“Es maravilloso que se recuerde a los compañeros que no están por lo que hicieron, y no por lo que les hicieron”

Primero estuvo desaparecida en el Pozo de Arana, pasó por otros dos centros clandestinos y luego, desde enero de 1977 hasta abril de 1978, encarcelada en Villa Devoto a disposición del Poder Ejecutivo Nacional, permaneciendo un año más bajo libertad vigilada en Mar del Plata, donde se radicó y vive actualmente.
Profesora de Matemática, Máster en Epistemología y Doctora en Bioingeniería, Emilce Moler es, además de docente, asesora del Ministerio de Educación de la Nación.

¿Cómo recordás tu época militante estudiantil en el Bachillerato de Bellas Artes de la UNLP?
Ingresé al Bachilerato de Bellas Artes en 1972, y venía de un colegio de monjas, el Colegio Eucarístico, así que el cambio fue muy fuerte, porque aquella época eran años muy convulsionados, atravesados por cuestiones políticas muy importantes. A pesar de nuestra corta edad, vivíamos todos los cambios muy intensamente, se descubrían otras realidades y empecé a abrazar a las causas populares. Al comienzo no integraba ninguna agrupación especial, sino que iba a los actos que podía, a las marchas o participaba en cuestiones solidarias, y lo recuerdo con mucha pasión. Si bien se levantaban bastante las clases, fueron los años de mayor aprendizaje, ya que uno aprendía porque estabas en una asamblea y tenías que tomar una posición, había que votar, y eso significaba aprender, pensar, discutir, participar. Los docentes de aquella época enseñaban de una manera especial y realmente era muy interesante. Así que fue una etapa corta pero muy formativa. Luego llegó 1975, que para mí fue un año bisagra, porque ahí sí se da un cambio. Separan a la Facultad del Colegio, antes compartíamos el edificio. Y a nivel secundario empieza un proceso de represión bastante fuerte en donde nos cambian los preceptores, muchos de ellos estaban vinculados a la CNU. Además había un cercenamiento enorme de las actividades políticas y eso yo lo viví de una manera muy traumática y fue lo que me hizo participar en una estructura orgánica. Así es que comienzo a militar en la Unión de Estudiantes Secundarios, en la UES, porque me di cuenta que faltaba un aporte más de organización para avanzar.

¿Cuál era el contexto de la lucha estudiantil? ¿Cómo se enmarca el reclamo por el Boleto Estudiantil?
En el 75 las actividades eran mucho más restringidas, la participación estudiantil se estaba complicando y de ahí siempre recuerdo y hago esta aclaración histórica sobre la idea del Boleto Estudiantil, que era uno de los tantos reclamos que hacíamos. El Boleto Estudiantil estaba en un contexto de otros reclamos, por ejemplo en las escuelas industriales se hacían muchos reclamos, y también en contra del Rodrigazo, y por un montón de cuestiones que se estaban dando. Cuestiones que veíamos que eran de retrocesos económicos, entonces en función de eso activábamos situaciones para no perder derechos. De allí surge lo del Boleto, lo vimos como una reivindicación válida porque económicamente había un proceso inflacionario importante. Y se hace entonces la marcha, que fue en 1975, eso siempre lo aclaro porque se la suele vincular con el año 76, pero sería impensable realizar esa marcha en el 76. Esa marcha colaboró una vez más para demostrar que la organización lleva a buenos objetivos, además de ir formando interesados en temas de la política y sobre participaciones estudiantiles. Así transitamos hasta finales del año 75. Y por supuesto, en el último año del secundario, en el 76, con el golpe militar, cambian las cosas, es otro salto en detrimento de lo que eran las libertades individuales. O sea, ya se vio como estaba todo absolutamente restringido y es lo que más se conoce. Como el hecho de entrar al colegio con el documento en la mano: no podías hacer absolutamente nada.

¿Cómo impactó en la militancia secundaria el golpe de Estado?
Cuando llega el golpe algunos dejaron de participar, porque se veía la situación complicada. En mi caso se afianzó más la voluntad de participar políticamente porque el enemigo era muy concreto y había que oponerse a la dictadura. Yo siempre marco un punto de inflexión que fue en diciembre de 1975, cuando aparece colgado de un puente en Berisso Ricardo “Patulo” Rave, un compañero de la UES de 18 años. Eso fue un claro indicio que la edad no iba a ser una barrera para la represión, y eso fue una de las cuestiones que me motivó más a seguir militando. Lo que podíamos hacer en el 76 era muy restringido, no se podían hacer marchas, no se podían hacer grandes actos ni nada. Más que nada hacíamos una política de comunicación, pidiendo libertad a los presos políticos, ya que no conocíamos el concepto de desaparecidos, por supuesto.

¿Cómo fueron los primeros años en Mar del Plata, ya fuera de la cárcel pero todavía en la dictadura?
Fueron de mucho silencio, estaba con libertad vigilada así que no podía hablar. Era prácticamente un exilio interno, me había inventado una historia de porqué estaba, qué hacía y demás, porque no se podía decir mucho. Luego de la guerra de Malvinas comienza una apertura gradual y a partir de ahí, de a poco, yo ya empiezo a poder hablar de estos temas. Al comienzo la posibilidad era  hablar con una persona, con otra, individualmente. Después, en alguna radio me hacían alguna entrevista, pero todavía te miraban como que no te creían. Fueron años difíciles.

¿Allí decidiste estudiar una carrera universitaria?
Claro, en ese sentido me preguntaba cómo se sigue para adelante, cómo avanzar en la vida personal sin olvidar. Y el estudio y la docencia fueron temas que siempre me gustaron y sobre eso me volqué. Siempre digo que fue mi tabla de salvación, el hecho de estudiar, de conocer, de aprender otras cosas, de formarme para transmitir, para comunicar.

Una de tus actividades, desde hace muchos años, es brindar charlas en colegios. ¿Cómo sintetizas tu historia?
Los relatos van cambiando, siempre están signados con la coyuntura que vamos viviendo. Entonces en los primeros años de democracia fue muy fuerte instalar lo que había ocurrido, todavía dudaban de lo que nosotros contábamos, de los centros clandestinos, de los desaparecidos, de los niños apropiados, de las torturas. Siempre pienso sobre cuántos años pasaron desde que todos estábamos hablando de esto, hasta que tuvo que venir Scilingo, un represor, para hablar de los vuelos de la muerte y recién ahí empezó a haber credibilidad en ese tema. Entonces, durante mucho tiempo, teníamos que dar relatos que eran muy duros para los chicos, y había que mantener un fino equilibrio entre contar lo que había pasado pero que no sea tan doloroso como para que obture la posibilidad de escuchar. Con el tiempo, cuando se comenzó a creer, los jóvenes se empezaban a preguntar dónde están estos represores. Por lo tanto el tema de la justicia comienza a tener un rol importante, cuando le decíamos que los represores están caminando por la calle y que se los podían encontrar, era como que había una fuerte interpelación al pedido de justicia. Situación que nosotros siempre habíamos pedido. Pero era muy difícil porque veníamos de la Ley de Obediencia Debida, de Punto Final. Y ahí fuimos encontrando otros caminos: los Juicios por la Verdad, declarar en España. Entonces con los jóvenes hablábamos mucho de eso también. ¿Por qué un juicio por la verdad? ¿Por qué no un juicio penal? ¿Por qué tener que declarar en España? ¿Por qué no se podía declarar acá? O sea, mucho tiempo hablábamos de eso. Por suerte, del año 2003 hasta ahora la comunicación con los jóvenes es totalmente distinta, yo puedo relatar mucho más cómoda cómo era la militancia y la participación política, porque en estos aspectos hemos avanzado bastante. Entonces realmente ahora se centra en la participación política, en los objetivos políticos y realmente a mí me gustan más este tipo de diálogos.

Durante todos estos años de democracia se han hecho diferentes lecturas de La Noche de Los Lápices. ¿Cómo ves esa evolución?
Si, se ha ido cambiando. Yo he mantenido siempre mi visión, lo que pasa es que no siempre se podía escuchar de esa manera. Hay momentos en que la sociedad se permite escuchar, y hay otras veces que no. Siempre he planteado que nosotros, quienes fuimos secuestrados en La Noche de los Lápices, éramos militantes de la UES, que era mucho más que la lucha por el Boleto Estudiantil. Son los tiempos que hay que ir acompañando a lo que puede escuchar la sociedad. Creo que ahora, hoy en día, ya se puede hablar mucho más de la participación política de los militantes. En general cuando se hacen actos por los desaparecidos se plantea de qué agrupación política eran. Esto fue durante mucho tiempo una discusión fuertísima en los organismos de derechos humanos, si se ponía o no la militancia. Creo que todos fuimos avanzando y consideramos que la reivindicación política había que ponerla, decirla y discutir. Ahora se puede plantear qué era lo que se hacía, cómo se hacía, cómo se luchaba y porqué se luchaba. Hay cosas todavía pendientes, por ejemplo el tema de la lucha armada, que nos falta avanzar en la discusión un poco más como sociedad. Porque creo que no es casual que se tome a la Noche de Los Lápices como un ícono, porque es muy fácil de hablar y de abordar, por la edad que teníamos y por la actividad política que hacíamos. Mientras que otros compañeros desaparecidos que habían encarado la lucha armada no se toma con tanta facilidad ese tema, porque todavía produce cierta rispidez abordarlo. Me parece que eso también es una lectura que hay que hacer. Cuando me invitan a una escuela a dar una charla, sé que me invitan a mí porque nunca tuve un arma en la mano. Igualmente yo nunca dejé de decir que era de la UES y que apoyaba a Montoneros. Pero bueno, una cosa es lo discursivo y otra cosa es lo fáctico. Entonces me parece que son esos temas que todavía hay que seguir trabajando y abordando.

¿De qué manera creés que influyó la película “La Noche de los Lápices”, de 1986, sobre la forma de entender la historia?
Creo que refleja un clima de época y que refuerza la idea de víctima inocente. Y aparte queda en una historia que no genera puntos de discusión, cuestiones de indagación profunda, porque es una historia tan lineal, tan simple, que ¿quién se va a oponer a discutir que “estos chicos eran inocentes en la lucha”?. Todos estamos de acuerdo con eso. Sin embargo la historia era mucho más compleja. Me parece que hay que mostrar todas las aristas que tenía la realidad de aquellos años, que son donde quedan intersticios para las discusiones que tienen que ver con las realidades. Porque si uno presenta las cuestiones históricas así, tan lisas, uno no se ve reflejado porque nada es así, liso, hoy en día tampoco. Entonces me parece que hay que mostrar todas las aristas que tenían las situaciones para que queden abiertas las posibles discusiones en torno a eso. Discusión en el tema de la política, de la lucha armada, de los jóvenes y su inserción en la política, son temas que son interesantes para que queden a la luz y que uno pueda hacer una resignificación en el hoy. Si no queda nuestra historia tan cristalizada que se puede conmemorar pero no se puede resignificar en el presente.

¿Cuáles son los caminos para continuar ejercitando la memoria histórica?
Recordar no alcanza. Y la historia no es conmemorar, es más compleja. Recordar no alcanza porque conocer no alcanza. Me parece que nosotros tenemos que ver, en cada hecho del pasado, cómo lo podemos resignificar en el presente. Si no podemos hacer esa vinculación entre pasado y presente, estaremos haciendo conmemoraciones muy cristalizadas pero que no son útiles para construir el futuro. Está muy bien para las víctimas directas, para los familiares, pero para avanzar como sociedad y para los jóvenes, tenemos que buscar qué fue lo que pasó en esta dictadura cívico militar, qué actitudes tuvimos todos en esos años para ver qué es lo que está pasando hoy en los distintos planos. Yo decía hace unos años que indudablemente existe un gran reconocimiento a las Madres de Plaza de Mayo y a las Abuelas, pero qué pasa cuando vemos un piquete o cuando viene un chico limpia vidrios: en mucha gente hay rechazo. Entonces me parece a mí que ahí hay un corte en la transmisión de los valores. Si reconocemos la lucha de los derechos humanos y luego discutimos la política de asignación universal por hijo, me parece que algo estamos haciendo mal en la transmisión de la historia. Hay que analizar por qué se luchaba y reconocer qué actitudes tomamos cada uno en aquellos años, para ver en el hoy, cuáles son las disputas, cuáles son las políticas y porqué  algunos sectores puedan tomar actitudes que no son autoritarias no nada parecido, pero que pueden ubicarlos en posiciones quizás antirrevolucionarias.

¿Qué significan para vos las movilizaciones que cada 16 de septiembre hacen los estudiantes secundadios en La Plata?
Me emociona mucho. Siempre digo que la ciudad de La Plata me duele, porque cada calle, cada rincón me recuerda a muchos compañeros. No sólo a los compañeros desaparecidos en la Noche de los Lápices, sino a muchos chicos más que están desaparecidos. Prácticamente no me quedó ningún amigo de aquellos años, y eso te marca mucho en la vida. Quedarte sin amigos de tu adolescencia es muy fuerte. Estando en otra ciudad uno lo mitiga, pero acá en La Plata es inevitable mirar las calles y recordar lo que compartía con todos ellos. Encima las marchas se hacen en los mismos lugares, así que me da mucha tristeza. Y hoy en día que vivimos en un país muy interesante con la participación de todos los jóvenes, me duele que todos estos amigos y compañeros no puedan verlo. Porque seguramente estarían al lado nuestro aportando para este país. Y por otro lado me emociona ver a los jóvenes, porque durante muchos años pensé que no lo iba a ver. Fueron muchos años de marchas muy chiquitas, no siempre fueron tan multitudinarias, éramos siempre los mismos. Quizás los 16 de septiembre habían más jóvenes, pero el 24 de marzo o algunas otras marchas ya se veían pocos jóvenes. Hoy la situación es totalmente distinta y me emociona y me provoca alegría, porque demuestra que no estábamos tan equivocados. Me parece maravilloso que hoy se recuerde a los compañeros que no están por lo que hicieron, y no por lo que les hicieron.