Convocar a la memoria, una oportunidad para renovar el compromiso con una educación inclusiva

    La consagración del 16 de septiembre como el Día de los Derechos del Estudiante Secundario es, a la vez que una convocatoria a la memoria, una oportunidad para renovar el compromiso con una educación inclusiva, comprometida con el destino de nuestro pueblo y con la democracia y el estado de derecho que se hacen presentes en el juzgamiento de los crímenes cometidos.
    Ese día de 1976 y los sucesivos, la última dictadura militar secuestró a un grupo de estudiantes secundarios de la ciudad de La Plata, la mayoría de los cuales hoy siguen desaparecidos.
    Es un ejercicio de memoria que debemos realizar reconociéndolos no como “perejiles”, no como adolescentes que peleaban por el boleto secundario -sin desmerecer esa lucha llevada adelante un año antes-, sino como militantes sociales y políticos. Como tales, por supuesto, no eran culpables de ningún delito, pero no les hacemos justicia recordándolos como sujetos apolíticos, sino que tenemos el deber de reconocerlos como jóvenes que militaban en organizaciones políticas (en la Unión de Estudiantes Secundarios y en la Juventud Guevarista), pero a la altura de los “grandes”, con su mismo fervor y compromiso.
    Por eso la dictadura militar no los trató de una forma distinta, sino que fueron víctimas de un único plan sistemático de exterminio en el que sufrieron el mismo secuestro clandestino, las mismas torturas, las mismas vejaciones, el mismo destino que los grandes.
    Parte de la justicia necesaria llegó casi en coincidencia con el 35 aniversario de estos hechos, ya que el Tribunal Oral Federal n° 1 de La Plata, integrado por Carlos Rozanski, Roberto Atilio Falcone y Mario Portela, juzga desde el año pasado las responsabilidades tanto civiles como militares por esos hechos, en el marco de la mega causa “Almeida, Domingo y otros s/ infracción Art. 80, 139, 142, 144, 146, 45, 54,y 55 del Código Penal”, conocida como “Circuito Camps”. Por ese mismo compromiso, los sobrevivientes de esos años de plomo se comprometen con la búsqueda de verdad y justicia para las víctimas de los delitos de lesa humanidad.
    Pero la dictadura no sólo persiguió organizaciones y personas, sino que fue implacable en todo el plano educativo y cultural. El ejemplo más paradigmático es el documento “Subversión en el ámbito educativo. Conozcamos a nuestro enemigo”, publicado en 1977 por el Ministerio de Planeamiento y Educación nacional y destinado a distribuirse en todos los establecimientos educativos del país. El folleto, un verdadero manual para hacer efectiva la persecución ideológica, constituyó a la escuela y al resto del sistema educativo en un gendarme de las opiniones, acciones y vestimentas que no congraciaban al poder militar.
    Por eso, un ejercicio de la memoria activa involucra, para hacer presentes los ideales de aquellos jóvenes estudiantes, que todos los actores del sistema educativo construyan una verdadera república democrática y pluralista. En ese sentido, la explicitación en la Ley Nacional de Educación, como uno de sus fines, de la vocación de formar estudiantes no “bancarizados” (en palabras de Freire), sino críticos y participativos, es un imperativo para fortalecer la democracia.
    El mejor homenaje que hoy podemos hacerles a aquellos jóvenes es reflexionar, hacer ejercicio de una memoria activa, recordar que somos responsables de transmitir nuestro pasado a las generaciones futuras. Qué mejor compromiso con su legado que participar de las audiencias de la causa mencionada, instar a los jóvenes a interesarse por la realidad de nuestro país, incentivándolos a formarse como sujetos críticos y participativos. Así es como lograremos una verdadera república democrática. También por ello el presidente de la Universidad Nacional de La Plata resolvió por Resolución 970/2011 invitar a la comunidad universitaria y a la población en general a asistir a las audiencias públicas a desarrollarse todos los lunes y martes en la llamada causa “Camps”.
    Porque la democracia se fortalece día a día cuando la justicia alcanza a los personeros de la dictadura, cuando conocemos la verdad y también cuando escuchamos a los jóvenes y aprendemos de ellos que siguen el ejemplo de los estudiantes de La Noche de los Lápices, que nos enseñaron que para ser sabios, tener convicciones firmes y luchar por ellas, no hay edad.