Estudios realizados en diferentes poblaciones de América Latina muestran correspondencia entre la elevada prevalencia de parásitos intestinales, condiciones de pobreza e inadecuada sanidad ambiental. Por otra parte, el parasitismo intestinal es mayor en áreas rurales y aumenta en regiones de producción agrícola y ganadera. En este sentido, la relación que existe entre la salud animal, humana y ambiental cobra especial relevancia. Un trabajo realizado por el Centro de Estudios Parasitológicos y de Vectores (CEPAVE) dependiente de la Universidad Nacional de La Plata y el CONICET con el acompañamiento del Laboratorio de Inmunoparasitología (LAINPA-FCV) de la UNLP en los vegetales de hoja que provee el cinturón hortícola de La Plata muestran la presencia de parásitos intestinales que se relacionan principalmente con las condiciones de precariedad estructural en las cuales viven las familias agricultoras
“En más de la mitad de las muestras de hortalizas de hoja se detectaron indicadores de contaminación fecal”, expone Andrea Falcone, miembro del equipo. Falcone es egresada de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la UNLP, “con mirada socioambiental”, según se describe. Sus investigaciones están abocadas a las parasitosis que afectan a la población humana, animal y ambiental y lo hace con una fuerte mirada local. En 2021 completó su doctorado en la UNLP y actualmente es becaria postdoctoral de CONICET.
Lejos de una mirada acusatoria, la investigadora afirma que el problema es multifactorial y multidimensional. “El área hortícola de La Plata es una región altamente competitiva para la producción de vegetales de hoja. Allí trabajan familias agricultoras, de agricultura campesina en origen, quienes contribuyen a más del 80 % de la producción de verduras y hortalizas de hoja a nivel nacional, explica Falcone. La distribución espacial actual de los cultivos se estableció entre las décadas del 80 y 90 y está enmarcada en el formato de tecnología de invernadero. Los productores alquilan la tierra, y deben mudarse periódicamente. Esa es una de las razones por las cuales no tienen posibilidad de mejorar la infraestructura y los servicios. Así, a pesar de estar habitando un área periurbana, los productores usan agua subterránea, de pozo, ya que no tienen servicio de agua corriente. Tampoco hay cloacas, y en su mayoría, no reciben recolección municipal de residuos”.
La investigación de campo que llevó adelante el equipo en las unidades productivas familiares tuvo como objetivo detectar las especies parasitarias presentes y evaluar los factores que aumentan el riesgo de contaminación en las familias, animales de compañía y ambiente productivo. Ya en el primer acercamiento al problema, la escasez de información sobre las familias agricultoras -que databa del censo agrícola del año 2005- llevó al grupo a extender el objeto de estudio mucho más allá del relevamiento de parasitosis. En 2015 se había publicado la Ley de Reparación Histórica de la Agricultura Familiar, sin embargo, no había información al respecto de las condiciones estructurales y demográficas.
Las enfermedades transmitidas por los alimentos representan uno de los problemas de salud pública más importantes. El aumento de la globalización del comercio de productos frescos y los diversos contextos de producción complejizan la situación, que debe ser abordada bajo el concepto integral de “Una sola salud”. Por eso, actualmente el Laboratorio de Inmunoparasitología (LAINPA) fortalece esta perspectiva aportando al estudio de las especies parasitarias presentes, en sus animales de compañía, las aguas que emplean para consumir y para sus productos, el abono, los suelos donde cultivan, y las propias hortalizas que producen.
Más allá del aporte en la caracterización del escenario parasitológico de las familias agricultoras, el grupo del que participa la investigadora busca visibilizar el problema de la deficiencia estructural. “Cuando se piensa en mejorar la calidad de la producción de alimentos se habla mucho de los agrotóxicos, y se reclama una transición a la agroecología, lo cual está muy bien y es urgente, pero poco se habla de estos otros problemas, que dependen de un reordenamiento territorial, y que pueden hacer la diferencia en la salud socioambiental”.
“Muchas familias son la quinta generación trabajando la tierra: desde peones hasta productores, han logrado un ascenso socioeconómico que no se acompaña con el acceso a servicios o derechos. El pedido de acceso a la tierra para las familias productoras no es solo necesario para mejorar su calidad de vida, sino para mejorar la calidad de los productos que consumimos con el fin de dar sustento a la soberanía alimentaria regional”, expresó la investigadora.
Falcone recuerda que, “en un contexto complejo de familias migrantes, los censos no eran completos. Arrancamos en 2016 con talleres formativos abiertos a la comunidad donde además indagábamos sus ideas sobre la problemática mediante entrevistas.” En un trabajo con alto grado de compromiso social, el grupo de trabajo ingresó a la comunidad por las salitas de salud para generar la confianza imprescindible para poder interactuar. “Llegamos a poder participar de las asambleas de las cooperativas de familias agricultoras”, menciona la bióloga.
Una vez estrechados los vínculos con la comunidad, se recolectaron y analizaron los vegetales de hoja, el agua de consumo y el suelo de cultivo. Recogieron 261 muestras de vegetales de hoja y 87 muestras de suelo de cultivo que fueron procesadas en el laboratorio utilizando técnicas de lavado, sedimentación y flotación, para su posterior observación con microscopio óptico.
Como resultado, encontraron que más de la mitad de las muestras de vegetales de hoja y casi un tercio de las muestras de suelo de cultivo contenían especies parasitarias, siendo las más prevalentes Blastocystis sp. y Cryptosporidium spp. “Las prevalencias parasitarias eran elevadas, más que en el casco urbano, pero eso era lo esperable para una comunidad rural periurbana compleja. El escenario epidemiológico derivado de los análisis de las muestras de materia fecal humana y de perros, agua, suelo y hortalizas resultó relacionado con los accesos limitados a servicios públicos, a la salud y a la educación, así como también con la materialidad de la vivienda, el hacinamiento crítico y la cercanía a los cultivos y las viviendas en el cual las familias desarrollan su vida. Asimismo, Blastocystis sp. fue hallado en todas las muestras analizadas y es un buen indicador de estudios socioambientales”, resume Falcone.
Blastocystis sp es un parásito unicelular que puede infectar el sistema digestivo humano y causar síntomas gastrointestinales en algunas personas. No todas las personas infectadas muestran síntomas, pero puede causar diarrea, dolor abdominal, náuseas y malestar gastrointestinal. La infección por esta especie generalmente se adquiere al ingerir alimentos o agua contaminados con quistes del parásito, y también puede transmitirse de persona a persona a través del contacto fecal-oral. Por eso, la prevención implica mantener prácticas de higiene suficientes, como lavarse las manos frecuentemente y en especial antes de comer, y por supuesto, consumir siempre alimentos y agua seguros.
Factores de riesgo
A la hora de evaluar los factores que aumentan el riesgo de contaminación parasitaria en las unidades productivas, las variables analizadas por la investigadora fueron de distinto tipo. Por un lado, recopiló información sobre las variables relacionadas con el sitio de producción, con los caminos, el material de construcción de las viviendas, la inundación de invernaderos, la distancia del cultivo a la casa y la zanja de drenaje del cultivo. También se relevaron los hábitos de las familias, como la incineración o el entierro no sanitario de residuos, el uso de los tanques sépticos, la circulación de mascotas sobre el abono de guano. El tratamiento posterior a la cosecha también fue incluido: el tipo de almacenamiento de la producción hasta su distribución comercial, y el uso de agua no clorada en el remojo o “refresco” de los vegetales de hoja para incrementar su duración. Por último, se tuvo en cuenta el acceso a la salud de la población y el grado de información previa de los productores sobre los parásitos intestinales.
Con toda esta información, lograron identificar factores de riesgo para la presencia de parásitos: el acceso limitado a la salud, el anegamiento y las calles de tierra, la circulación de perros en los cultivos y el riego por surcos. Otro de los factores de riesgo es la falta de conocimiento sobre las fuentes de infección parasitaria, mostrando así la importancia de la educación en salud ambiental como un eslabón fundamental en las campañas para la prevención de los parásitos intestinales en humanos y animales. Finalmente, el estudio mostró que las lechugas son el cultivo con más riesgo de parasitosis, debido a su gran capacidad de albergar agua entre las hojas.
Recientemente han publicado el trabajo Prácticas agrícolas y parásitos intestinales: un estudio de factores de riesgo socioambientales asociados a la producción de hortalizas de hoja en la zona hortícola de La Plata, Argentina en la revista científica Parasite Epidemiology and Control. Además, buscando compartir sus resultados con la comunidad local, el equipo de investigación viene difundiendo su trabajo en distintos ámbitos como el Congreso Provincial de Salud (CoSaPro), el Congreso Argentino de Parasitología y otros.
“¿Qué es la agricultura familiar? En nuestra región es tradicionalmente llevada a cabo por familias de pequeños horticultores migrantes, actualmente de origen boliviano, que producen hortalizas de hoja en un contexto territorial complejo donde las unidades domésticas y productivas están físicamente integradas. Es un concepto que incluye a los comensales. Debemos involucrarnos y comprometernos. Como consumidores somos parte de la cadena. –reflexiona la bióloga-. Las ferias que organiza periódicamente la UNLP colaboran a este sentido, porque no aparece solo el producto sino que aparece una persona, que cuenta la historia que hay detrás. Las ferias han aportado un montón a la visibilización de estas familias”, concluye Falcone.