Los derechos de la mujer y la educación pública

    El 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, es la fecha en la que se celebra la lucha por el derecho de la mujer al voto y por sus derechos políticos y económicos, en definitiva, por la igualdad en el ser humano, sin distinción de género. Se rinde honor  a las mujeres corrientes, como las verdaderas artífices de la Historia por obtener los mismos derechos que el hombre participando así de una forma igualitaria en la sociedad.
    Las mujeres representan hoy la mitad más uno de la sociedad argentina.  Recorriendo y repasando la historia, observamos que el decreto de la Universidad de Bologna en 1377, prohibía expresamente que cualquiera permitiese introducir una mujer, cualquiera que ella sea a la Universidad. De allí que en un primer período el acceso de la mujer a la educación universitaria fue en forma excepcional o disfrazadas de hombre. A principios del siglo XIX dos mujeres estudiaron en Europa y se recibieron de médicas como varones. Ambas trabajaron la profesión como hombres ya que según el pensamiento de la época, las mujeres no podían ejercer las profesiones universitarias. El proceso estuvo enmarcado con reclamos y luchas feministas por la igualdad de ambos sexos. Las primeras universitarias en EE.UU. y en la mayoría de los países fueron médicas. Las mujeres debieron saltar una y otra barrera, primero para estudiar en la Universidad, luego para obtener el título y después para acceder al ejercicio profesional, lo que no ocurría con los varones.
    Ya en 1810 Manuel Belgrano sostenía en el Correo de Comercio que la educación de la mujer era la piedra fundamental de una nueva nación. En Latinoamérica el acceso de las mujeres a los estudios universitarios se produjo a partir de la década de 1880. En todos los casos favoreció la movilidad social de la clase media. Las corrientes migratorias provenientes de Europa fomentaban la educación femenina. Marie Curie fue la primera mujer que llegó a catedrática en la Universidad de París y la primera en ganar el  Premio Nobel, compartido con su marido, Pierre Curie, por sus investigaciones sobre elementos radiactivos.
    “La primera médica recibida en nuestro país, en la UBA fue Cecilia Grierson en el año 1889, pero antes de recibirse fundó la Escuela de Enfermería en 1886.
    La Escuela de Odontología en nuestro País se creó en 1892 en la Facultad de Ciencias Médicas de Buenos Aires. A partir de 1900 se graduaron en todas las promociones alrededor del 30% de mujeres. Las primeras odontólogas argentinas fueron Sara Justo (hermana de Juan B. Justo), Catalina Marni, Antonia Arroyo y Leonilda Menedier. La mayoría pertenecía a familias de inmigrantes de buena posición económica, con padres profesionales y de ideas liberales” (Felipe Pigna,  “Mujeres tenían que ser”).
    La participación femenina en el nivel superior del sistema educativo, tanto universitario como no universitario, experimentó durante el transcurso del siglo XX un incremento significativo en toda la región. En efecto, en el promedio latinoamericano, el porcentaje de mujeres jóvenes en la matrícula universitaria aumentó, entre 1970 y 1985, de un 35 a un 45% .Aun cuando en el 40% de los países de América Latina el número de mujeres de entre 20 y 24 años que cursan estudios superiores es ligeramente inferior al de los varones (Ecuador, 37%; Guatemala, 28.1%; México, 35.6%; Perú, 34.7%), en otros ellas están alcanzando la paridad o incluso los están sobrepasando (Argentina, 46.9%; Chile, 45.4%; y Brasil, 50%).En nuestro país, en 1936 se graduaba una mujer por cada 8 varones; en 1951 una por cada 4 varones; en 1966  una  por cada 2 varones y en 1981 una  mujer por cada varón.
    En la Facultad de Odontología de la UNLP el 65.02% de alumnos activos y regulares en la actualidad son mujeres,  y en la UNLP el 52.6% de los estudiantes son mujeres. “Esta celebración del 8 de marzo, cobra relevancia en la lucha por los derechos de la mujer y la universidad pública, requiriendo una nueva forma de pensar, reconociendo a todas las personas, independientemente del sexo, como agentes imprescindibles para el cambio, impulsando procesos educativos que igualen los derechos de hombres y mujeres” (Informe de Desarrollo Humano, 1995). Han de fomentarse los estudios relativos a la mujer que tiene un papel estratégico en la educación superior y en la sociedad, favoreciendo su participación activa  en la elaboración de políticas universitarias y en la adopción de decisiones.