Calculan la cantidad de vegetales que consumían los antiguos habitantes de la Patagonia

    La Patagonia argentina en el extremo sur de Sudamérica, se percibió tradicionalmente como una región con pueblos dedicados principalmente a la caza. Esta percepción ha cambiado al reconocerse un espectro dietético más amplio, donde las plantas silvestres locales y las exóticas domesticadas habrían intervenido en la vida de estos cazadores-recolectores. Sin embargo, la naturaleza de la preservación del registro arqueológico dificulta una evaluación precisa de su papel. Científicos de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata, junto con colegas de las universidades de York (Reino Unido) y Ciudad de Cabo (Sudáfrica), dilucidaron el impacto exacto de las plantas en la alimentación de estos pueblos. 

    En este estudio recientemente publicado en la revista científica Scientific Reports, se cuantificó la contribución de las plantas y otros recursos a las paleodietas de los cazadores-recolectores mediante métodos biomoleculares y análisis estadísticos. Se analizó la composición de isótopos estables de carbono y nitrógeno de restos humanos del norte de la Patagonia y se dataron por radiocarbono individuos específicos relacionados con plantas exóticas domesticadas (maíz). 

    Las muestras (restos óseos) provienen principalmente de sitios arqueológicos del valle medio del Río Negro y del piedemonte de Somuncurá, áreas que fueron estudiadas en la última década por el equipo de investigación del que forman parte los autores de la FCNyM-UNLP de esta publicación. Otras muestras provienen de colecciones del valle inferior del Río Negro, específicamente de la laguna del Juncal, excavadas en la segunda mitad del siglo XX. Los fechados radiocarbónicos ubican a las ocupaciones de estos sitios arqueológicos en el Holoceno tardío (3000 años antes del presente).

    El Doctor en Ciencias Naturales, Alejandro Serna, autor principal del trabajo explicó que: “hoy la arqueología cuenta con técnicas biomoleculares que nos permiten adentrarnos de una manera única a distintos aspectos de la vida en el pasado, entre ellos la dieta. Mediante la medición de ciertos elementos químicos presentes en el colágeno de nuestros huesos (isotopos estables del carbono y del nitrógeno) podemos inferir e incluso cuantificar las dietas de las poblaciones arqueológicas. Una vez extraído el colágeno de los huesos, se ingresa la muestra en un espectrómetro de masa que básicamente cuantifica las proporciones de los elementos. Conociendo esas proporciones y comparándolas con proporciones conocidas de recursos silvestres con técnicas estadísticas, es como inferimos la dieta”.

    Dieta de la población

    La dieta general de la población sigue un patrón que incluye componentes terrestres, fluviales y vegetales; sin mostrar diferencias entre individuos en función del sexo o la localización. La integración de los datos isotópicos humanos y ecológicos analizados apunta a la explotación de una amplia diversidad de recursos.  Estas dietas se caracterizan por una gama de recursos terrestres que incluyen fauna de tamaño grande a pequeño (por ejemplo, artiodáctilos, aves, armadillos, roedores), recursos fluviales (peces y moluscos) y plantas .

    Las estimaciones de la contribución de los recursos a la dieta de la población indican un predominio de animales terrestres (52%) seguidos de plantas (30%) y peces fluviales (18%) . Las tendencias globales del registro etnográfico apoyan estas contribuciones. El análisis de los datos de más de 200 sociedades de cazadores-recolectores de todo el mundo muestra que, cuando las condiciones ecológicas lo permiten, la mayoría de ellas (73%) obtienen más del 50% de su subsistencia de alimentos de origen animal, mientras que un pequeño porcentaje obtiene menos del 50% de la dieta de las plantas.Estos resultados concuerdan con el amplio espectro general de la dieta inferido por el registro arqueológico de la zona de estudio. 

    Los animales terrestres dominan esta contribución, representando alrededor de la mitad de la ingesta alimentaria de los individuos. Cabe destacar que nuestra categoría de animales terrestres abarca un amplio repertorio de presas pequeñas como por ejemplo los armadillos a grandes, como el guanaco. 

    Aunque los datos isotópicos no nos permiten señalar animales específicos, los resultados se alinean con toda la evidencia que plantea al guanaco como una pieza central de la economía patagónica a lo largo de todo el Holoceno. Sin embargo, las elecciones alimentarias locales, y la elevada biodiversidad intrínseca encontrada en los valles de esta región y cercanos, moderan la importancia relativa de esta presa. Parece más realista un escenario de alternancia y complementación entre el guanaco y presas menores. Esta explotación equilibrada ha sido observada en el noroeste de la Patagonia, principalmente en base al registro zooarqueológico. 

    Según los modelos estadísticos, las plantas representaban aproximadamente un tercio de la ingesta alimentaria de la población. En algunas zonas se ha propuesto un cambio en la dieta hacia un mayor consumo de plantas, que se produjo aproximadamente entre 1500 y 1000 años AP, basándose en varias líneas de evidencia:  mayor frecuencia de herramientas de molienda, cerámica y macrorrestos vegetales en el registro arqueológico;  mayor prevalencia de enfermedades dentales.  

     En el trabajo quedó demostrado que el amplio espectro de la dieta inferido a partir del registro arqueológico coincide con los patrones dietéticos humanos, en los que las plantas aportan aproximadamente un tercio de la ingesta total. Esta contribución procedía de la explotación sistemática de plantas silvestres locales, mientras que el maíz no desempeñaba un papel significativo. Más bien, este cultivo exótico domesticado parece haber funcionado como un producto comestible importado, entrando en la región en legumbres esporádicas, como sugieren las nuevas fechas radiocarbónicas. Si bien hemos cuantificado el importante papel de las plantas en estas dietas de cazadores-recolectores, también proporcionamos una nueva plataforma para probar y discutir las interacciones entre estos grupos y los productores de alimentos geográficamente distantes.

    El científico de la UNLP detalló: “del trabajo realizado podemos concluir que una contribución importante a la alimentación provino de la explotación sistemática de plantas silvestres locales, mientras que el maíz no desempeñó un papel significativo. Este cultivo domesticado parece haber funcionado como un producto comestible importado, ingresando a la región en periodos esporádicos, como sugieren las nuevas dataciones de radiocarbono. En lugar de marcar la llegada de la agricultura, el maíz en esta región podría haber funcionado como un alimento socialmente significativo, consumido ocasionalmente y obtenido mediante intercambio a larga distancia”. 

    Mientras tanto, algunas gramíneas silvestres podrían haber desempeñado un papel más importante en las dietas locales de lo que se reconocía previamente. Además de cuantificar el papel de las plantas en estas dietas de cazadores-recolectores, este trabajo también proporcionamos una nueva plataforma para analizar las interacciones entre estos grupos y productores de alimentos geográficamente distantes.

    “Los resultados del trabajo son coincidentes con el amplio espectro dietético inferido a partir de otras líneas de evidencia del registro arqueológico. Muestran que aproximadamente un tercio de la ingesta total se basó en la explotación sistemática de plantas silvestres locales como por ejemplo gramíneas del tipo Panicum, mientras que el maíz parece haber funcionado como un producto comestible importado, obtenido probablemente de regiones distantes”, concluyó Serna.

    Link a la revista Scientific Reports

    Autores: Alejandro Serna, Luciano Prates , Lucio González Venanzi , Daniela Saghessi , Emiliano Mange , Victoria Romano, Javier A. Montalvo-Cabrera y Domingo C. Salazar-García

    Dr. en Ciencias Naturales, Alejandro Serna.

    Fecha de publicación: 24 de junio de 2025