Néstor Kirchner

    El calor húmedo de La Plata lo recibió en 1969, para ingresar a la Facultad de Derecho. Llegaba desde el viento frío de su amado Río Gallegos natal, con la ilusión de obtener un título de abogado, para recalar en una pensión de 1 y 60. Alto, desgarbado, usaba anteojos de marco grueso y le decían Lupín, por su parecido con el aviador protagonista de una famosa historieta.

    Néstor, seguramente, no imaginó que casi cuarenta años después, el 16 de septiembre de 2008, volvería a la ciudad con su mandato cumplido como presidente de la Nación para inaugurar lo que inició durante su gestión: recuperar el histórico edificio del Colegio Nacional, dependiente de la Universidad en la que se recibió. Mucho menos, imaginar que lo haría acompañando a su esposa, Cristina Fernández, que en calidad de presidenta de los argentinos encabezó el acto.

    Sí sabemos que imaginó ser gobernador de su provincia, Santa Cruz, mientras estudiaba Derecho y militaba, desde el peronismo, en la Federación Universitaria de la Revolución Nacional (FURN), durante los tumultuosos ‘70. Sobre ese deseo hay muchos testimonios. Incluso, sorprendió a su novia, la bella platense Cristina, a quien sedujo rápidamente con su desparpajo de siempre. Tras seis meses de intenso noviazgo, eligieron casarse la lluviosa mañana del 9 de mayo de 1975, tener un modesto festejo en la casa de los padres de la novia y vivir en una pensión. Cumplió su deseo: en 1991 es elegido gobernador de Santa Cruz.

    El joven Lupín repartía días de estudio y militancia con su pasión por el básquet, jugando en un equipo amateur de la ciudad y como asiduo espectador de partidos; y también, siempre que podía, no perdía oportunidad de ir a ver a Racing Club, el equipo de sus amores. Las charlas políticas eran cotidianas y extensas con gran cantidad de compañeros, muchos de ellos luego detenidos – desaparecidos por la dictadura cívico militar instaurada en 1976.

    El hombre que el 25 de mayo de 2003 asumió como presidente de la Nación jamás olvidó a aquellos militantes. Así, una de las principales metas de su gestión fue lograr la reactivación de las causas por violaciones a los derechos humanos. Desde el punto de vista de lo público, un gran peso simbólico adquiere aquella firmeza de Néstor Kirchner ordenando descolgar los cuadros de los dictadores Jorge Rafael Videla y Reynaldo Benito Bignone del Colegio Militar. Una orden directa, el gesto duro: “Proceda”, le dijo al jefe del Ejército, teniente general Roberto Bendini, quien inmediatamente retiró las imágenes de los genocidas. Es fácil, pues, imaginar que mientras daba aquella orden, lo invadiera una sucesión de recuerdos de sus compañeros asesinados; precisamente, esas imágenes de sus amigos desaparecidos, en retratos, ocuparían desde el primer día su escritorio presidencial.

    Aquellos años de apasionada militancia universitaria en La Plata impulsaron otro rasgo distintivo de su gestión presidencial: la recuperación de la política como instrumento para el cambio, la política que volvió a ocupar el centro de la escena de la mano de ese hombre de poco más de cincuenta años, con problemas de dicción e indiferente a los protocolos.

    Pocos creían. El sí creyó que iba a poder enamorar a las más linda, que podría ser gobernador de Santa Cruz y que como Presidente recuperaría lo mejor de la política. Muchos se esperanzaron con ese hombre que al asumir el máximo cargo nacional jugaba con el bastón de mando, no ocultaba su euforia y se acercaba a saludar a la gente reunida en la plaza, con tanta energía que una cámara fotográfica le cortaría la frente.

    En su discurso ante la Asamblea Legislativa también dedicaría un párrafo para sus viejos compañeros y, de paso, para los jóvenes: “Formo parte de una generación diezmada, castigada con dolorosas ausencias. Me sumé a las luchas políticas creyendo en valores y convicciones a los que no pienso dejar en la puerta de entrada de la Casa Rosada”.

    Murió, llenando de consternación al país, el 27 de octubre de 2010. Néstor Kirchner es el primer graduado de la Universidad Nacional de La Plata en llegar a la Presidencia de la Nación. La institución le rindió numerosos homenajes, entre ellos bautizar con su nombre el edificio de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social y también el comedor del Colegio Nacional.

    Así, la letra K, esa complicada letra del alfabeto y con poco uso en nuestro idioma, pasó a tener un unívoco significado político en la Argentina del siglo XXI.

    Néstor Kirchner. Fragmento del discurso en el acto de creación del Museo de la Memoria en la ex ESMA (24 de marzo 2004), y fragmento del discurso al cumplirse tres años de su mandato presidencial (25 de mayo de 2006).

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