Stevia: el producto de origen ancestral que hoy está en todas las góndolas

Nuestro sentido del gusto percibe cuatro sabores básicos: amargo, ácido, salado y dulce. De estos rasgos elementales ninguno nos produce tanto placer como la dulzura. “Stevia. Conocimiento, propiedad intelectual y acumulación de capital” es un libro publicado por Santiago Liaudat, investigador y docente de la Facultad de Trabajo Social de la Universidad Nacional de La Plata, que relata la historia de la Stevia, desde su origen ancestral hasta su transformación en una mercancía altamente requerida por los grandes mercados.

“Ya entrado el siglo XX, y sobre todo desde la segunda posguerra, el nivel de consumo medio de azúcar se elevó sobre todo en poblaciones que, además, tenían un menor gasto de energía física. La creciente ingesta de alimentos y bebidas con alto contenido de azúcares comenzó a generar problemas de salud desconocidos hasta entonces. La epidemiología debió incorporar nuevas concepciones. Por primera vez en la historia, enfermedades no contagiosas –como la diabetes– se propagaban como una peste. En ese contexto, y dado que la ingesta de lo dulce se mantuvo hasta nuestros días, instituciones de salud y empresas del sector alimenticio y bebidas comenzaron a desarrollar endulzantes con bajas calorías que pudiesen sustituir al azúcar común”, explicó Santiago Liaudat, autor del libro.

Y agregó: “la investigación que realizamos es acerca de uno de esos productos sustitutivos de la sacarosa. Nos referimos a la planta conocida como Stevia que se ha difundido ampliamente en los últimos años como un edulcorante sano y natural”.

En la actualidad miles de productos en el mundo incluyen la hierba dulce. Los refinados de la Stevia son utilizados principalmente en la industria de bebidas y alimentos.

La Stevia es una planta con poder endulzante originaria de la Cordillera de Amambay, en Paraguay, junto a la frontera con Brasil. La comunidad científica recién la descubrió a fines del siglo XIX, hasta entonces era utilizada sólo por los indígenas guaraníes.

El primer científico que tomó contacto con esta planta fue Moisés Bertoni, un investigador suizo emigrado a Paraguay. Originariamente este producto tenía un valor de uso vinculado a la cosmovisión y creencias de las comunidades indígenas. Posteriormente, a través de la mediación científica, la planta ingresó al campo de conocimiento del mundo occidental.

Liaudat explicó que “los primeros intentos de imponer la Stevia en Europa fracasaron. La Stevia fue evaluada para ser utilizada en la Primera Guerra Mundial por las fuerzas armadas del Imperio Alemán. Iba a ser empleada junto con yerba mate para paliar el frío nórdico de las tropas en las trincheras. Esta iniciativa no prosperó en buena medida porque el acceso a los cultivos de esas plantas en regiones subtropicales iba a ser difícil en ese contexto de guerra”.

En la Segunda Guerra Mundial el Reino Unido propuso utilizar la Stevia como una solución para el rubro de los edulcorantes, pero esta iniciativa tampoco prosperó debido a una serie de déficits tecnológicos.

“Finalmente -agregó el investigador-, en la segunda posguerra comienza la explotación comercial de la Stevia. Fue en Paraguay donde se inició el primer proceso de privatización, en sentido estricto, de la planta y de los conocimientos vinculados a ella”.

“Sin embargo, el país que fue clave para que la Stevia alcanzara su auge comercial a nivel mundial fue Japón. En la década del 60 y 70 allí se prohibió el consumo de edulcorantes sintéticos. La mayoría de los edulcorantes que hoy se consumen en Occidente están prohibidos en varios países orientales. Es por ello que Japón se vio en la obligación de buscar un edulcorante que sustituya a los productos químicos que venían mayormente de Estados Unidos. Y ahí aparece la Stevia como alternativa. Es la primera potencia que comienza un proceso de explotación de los conocimientos y de la materia vegetal de la planta”, detalló el investigador de la UNLP.

El primer patentamiento de la Stevia se dio en las décadas de 1960 y 1970 y fue registrada en los Estados Unidos por parte de la empresa Pfizer, la misma compañía que actualmente produce las vacunas contra la COVID-19.

Liaudat contó que “en las décadas de 1970 y 1980 la Stevia intentó ingresar en el mercado estadounidense pero distintos intereses económicos y políticos bloquearon ese ingreso. Cuando la Stevia pretendió imponerse en los Estados Unidos, de la mano de algunas pequeñas empresas naturistas, en paralelo estaba despegando el producto estrella de los edulcorantes sintéticos: el aspartamo”.

“El aspartamo es el producto de base de la compañía NutraSweet, que hasta el año 2000 era una empresa de Monsanto. La FDA, el organismo de sanidad de los Estados Unidos, prohibió esta sustancia en la década del 70 por considerarla no saludable para el consumo humano. Sin embargo, cuando cambió la administración del gobierno norteamericano y Reagan asumió la presidencia, Donald Rumsfeld, miembro del gabinete y presidente de la compañía dueña de este edulcorante artificial, presionó sobre la FDA para que volvieran a aprobarlo, cosa que sucedió una década después”, explicó el investigador.

Durante las décadas de los 80 y 90, la Stevia comenzó a comercializarse manufacturada con propiedad intelectual en el Oriente. China empezó a especializarse en su manufactura mientras Japón se centró en el desarrollo tecnológico. Paraguay, por su parte, no tuvo posibilidades de exportación y quedó como abastecedor de la manufactura brasileña de Stevia.

A partir de ese momento, una serie de compañías intentaron hacer lobby para abrir el mercado de Estados Unidos.

En este punto comienza una lucha por parte de los organismos internacionales de Sanidad para aprobar el consumo de Stevia. En el 2007 la FDA, siguiendo las directivas del Comité Conjunto FAO/OMS en Aditivos Alimentarios (JECFA), resolvió permitir el consumo de Stevia para humanos, pero con un altísimo grado de refinamiento y purificación. “Para alcanzar ese grado de pureza se requiere una manufactura con alta tecnología y Paraguay y Brasil no estaban en condiciones”, aclaró el investigador de la UNLP.

“La entidad de Sanidad de Estados Unidos aprueba finalmente el consumo y esto produce un efecto dominó donde los organismos sanitarios del resto del mundo se pliegan a la normativa norteamericana, mostrando la lógica del nuevo colonialismo científico”, concluyó Liaudat.

Desde esta historia particular el autor analiza cuestiones más generales, tales como el papel de los derechos de propiedad intelectual en la acumulación de capital, las relaciones centro-periferia en ciencia y tecnología, los mecanismos de reproducción de las asimetrías globales y propone una novedosa teoría del valor-conocimiento.

Cabe destacar que “Stevia. Conocimiento, propiedad intelectual y acumulación de capital”, ganó el premio al mejor libro de la Asociación Latinoamericana de Estudios Sociales de la Ciencia y la Tecnología (ESOCITE), en la categoría autor joven.