Ezequiel Estrada

    Me llamo Ezequiel Martínez Estrada y deseo ofrecerle mi primer libro.

    Así, en abril de 1918, se presentaba un poeta de veintitrés años en la redacción de la revista Nosotros, en la calle Florida de Buenos Aires. “Un joven de aspecto sombrío”, sería la primera impresión de Rafael Arrieta sobre quien estaba punto de iniciarse como docente de Literatura en el Colegio Nacional de la Universidad Nacional de La Plata. Lo cierto es que la poesía de Oro y piedra lo había deleitado tanto que Arrieta le respondió con una elogiosa carta; desde entonces, surgieron nuevos encuentros, cada vez más frecuentes, que consolidaron una buena relación de amistad.

    Atento a la inmensa capacidad del joven autodidacta, Arrieta vió un gran docente en Martínez Estrada. Y si bien la primera reacción del muchacho fue negarse debido a su falta de experiencia, finalmente cedió ante la insistencia de su amigo. Poco después de comenzar a dictar clases de literatura, en 1924, Martínez Estrada se convirtió en uno de los profesores más respetados y queridos por sus pares y sus alumnos, hasta su retiro en 1945.
    René Favaloro, quien primero fue su alumno y más tarde su amigo, lo recordaba como “un educador por antonomasia que dedicó al colegio los años más fructíferos de su vida como profesor”. Participó en la reformulación de planes de estudio y la originalidad de su propuesta fue adoptar un criterio temporal e incluir la producción contemporánea. Su libro “Panorama de las literaturas”, de 1946, es un texto con fines de divulgación relacionado con su tarea docente en el Nacional y destinado a lectores interesados en la literatura universal.

    La poesía fue su primer gran amor ya que entre 1918 y 1929 publica seis libros dedicados a ese género. Sin embargo, es a través de su obra ensayística, que es reconocido. Hablar de Ezequiel Martínez Estrada es hablar de uno de los más grandes intelectuales argentinos del siglo XX, exponente ineludible de la ensayística nacional y latinoamericana.
    Hoy, esa obra permanece vigente y las sucesivas reediciones de sus trabajos promueven el análisis y la discusión en diversos ámbitos académicos, donde también se distinguió como crítico musical, cuentista, dramaturgo y guionista.

    Exploró la realidad argentina con una mirada agria y escéptica. Tal vez la amargura y la lucha contra la adversidad lo hayan marcado desde pequeño: al separarse sus padres, dejó de ver a su madre y viajó a Buenos Aires para vivir con una tía. Comenzó así sus estudios secundarios, pero las dificultades económicas lo obligaron a dejar las aulas para trabajar en el correo, donde se jubiló después de treinta años de servicios.
    Más tarde, durante los primeros años de la década del ’50, llegará otro infortunio para este hombre delgado, de ojos vivos y acuosos: una neurodermatitis, enfermedad de la piel, que lo obligaría a deambular por consultorios y hospitales y a permanecer en cama durante largos períodos. Sin embargo, su manera de enfrentar las circunstancias más difíciles fue con trabajo: la enormidad de su obra es prueba cabal. En sus últimos días, ya postrado en su casa de Bahía Blanca, pidió llevar su cama hasta el escritorio para terminar su trabajo sobre José Martí.

    Martínez Estrada había nacido el 14 de septiembre de 1895 en San José de la Esquina, un pequeño pueblo de la provincia de Santa Fe. Gran parte de su infancia transcurrió en Goyena, al sur de la provincia de Buenos Aires, donde su padre instaló un almacén de ramos generales. Allí fue feliz y allí volvió en 1937 para adquirir un campo,- con el dinero obtenido del premio Nacional de Literatura- en el que junto a su esposa, Agustina Morriconi, pasó largas temporadas en una modesta casa, escribiendo en una mesita bajo un sauce llorón. Los registros fotográficos de su estadía en el campo lo muestran siempre sonriente y relajado.

    Durante los últimos años de su vida, de 1960 a 1962, fue director del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Casa de las Américas, en La Habana, donde formó parte de la atmósfera intelectual de los primeros años de la revolución. Por problemas de salud y económicos regresó a Bahía Blanca para seguir trabajando sobre su monumental biografía de José Martí, para seguir tocando el violín y hablar con sus pájaros, más de diez a los que llamaba por su nombre. Murió el 4 de setiembre de 1964.

    Ezequiel Martínez Estrada.Lectura de Poemas del atardecer, grabado para Radio Universidad, 10 de agosto de 1963.

    Escuchar audio
    {{article_media:1740}}: