Emilio Pettorutti

    En la galería Witcomb de la calle Florida, ciudad de Buenos Aires, se inaugura una muestra de Emilio Pettoruti, quien regresaba luego de más de diez años en Europa. Presenta ochenta y seis trabajos, entre pinturas, dibujos, mosaicos, diseños y escenografías para teatro de títeres.
    Gritos, insultos, golpes, se transforman en protagonistas de la inauguración y dejan en evidencia diferencias y pasiones de dos bandos en pugna. La tensión crece, y sigue en la calle y en confiterías de la zona. Son las cinco de la tarde del 13 de octubre de 1924. A la noche, las disputas tienen lugar en el bar La Perla del Once, hasta que interviene la policía. El grupo de la revista Martín Fierro, encabezado por Jorge Luis Borges, apoya el vanguardismo de Pettoruti; en tanto, otros ven en el pintor una “amenaza al arte”.

    “La razón de esa furia desatada contra el arte que yo exponía no pude explicármela nunca ya que, como todo el mundo se precipitó hacia el interior, los cuadros no fueron vistos por nadie. Lo cómico del asunto es que esa asistencia tan densa pretendía irse a las manos y tampoco podía hacerlo por falta de espacio. Una cuba de sardinas gritonas puestas de pie y yo en el centro, sofocado”. Así recordó Emilio Pettoruti ese día, con humor y distancia, características que se llevaban bien con alguien fiel a sí mismo y que había decidido correr todos los riesgos con su arte.

    Y parece que así estaba dado, desde mucho tiempo atrás. Un niño de diez años que acepta la invitación y desafío de su abuelo de dibujar sobre una pared del patio, es alguien dispuesto a correr riesgos.

    Además de la polémica e histórica muestra, en esa primavera de 1924 Emilio se rencontró con su abuelo materno, Juan Casaburi, quien a sus 86 años parecía haber estado esperando el regreso del nieto para despedirse, ya que murió poco después. El hombre había sabido promover los gustos de su nieto: habitualmente, le regalaba pinceles, pinturas, lápices y hojas para que el pequeño desplegara libremente sus inquietudes. Tan libre que, estimulado por don Juan, Emilio niño pintó un colorido muro en el patio de la casa, obra que el abuelo preservó por muchos años.

    Pettoruti nació en La Plata en 1892 y pasó su infancia en una casa ubicada en 3 y 54. En su libro de memorias “Un pintor ante el espejo” describió el recorrido de su aprendizaje y entre sus maestros aparecen dos hombres de la Universidad de La Plata, precursores en la enseñanza del arte: Atilio Boveri -con quien no tuvo una buena relación- y el arquitecto Emilio Coutaret, en la entonces Escuela de Dibujo que funcionaba en el Museo de Historia Natural (hoy Museo de Ciencias Naturales).

    En 1913, Emilio, con poco más de 20 años, partió rumbo a Italia gracias a una beca otorgada por la Legislatura provincial . Allí absorbió elementos de los movimientos de vanguardia europeos. En esa productiva etapa, estudió, viajó y expuso en muchas ciudades. La primera individual, por ejemplo, tuvo lugar en la Galería Gonelli de Florencia, en 1916. Quince pinturas en total entre las que se destaca un retrato de Xul Solar conocido como Luce-Elevacione. También exhibió un collage y Meditazione, mosaico emplazado en el patio central del rectorado de la UNLP.

    De regreso a la Argentina, además de continuar con su arte, fue director del Museo Provincial de Bellas Artes desde 1931 hasta 1947; logró ubicarlo en el edificio del Pasaje Dardo Rocha y transformarlo en un punto de encuentro cultural ineludible.

    Pionero del arte contemporáneo, en contacto con las principales vanguardias como el futurismo, el cubismo o la abstracción, pero sin perder de vista -como búsqueda personal- a los clásicos del renacimiento, Pettoruti se transformó en uno de las más grandes e indiscutibles artistas plásticos del siglo XX. Un valiente que se puso al frente de la quijotesca tarea de romper con estructuras conocidas y ser aceptado, desafío que por entonces parecía destinado al fracaso. Un cruzado solitario que luchó contra los cánones establecidos y los superó, a pesar de haber perdido un ojo tras una operación quirúrgica por el estrabismo que padecía.

    Fue declarado Doctor Honoris Causa de la Universidad Nacional de La Plata en 1969. Murió en París dos años después, el 16 de octubre de 1971, a los 79 años.

    Emilio Pettorurri. Acto de entrega del diploma de Dr. Honoris Causa de la UNLP (14 de octubre de 1969).

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