En gran parte del noroeste argentino, lo que se conoce como región del NOA, la producción agrícola es realizada por productores familiares en ambientes de gran altitud (aprox. hasta 3500 metros sobre el nivel del mar, msnm). En esa zona se cultiva principalmente maíz, papa, poroto, habas y quinoa, siendo el maíz el más sensible a las bajas temperaturas asociadas al aumento de la altitud. Estos sistemas productivos presentan una gran riqueza cultural tanto en lo que hace a las prácticas agrícolas como a los usos de los productos cosechados. Además, funcionan como importantes reservorios de diversidad genética debido a las características tan particulares de esos ambientes, -bajas temperaturas, altas irradiancias, alto índice UV- determinando la supervivencia variedades únicas, combinado con las prácticas tradicionales de reproducción de semillas nativas.
En este marco, un equipo de investigadores de la Universidad Nacional de la Plata busca caracterizar los cambios fisiológicos asociados al cambio altitudinal en el cultivo de maíz para contribuir al diseño de estrategias de manejo específicas según la altura.
El rendimiento de maíz en estos ambientes se ve limitado por las condiciones propias de los sitios andinos, pero también por la falta de información científica necesaria para apuntalar las estrategias de manejo tradicionales. Al aumentar la altitud, la disminución de la temperatura implica un acortamiento del período libre de heladas y además un enlentecimiento del desarrollo del cultivo, que requiere más días para iniciar la floración. Esto reduce la intercepción de luz durante el ciclo del cultivo y finalmente su rendimiento.
Un resultado sorprendente: aumentar la densidad
En el cultivo de maíz la densidad de siembra es una variable de manejo clave, por lo que los productores de la zona núcleo generalmente cuentan con información para saber la densidad óptima en cada combinación de genotipo y ambiente. Sin embargo, estos estudios no se habían realizado para los ambientes andinos. Mariana Antonietta, una de las científicas que forma parte del equipo, explicó que “realizamos experimentos que nos permitieron saber que al incrementar la densidad de siembra en maíz, aumenta la intercepción de luz y con ello se mejoran los rendimientos, aún más cuanto mayor es la altitud. Esto no suele ser lo esperable ya que en general la mayor densidad de siembra en el maíz se asocia con ambientes de mayor potencial de rendimiento”.
Los investigadores realizaron ensayos experimentales en sitios a 2300 y 3300 msnm, y muestreos en lotes productivos que permitieron conocer cómo el aumento de la densidad de siembra mejora el desarrollo del área foliar, la intercepción de luz y el número de granos por unidad de superficie, obteniendo mejores rendimientos, aunque con granos más pequeños. Las tasas fotosintéticas se ven fuertemente reducidas durante la mañana, probablemente como consecuencia de las bajas temperaturas nocturnas mientras que la transpiración del cultivo sigue siendo alta, lo que reduciría la eficiencia instantánea del uso del agua, aspecto sobre el que se estima avanzar.
A partir de encuestas realizadas a productores ubicados a lo largo de un gradiente altitudinal (2000-3900 msnm) en el marco del proyecto PR-154 del Fondo de Distribución de Beneficios del Tratado Internacional sobre los Recursos Fitogenéticos para la Alimentación y la Agricultura (FAO) se encontraron diferencias entre aquellos productores ubicados a más de 2500 msnm comparado con aquellos a menos de 2500 msnm. Los productores situados a mayor altitud reportan más frecuentemente escasez de agua para mantener el cultivo y riegan en mayor proporción con agua de deshielo, cuya abundancia se reduce con el avance del calentamiento global. También reportan menor excedente en la producción, lo que dificulta sus posibilidades de comercialización y mayor necesidad de recurrir a la compra de insumos, como abonos, reduciendo aún más el margen económico. Al mismo tiempo, utilizan una mayor diversidad genética de razas de maíz que el grupo de productores ubicados por debajo de los 2500 msnm. Estos resultados alertan sobre la necesidad de apuntalar estos sistemas productivos para evitar su retroceso definitivo.
Un trabajo articulado
El proyecto se lleva a cabo en el marco de un PIP CONICET vinculado a la tesis doctoral del Ing. Diego Salve, becario de CONICET en INTA IPAF NOA (Hornillos).
El mismo se implementa de forma conjunta entre el Instituto de Fisiología Vegetal dependiente de la Facultad de Ciencias Agrarias y Forestales y la Facultad de Ciencias Naturales y Museo (INFIVE, UNLP-CONICET), el INENCO, de Salta, y el INTA IPAF NOA. Además se estableció un vínculo con las investigadoras de INTA R. Defacio (curadora del Banco de Germoplasma de maíz de Pergamino) y M. Ferreyra (INTA Cerillos, directora del proyecto FAO PR-154).
Del INFIVE participan también Eduardo Tambussi y María Luján Maydup, del INENCO Germán Salazar, y del IPAF Ricardo Calizaya.
Salve, D. A., Maydup, M. L., Salazar, G. A., Tambussi, E. A., & Antonietta, M. (2023). Canopy development, leaf traits and yield in high-altitude Andean maize under contrasting plant densities in Argentina. Experimental Agriculture, 59, e22.
Salve, D. A., Ferreyra, M. J., Defacio, R. A., Maydup, M. L., Lauff, D. B., Tambussi, E. A., & Antonietta, M. (2023). Andean maize in Argentina: physiological effects related with altitude, genetic variation, management practices and possible avenues to improve yield. Technology in Agrnonomy, 3, 14. https://www.maxapress.com/article/doi/10.48130/TIA-2023-0014?viewType=HTML