“La dictadura es un pasado presente”

    ¿Cuál era el marco histórico del país  cuando se produce el golpe de estado de 1976?
    En principio se puede decir que el golpe militar del 24 de marzo de 1976 tiene antecedentes históricos de largo plazo y otros más inmediatos. Uno podría pensar que a partir de 1955, con el derrocamiento de Perón, se abre un periodo específico en la Argentina que se va a caracterizar, entre otras cosas, por la proscripción del peronismo y por la alternancia entre dictaduras y regímenes de democracia restringida.
    Otro elemento que hay que tener en cuenta es que a partir de mediados de los ‘50 ya aparecen ciertas dificultades con respecto al modelo de desarrollo económico basado en la sustitución de importaciones. Hay ciclos de expansión y ciclos de ajuste a  lo largo de todo ese periodo.
    También hay que señalar que la Argentina registra históricamente un gran desarrollo de la organización de la clase trabajadora. Esa clase obrera organizada va a demostrar una gran capacidad de resistencia a esos recurrentes intentos de ajustar y estabilizar la economía a través de políticas que menoscaban el salario, aumentan la explotación y desmejoran  las condiciones laborales.
    Así, entre el ’55 y el ’73 se van formando como dos grandes fuerzas políticas, dos grandes bloques dentro del campo político. Por un lado hay un bloque popular, heterogéneo, más vinculado a la línea de transformación, del cambio, al que muchos han llamado el campo de la revolución. Y otro bloque que está vinculado más a los sectores del poder, a las Fuerzas Armadas, a ciertos partidos políticos conservadores, a ciertas elites intelectuales vinculadas al liberalismo y al conservadurismo católico, y sobre todo a un actor dentro del campo económico que luego va a tomar una relevancia muy fuerte, que son los sectores más concentrados del capital. En la primera mitad de la década del 70 ese conflicto político entre esos dos bloques históricos, que están en proceso de tensión, de desequilibrio, de inestabilidad, se va a agudizar.

    ¿Y qué sucede en el contexto internacional?
    A principios de los ‘70 vemos un cambio a nivel mundial de la economía, que impacta en la Argentina, porque ya no es posible pensar a las políticas económicas en el ámbito exclusivo de la soberanía del Estado. Porque hay otros actores económicos que están por encima de los mercados nacionales y que operan a nivel trasnacional, con mucho poder de determinación sobre el curso de la economía.
    En el contexto del Cono Sur, en 1973 se produjo el golpe de estado en Chile, contra Salvador Allende, y también en otros países comienza una seguidilla de golpes. En Estados Unidos se ve un momento de mayor poder de los actores más conservadores. Los cambios políticos de Estados Unidos afectaban las relaciones con los países latinoamericanos.
    El Estado, entonces, empieza a perder soberanía en el campo de las decisiones económicas, y por otro lado hay un cambio muy fuerte en la situación de la política de América latina, ya que deja de ser un momento de auge y comienza uno de declinación, de reflujo de los procesos de cambio.

    ¿Cuáles son los rasgos más relevantes del período previo al golpe?
    Perón, en su tercer período como presidente, va a hacer un juego político que para muchos es imposible: intentar liderar una sociedad que ya no es la misma de los ’50, pues se ha modernizado, se ha planteado nuevos horizontes, intervienen nuevos actores políticos y sociales, es una sociedad muy movilizada. A Perón apoyarse en los sindicatos ya no le garantiza un control sobre los procesos de politización en el mundo del trabajo, y tampoco puede conducir a los jóvenes ni a las Fuerzas Armadas. Es sobre todo en el año ’74 que se hace evidente esta crisis de la conducción del proceso político. Cuando su idea de pacto social empieza a mostrarse inaplicable.
    En ese marco, en los años ‘74 y ‘75 se van conformando alianzas y consensos en los sectores dominantes que convergen en una coalición golpista, en la que participan actores civiles y militares. Aquí se articulan viejos y nuevos consensos de los sectores dominantes, que tienen que ver con dos ejes: por un lado la crisis de dominación política que estos sectores quieren resolver de raíz, aplicando toda la fuerza física y simbólica del Estado para reformar de cuajo a la sociedad con objetivos conservadores, reaccionarios. Y el otro gran consenso es que hay que hacer una reforma radical de la economía. Y las dos cosas van de la mano.
    Antes del golpe de estado ya se está gestando entonces lo que va a venir después: la articulación de un plan represivo de nuevo tipo, la firme presencia de las fuerzas armadas en la represión, basadas en un modelo de secuestro, tortura y desaparición. Hay un proceso de experimentación y hay un proceso de convencimiento hacia dentro de los sectores dominantes de que esa es una parte sustancial del plan político que hay que aplicar.
    Por otra parte está el ajuste de la economía que también tiene antecedentes inmediatos antes del golpe: en 1975 se da el Rodrigazo, mezcla de ideas neoliberales con conservadoras de derecha, un plan de estabilización, un ajuste que hace pagar el costo a los sectores trabajadores.

    ¿Qué caracteriza al proyecto político de la dictadura?

    En la coalición cívico-militar que se venía gestando y que termina de coagular con el golpe del 24 de marzo de 1976 se articulan tres componentes. Uno es el económico, en el sentido de que la crisis que sucede en la Argentina tiene que ver, para las clases dominantes, con la radicalizada capacidad de lucha de los sectores populares, por lo tanto hay que disciplinar. Para poder transformar la economía se disciplina a la clase trabajadora, y a su vez la política económica es un instrumento para lograr ese disciplinamiento. El plan económico de Martínez de Hoz incluye entre otras cosas una apertura comercial, que destruye buena parte del tejido industrial que producía para el mercado interno y que era el anclaje fundamental de la capacidad organizativa de la clase obrera. El segundo componente es una ofensiva directa  a través de la política laboral, que busca afectar el salario y la capacidad de organización de los trabajadores en sus lugares de trabajo: la dictadura apuntó con una batería de medidas -y con la represión- a reducir brutalmente los derechos y los ingresos de los trabajadores.
    Y en tercer lugar todo esto se articula con un plan sistemático de exterminio de la denominada “subversión”, figura que encubre en realidad a un conjunto de militantes radicalizados de diversos ámbitos: militantes de las organizaciones armadas, dirigentes sindicales, universitarios, activistas sociales y políticos, intelectuales.
    A ellos la dictadura les aplica la tortura, el secuestro y la desaparición. El robo de bebés también formó parte de este plan, ya que los hijos de los desaparecidos fueron considerados un botín de guerra. Y me parece importante destacar que este plan de exterminio no fue la acción de unas personas barbarizadas, sino que fue el eje central de un proyecto político de dominación que generó un verdadero genocidio político.
    El terrorismo de estado fue un plan sistemático de exterminio que se manejaba con un organigrama: se formó una estructura paralela, muy coordinada, con centralidad de mando. La dictadura se propuso también, por supuesto, producir una ofensiva  conservadora en el campo de la cultura, por ejemplo a través de las reformas de los planes educativos. El lugar que ocuparon los medios de comunicación en ese sentido fue también muy significativo.

    ¿Cuáles fueron las marcas más trascendentes que la dictadura dejó en la sociedad argentina?

    Los legados de la dictadura son muchos y la sociedad argentina ha tenido que enfrentarlos de distintos modos en todos estos años. En el aspecto económico las consecuencias fueron fundamentales: la herencia del gobierno militar incluyó la transnacionalización de la economía, el peso de la deuda externa y el deterioro de las capacidades de toma de decisiones por parte del Estado, entre otras cosas. Durante la dictadura se produjo una enorme transferencia de recursos de los más pobres a los más ricos: es lo que la socióloga Maristella Svampa llama un proceso de “atroz desigualdad”. La dictadura inaugura un período de desigualdad económica y social que implica una profunda regresión, que se hace evidente en la emergencia de los “nuevos pobres”, o en el enorme aumento de la parte del ingreso que se apropian los patrones respecto a la que reciben los trabajadores. En estos términos, económicos y sociales, el legado de la dictadura es de carácter estructural.
    Las consecuencias políticas fueron objeto de mucha discusión durante los años de la transición. Digamos que se planteaban dos grandes problemas. Uno, si era posible construir una democracia estable, con reglas de juego democráticas que se consolidaran con el tiempo. Por otro lado, el gran problema del momento era qué iba a pasar con los militares. Allí hubo avances y retrocesos, pero en la actualidad la cuestión de los crímenes del terrorismo de estado, la violación de los derechos humanos, ha cambiado positivamente, por el trabajo de los organismos de Derechos Humanos, que hicieron su aporte para llenar de contenido a la democracia y para mantener viva la memoria.
    Hoy por hoy tenemos una democracia estable y la mayoría de los actores están comprometidos con este juego, aunque a los sectores dominantes siempre les cuesta más jugarlo. Desde este punto de vista la Argentina ha hecho una importante transición desde el estado autoritario hacia el estado democrático. Pero no hay que olvidar que la dictadura es un pasado presente, que sus consecuencias estructurales siguen pesando sobre la sociedad, y que el pensamiento autoritario sigue operando en mucha gente.