lomas de Zamora y luego fueron ubicados en el Hogar Casa de Belén. En esta fecha también fueron asesinades María Florencia Ruival y José Luis Alvarengay. Al día siguiente, en otro ataque llevado adelante en Lavallol, también fueron asesinades Pedro Juan Berger, Narcisa Adelaida Encinas y Andrés Steketee.

Las violaciones y los traumas cruzaron la vida, el cuerpo y el habla de Mariano. Parafraseando su declaración, comentó que quedó traumatizado, no podía hablar: “lo que me ha salvado hoy no es el silencio, el silencio es el terror”. Gracias a un psicólogo en Suecia pudo iniciar un tratamiento para poder hablar. Las marcas de los abusos quedaron, fue abusado sexualmente por Jorge Maciel, pasaron hambre, fueron golpeados, su frenillo fue cortado ante la imposibilidad de hablar. Mariano explica que antes tenían otra vida, que él había sido bautizado por sus padrinos verdaderos, pero al llegar a la Casa de Belén “borraron esa vida, me lavaron la cabeza”, incluso comentó que ante los pensamientos de escapar de hogar tenía miedo y sentía culpa, ya que a un chico que lo había intentado con anterioridad le cortaron una pierna.

Mientras Mariano comentaba que un cura y los militares llegaban a abusar de los chicos, se pudo ver un acercamiento en las pantallas de los perpetradores presentes en la sala virtual, Wolk y Calabró miraban la cámara mientras colocaban su mano en el mentón; Smart sentado a lo lejos, con una sombra y Catinari y Francescangeli (con lentes oscuros) miraban la cámara.

Lxs tres hermanxs estuvieron en la Casa Belén del 21 de marzo de 1977 al 26 de diciembre de 1983, cuando su padre salió de prisión en 1981 los buscó por todas partes, hasta que finalmente se pudieron reunir en 1983 en Suecia. Mariano se quedó en Suecia, pero dice que no olvida nada, incluso el “olor de Buenos Aires” le recuerda lo sucedido. Por una parte Mariano cuenta que no sabía nada de lo que pasaba en el país, que incluso él juntaba las figuritas del Mundial del 78, pero al mismo tiempo cuenta que se adaptó a ese terror: “me adapté a esos abusos, me adapté al cambio de nombre, me adapté a ser castigado, a comer con los perros”, estrategia que la propia dictadura tenía, el disciplinamiento social a partir del terror y las violaciones.

En su relato sobre el exilio, Mariano contó que al estar con la psicóloga de los 9 a los 12 años llegó al “buscar mi identidad”, así que comenzó a dibujar la Casa de Belén, actividad que después se volvió fundamental en su vida, ya que comentó que trabajar con las artes, dibujar, el teatro y el baile le ayudaron a trabajar lo sucedido y a seguir trabajando con derechos humanos, contó sobre un pequeño documental que realizó sobre su caso. En este mismo sentido contó que él ha vuelto a Argentina, que formó una familia en Suecia y que actualmente es profesor y trabaja por los derechos de los niños.

Mariano finalizó su declaración con el mismo deseo del inicio: “lo único que quiero es saber qué pasó con mi mamá, ella estuviera muy agradecida y contenta de que estemos con vida”, para acompañar esta frase dio lectura a un dibujo que hizo al llegar a Suecia los 9 años, el dibujo es un corazón en donde dice “Mi madre es Vicenta Orrego Meza y ella es una buena madre, nos salvó la vida y quiero que ella viva, madre de mi corazón”. Mirando de frente a los imputados en la sala virtual y a la imputada en la sala presencial, Mariano terminó diciendo “me gustaría saber por qué me robaron la identidad, me gustaría saber la razón, ¿qué pasó con mi mamá Vicenta?, llevo siempre la camisa de mi mamá”, mientras mostraba la remera con la imagen de Vicenta Orrego Meza.

La querella decidió no hacer más preguntas, mientras que por parte de la defensa de la imputada se hicieron dos preguntas. La primera fue si Mariano recordaba en dónde y en qué contexto fue revisado por médicos, así como si ahí también había psicólogos, a lo que respondió que la clínica fue muy cerca de Banfield y que recuerda que iba al psicólogo, pero no su nombre, pero sí que era una mujer. La segunda pregunta fue relacionada a la lectura de las cartas de su padre por la jueza Pons, lo cual afirmó Mariano. Las otras tres preguntas fueron por parte de la Fiscalía, la primera fue para precisar la fecha de nacimiento de Mariano, el 23 de abril de 1974 y la segunda tuvo que ver con el relato que hace Mariano sobre el momento de la emboscada en donde él cuenta que lo salvó un pañuelo blanco, a lo que respondió que para él es muy difícil recordar porque era muy pequeño, pero “lo que siento de mi mamá es que ella se entregó con el pañuelo blanco”. La tercera pregunta fue para confirmar que lxs tres hermanxs estaban juntxs el 14 de marzo.

Para concluir su testimonio, acompañó sus palabras con fotografías que recorren su vida y memoria. Pudimos verlo a él y sus hermanxs de chicos, a su madre, su padre y sus padrinos verdaderos. Se vio la Casa de Belén y después mostró una fotografía en Suecia, ya en el exilio, siguió con la fotografía de él en tiempos recientes visitando Banfield y finalmente mostró la foto de su madre, a quien sigue buscando.

Antes de terminar la sesión, la defensa pidió que la imputada Nora Susana Pellicer ampliara su declaración indagatoria. A partir de lo dicho en la audiencia anterior, en la cual se mencionó que hubo una visita al Penal por parte de María Cristina Luzuriaga Vivot con otra persona que podía tener el cabello rubio, Pellicer integró a la causa una fotografía de ella cercana a esa época (1977) en donde según describió se podía observar el color de su cabello. Además continuó con el argumento en el que menciona que en esa época ella se dedicaba exclusivamente a lo penal.

Mariano dejó claro con su declaración que “el silencio es el terror”. Él ha reconstruido su vida a partir también de los recuerdos y objetos que todavía tiene, ha recuperado su identidad. “El silencio es el terror”, esta frase quedó dando vueltas en mi cabeza después de la audiencia, un silencio que marcó el cuerpo y vida de Mariano y sus hermanos, pero un silencio que poco a poco también se ha roto, desde antes y con el acompañamiento que él tuvo con su psicólogo, en el exilio y con sus hermanxs. Pensaba en el significado de poder expresar sus vivencias dentro de una sala de audiencias, en un juicio que comenzó seis años después de su elevación; expresar su experiencia y reflexiones, su denuncia en un juicio en donde 10 de los imputados murieron y 3 han sido apartados del caso por cuestiones de salud. “El silencio es el terror”, pero en esta sala del primer piso del TOF °1 se escuchó la voz de Mariano, su relato y se abrió la posibilidad de seguir juzgando los perpetradores, quienes también a través de sus pantallas pudieron ver cómo el silencio que perpetraron, las voces que pensaron que callarían, retumbaron ahora en la sala presencial y virtual, así como en la posibilidad de ser replicada a través de la virtualidad. La siguiente sesión tendrá lugar el 11 de abril a las 12 horas en la misma sala del TOF 1.