Joaquín Víctor Gonzalez

    Hablar de la Universidad Nacional de La Plata es hablar de Joaquín Víctor González. Organizarla y ponerla en marcha fue su obra y gracias a su proyecto se nacionalizó. Fue su primer presidente en 1906, y su gestión se extendió durante cuatro períodos hasta su renuncia en 1918.

    Abogado, escritor, periodista, poeta, jurisconsulto, docente, gobernador, legislador, ministro y traductor, González se dedicó a pensar y hacer una universidad moderna donde no sólo se impartiera conocimiento y se extendieran títulos. Con poco más de cuarenta años, dirigió una universidad conceptualmente moderna, otorgando roles decisivos a la investigación científica y a la creación de conocimiento, pero además vinculando a la institución con la sociedad a través de tareas de extensión: una universidad en las calles enseñando a los obreros. Además, planteaba la necesidad de integrar instituciones y niveles de enseñanza; es decir, estudios primarios y secundarios.

    Tal vez González, estaría cultivando su idea de universidad desde mucho tiempo atrás. Cuando llegó para dictar un nuevo curso en La Plata, ya había hecho una carrera precoz. Todo lo hizo muy joven: por ser hijo de masón fue iniciado de pequeño.Con sólo diecinueve años, surgió su vocación por el periodismo y la literatura; mientras, estudió derecho en la Universidad de Córdoba y ejerció la docencia de varias materias en la Escuela Normal. A los veintitrés, obtuvo el título de Doctor en Jurisprudencia.

    A los veintiséis, en 1889, fue electo gobernador de su provincia natal y, además, se casó con Anselma Olmos, una joven pianista perteneciente a una tradicional familia riojana.

    “Nada ni nadie podrá hacerme el mal ni perturbar el goce de mi ciencia”, escribió González en el frente de su casa de descanso Samay Huasi, en Chilecito. ¿Quién sino alguien con convicción y profunda fe en sí mismo podría escribir algo así en el frente de su casa? Es la misma vivienda de descanso, que hoy pertenece a la Universidad y es también museo.
    Allí es donde escribió muchas de sus obras, donde se dejó llevar por la mágica belleza del imponente paisaje, donde compartió momentos familiares con sus diez hijos, donde cuidó como un hábil jardinero a sus amados rosales y donde hoy, tal su deseo, descansan sus restos luego de la gestión realizada por sus familiares y por la propia Universidad que él fundó. “Y mientras voy podando al azar mis rosas, ellas me van diciendo cosas maravillosas”, refiriéndose a una tarea que le proporcionaba un momento de distracción creativa, en la que no dejaba de pensar en la literatura, en la ciencia y en sus proyectos.

    Intelectual y político de la generación del ‘80, con ideales reformistas, durante su gestión como Ministro de Instrucción Pública propuso su plan para la Universidad. En 1905 envió al gobernador de Buenos Aires, un documento en el que planteó organizar la nueva Universidad sobre las bases de la Universidad Provincial. Así, la casa de altos estudios, de la mano de González y durante doce años, se transformó por completo. Una etapa de fuerte y sostenido crecimiento con un gran estímulo al desarrollo de las ciencias naturales y exactas, formación de científicos, contratación de profesionales extranjeros y compra de equipos.

    La Universidad Nacional de La Plata le ha rendido homenajes permanentes : un busto, ubicado en los jardines del Rectorado, preside la entrada al edificio; el himno también lo recuerda en sus estrofas; en tanto, desde 1926, la Escuela Graduada lleva su nombre. En 1934, por iniciativa de la Universidad una ley del Congreso Nacional impulsó la edición de sus obras completas: 25 tomos conformados por 55 títulos clasificados en Jurídicos, Políticos, Educativos y Literarios en más de trece mil páginas.

    Curiosamente, el azar y la historia vincularon a don Joaquín con Alfredo Palacios, quien se convirtió en el primer legislador socialista gracias a la reforma electoral impulsada por González como ministro del Interior en 1901, al suprimir la lista sábana y consagrar el sistema uninominal.
    También los unió la preocupación por las leyes laborales, como el avanzado Código de Trabajo proyectado por González. Años más tarde, en 1941, cuando Palacios llegó a presidente de la UNLP, la casa de descanso Samay Huasi pasó a formar parte del patrimonio de la Universidad.