Los terrenos de la periferia de La Plata experimentan desde hace muchos años un descontrolado incremento de ocupación que, además de generar conflictos ambientales y urbanos, produce numerosas y profundas extracciones de tierra para la construcción de nuevas viviendas, obras de infraestructura y rellenos.
Estas actividades extractivas generan cavas, también llamadas canteras, que no son más que gigantescos pozos o depresiones en el terreno que proliferaron sin control, degradando el suelo, acumulando grandes volúmenes de agua por invasión freática y generando serios peligros de derrumbe. Además, se han convertido en una verdadera invitación para el surgimiento de basurales clandestinos que ponen en riesgo la salud y seguridad de los vecinos.
En este marco, investigadores de la Universidad Nacional de La Plata desarrollan un catálogo de cavas que incluye la ubicación exacta de cada una de ellas y sus características físicas, ambientales, sociales y paisajísticas. El proyecto se desarrolla en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo a través del Instituto de Políticas del Ambiente Construido (IIPAC- UNLP-CONICET) y en conjunto con el Instituto de Geomorfología y Suelos (IGS-CISAUA- UNLP) de la Facultad de Ciencias Naturales.
María Elisa Cremaschi, la investigadora que lleva a cabo el trabajo, explicó que “la extracción profunda de suelos causa un grave deterioro del ambiente por la pérdida del sustrato útil para uso agropecuario como urbano, generando numerosas áreas decapitadas y profundas cavas. Se conforman así grandes heridas en el territorio, que se traducen en áreas residuales y vacíos urbanos degradados sin control ni propuesta de recuperación”.
De esta manera, el tema se posiciona como un problema de alta prioridad, ya que la permanente demanda de suelo con fines productivos para la extracción de materiales de construcción provoca la apertura de más cavas.
En el año 2006 el Instituto de Geomorfología y Suelos realizó un relevamiento en el que se registraron 95 cavas a las que se clasificó mediante el desarrollo de un índice de peligrosidad.
Cremaschi sostuvo que “en la actualidad el número de cavas se sigue incrementando, en la periferia detectamos más de 100 cavas con características muy variables entre ellas. Las superficies varían entre 0,1 y 21 hectáreas, mientras que las profundidades van de 1 a 20 metros aproximadamente. La gran mayoría se encuentran abandonadas y lindan con zonas residenciales y asentamientos precarios. Muchas presentan laderas casi verticales, basura y/o agua en su interior que en épocas de verano se convierten en balnearios improvisados que son muy riesgosos para la población que ya se han cobrado numerosas víctimas fatales”.
En este marco, la investigación aborda la temática desde una mirada “de Paisaje” para abordar la problemática de modo integral por medio de la construcción de un catálogo de cavas orientado a determinar el grado de vulnerabilidad socio-ambiental e identificar estrategias para mitigar estas áreas degradadas.
La construcción del catálogo contribuye al análisis, reconocimiento y valoración de las cavas de la periferia de ciudad, para poder determinar estrategias de intervención para su recuperación y de esta manera colaborar en la aplicación de políticas territoriales, acciones de planificación y ordenamiento.
Cabe mencionar que las cavas abandonadas se constituyen como pasivos ambientales. Sitios donde se realizó una actividad, ya sea de carácter público o privado, y fueron abandonados por los responsables ante la Ley.