Un equipo de especialistas de la UNLP asesora a organismos públicos, gobiernos y empresas privadas, y realiza tareas de control de una especie de mejillón que se multiplica en forma geométrica en las represas y construcciones levantadas para tratar aguas que luego serán para consumo de la población.
Hace casi 20 años, un grupo de investigadores de la Universidad Nacional de La Plata descubrió la presencia de un molusco bivalvo invasor en las costas del Río de La Plata. Hoy ese pequeño mejillón se ha transformado en una verdadera plaga que se cuenta por millones y causa estragos en las plantas potabilizadoras y centrales hidroeléctricas del Mercosur.
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El Grupo de Investigaciones sobre Moluscos Invasores y Plagas de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo, comandado por el doctor Gustavo Darrigran, es el único referente del país en esta problemática y hoy se encarga de asesorar a empresas y organismos estatales de diferentes países de la región que buscan controlar el avance de esta especie invasora.
La “Limnoperna fortunei”, conocido como Mejillón Dorado fue detectado por primera vez en nuestro país por el propio Darrigran en el año 1991. Fue en el Río de La Plata sobre las playas de Berisso, y por aquel entonces la población era de apenas cuatro individuos por metro cuadrado; hoy, gracias a la ausencia de depredadores naturales y a su particular mecanismo de reproducción, las poblaciones llegan a alcanzar los 150 mil individuos por metro cuadrado.
Si bien desde un principio se desconocía de qué especie de molusco se trataba y cómo había llegado hasta a la costa bonaerense, luego de varios meses de investigación e intercambio de información con especialistas de todo el mundo, se logró determinar que el Limnoperna fortunei logró ingresar a través del agua de lastre de buque comerciales provenientes del sudeste asiático. Allí está la génesis de una de las bioinvasiones que más problemas ocasiona no sólo en los ecosistemas, sino también en las economías de los principales países del Mercosur.
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Gustavo Darrigran
El Mejillón Dorado es una especie de molusco que habita los principales causes de agua dulce del sudeste asiático. A diferencia de las especies que pueblan el Río de La Plata, este mejillón no vive enterrado bajo la arena sino que se adhiere a las rocas por medio de visos o filamentos de enorme resistencia. Cuando en su ambiente natural no encuentra rocas, busca fijarse a cualquier superficie dura como troncos, botellas, cascos de embarcaciones y tuberías; incluso otros individuos de su misma población pueden resultar apropiados.
El mayor trastorno que produce esta invasión de moluscos es el fenómeno conocido como macrofouling. En rigor, se trata del ensuciamiento o taponamiento de tuberías, sistemas de refrigeración y filtros de centrales hidroeléctricas, industrias y plantas potabilizadoras. Es que estas estructuras están construidas con materiales duros como el hierro o el acero y, al no encontrar rocas donde adherirse, millones de mejillones dorados fijan sus visos sobre estas superficies causando la obstrucción de los sistemas e impidiendo así el ingreso de agua.
El primer caso de macrofouling fue detectado en 1994 en la toma de agua de la planta potabilizadora de Punta Lara. Si bien desde aquel entonces los investigadores de la UNLP trabajan para controlar la situación, el problema aún persiste. En un principio se logró combatir la invasión utilizando cloro; sin embargo Darrigran explicó que “gracias a su gran capacidad adaptativa, estos moluscos se han vuelto tan resistentes que, para eliminarlos, sería necesario volcar más cantidad de cloro de lo recomendable, poniendo en peligro el ecosistema y la salud de la población”.
Actualmente, el mecanismo más efectivo para combatir la plaga es el de limpieza y reemplazo de filtros en la toma de agua. Claro que esto implica dejar fuera de servicio la planta potabilizadora y, en consecuencia, interrumpir el suministro de agua para la población.
Los investigadores del GIMIP son los únicos referentes y especialistas en el estudio y control del Mejillón Dorado de toda la región. Por ello, son consultados y realizan trabajos parta evitar el macrofouling en las principales centrales hidroeléctricas del Mercosur.
“Lo que suele ocurrir en estas centrales energéticas es que los moluscos se adhieren a los filtros de las tuberías y cierran al paso de agua hacia los sistemas de refrigeración”, explicó Darrigrand, y agregó: “estas usinas funcionan con enormes turbinas que, para girar, requieren aceite como lubricante; ese aceite debe mantenerse a baja temperatura y, para ello, el sistema de refrigeración necesita tomar el agua directamente del río. Cuando los mejillones tapan los filtros, el agua no pasa y es imposible refrigerar el aceite.
Los especialistas de la UNLP señalaron que el taponamiento de las tuberías ocasiona pérdidas económicas de cientos de miles de dólares. Dejar fuera de servicio para su limpieza una sola unidad generadora de energía de una central hidroeléctrica puede representar una pérdida de hasta 250 mil dólares por día. Normalmente, estas paradas de mantenimiento suelen tardar entre 3 y 5 días.
Darrigrand confesó que “los operadores de las centrales de energía muchas veces pretenden una solución mágica, poder echar un producto y matar a todos los mejillones de una vez, y esto es imposible. Nosotros asesoramos en cada caso en particular: en algunas partes se puede recurrir a materiales o pinturas antiadherentes, también al cloro en bajas concentraciones; pero la limpieza periódica es una tarea que siempre hay que realizar”
De Berisso hasta el sudoeste de Brasil
El Limnoperna fortunei ha logrado llegar hasta el sudoeste brasilero a través del Río Paraguay para invadir el Gran Pantanal, uno de los mayores santuarios naturales del mundo. También fue largo su recorrido por el Río Paraná: en 1995 se detectaron los primeros problemas de macrofouling en los cordones industriales ubicados a la vera del río; en 1998 obstruyó los sistemas de refrigeración de la central hidroeléctrica argentino-paraguaya de Yaciretá. A los pocos años, Brasil sintió el impacto de la bioinvasión cuando millones de mejillones pusieron en riesgo la generación de energía en Itaypu, la central hidroeléctrica más grande del mundo. Hoy, en San Pablo, la ciudad industrial por excelencia de Sudamérica ya sufre las consecuencias de esta plaga.
Desde su descubrimiento hace casi 20 años en las costas de Berisso, el Mejillón Dorado logró desplazarse a un promedio de 240 kilómetros por año.
Darrigrand destacó que “es el hombre el principal responsable de que esta especie haya logrado diseminarse por toda la región”. En este sentido explicó que “está claro que los mejillones no tienen capacidad de moverse por sí mismos, y si bien sus larvas pueden ser arrastradas por la corriente, jamás podrían remontar miles de kilómetros río arriba. Lo que ocurre es que el hombre, en su ignorancia o por desidia, no lava los cascos de las embarcaciones y lanchas donde los mejillones pueden viajar adheridos de un ambiente acuático a otro”.
“La educación y correcta difusión de los graves problemas que está casando esta plaga es fundamental para su control”, aseguró el especialista.
Del tamaño de una moneda de 50 centavos, el mejillón dorado cuenta con otra gran ventaja para colonizar los cursos de agua: su enorme capacidad de reproducción. Estos moluscos tienen un sistema de reproducción externa, es decir, los individuos liberan gametas al agua que luego se fecundan para dar origen a pequeñas larvas que flotan libremente entre el plancton. En pocos días, las larvas maduran, sueltan sus filamentos y se adhieren a cualquier sustrato duro.