El sentido del informe Rattenbach y la soberanía

La presidente de la Nación Argentina firmó el decreto N° 200/12 que hace específica referencia a la desclasificación de la información secreta del informe Rattembach, informe que fuera encomendado por las misma fuerzas armadas que decidieron la recuperación de las Islas Malvinas y que derivó en los cruentos acontecimientos bélicos de 1982. Se trata de un pormenorizado trabajo donde los oficiales y suboficiales que participaron del conflicto brindaron sus testimonio a la comisión que presidía el General Benjamín Rattembach y que estaba constituida por los oficiales más antiguos de las tres fuerzas armadas en condición de retiro. Apenas conocido algunos de los considerandos de este minucioso y riguroso informe,  la dictadura militar aplicó con él las misma práctica que hiciera con muchas personas: lo secuestró  e intento hacerlo desaparecer de manera definitiva.
Evito hacer las consideraciones que el informe revela y revelará en los próximos días, ya que de su estudio podremos sacar conclusiones de gran trascendencia, donde los ciudadanos argentinos podamos hacer los balances críticos y comprender el sentido de esta parte de nuestra  historia y posterior  destino.
En 1988 el  CECIM  (Centro de Ex Combatientes de La Plata) logró rescatar un condensado resumen del informe, que fuera provisto por el hijo del General Rattembach a una editorial muy pequeña llamada Espartaco. Para ser rigurosos, la editorial que disponía de este manuscrito no era de una gran envergadura, aunque sí de una gran valentía, ya que arriesgaba su futuro si la publicación no lograba su cometido, a sabiendas de saber que disponía de un material muy valioso y a la vez documental. Se necesitaba entonces buscar otros aportes y por eso deciden invitar al CECIM (de quien ya se conocía la posición que había asumido al finalizar el conflicto) para editar la carta al lector.
La primera publicación del informe estuvo afectada por la censura que aun subsistía. El miedo que aun regía en gran parte la sociedad, como efecto de los duros años de la dictadura, hacía al documento denso en su denuncia para poder ser exhibido y mostrado públicamente (las copias debían estar enfundadas en nylon, fajados como si se tratara de una vulgar revista pornográfica). Lo peor, quizás, es que había quienes intentaban desde ciertos sectores del poder subestimar sus contenidos, como si se tratara de basura sin rigor que fogoneaban ciertos partidos de izquierda o algunos ex soldados resentidos como los que se nucleaban en el CECIM. Hasta aquí, un anecdotario de cómo fue el derrotero del informe, pero lo cierto es que su ocultamiento fue un intento de esconder bajo la alfombra las revelaciones que los mismo oficiales contaron. Fueron los años de inicio de la llamada “desmalvinizacion”.

Treinta años

Debieron pasar casi treinta años para que el Estado Nacional y su máximo representante, la Jefa de Estado, expusieran frente al pueblo argentino, en compañía de todas las expresiones políticas y sociales de la democracia argentina incluidas las organizaciones de ex combatientes, la decisión del rescate definitivo del Informe Rattenbach, aún secreto. Las contundentes conclusiones avergüenzan a una parte importante de las FF.AA., que hubieran querido que jamás saliera a luz.
La importancia de este paso en el esclarecimiento y acción del comportamiento de las FF.AA. durante la guerra de 1982, para determinar las responsabilidades políticas y militares, es un acto de la democracia y de su madurez. Es a la vez una reivindicación a quienes durante los 30 años de post guerra lucharon y luchan por el esclarecimiento del conflicto. Como pueblo, estado damos un paso trascendente, para hacer uso del legítimo deber y desmitificar a quienes bajo el paraguas de Malvinas utilizaron irresponsablemente la sangre de la juventud argentina.
El 7 de febrero del 2012 quedará gravado en la historia como el día que incorpora de manera efectiva a Malvinas a la agenda de los grandes temas nacionales. Ahora debe ser tratado como el  tema de estado de mayor importancia estratégica nacional, ya que por su dimensión geográfica y política incluye a toda la gran región del cono sur, y por su propia magnitud quedará instalado más allá de la temporalidad de un gobierno o presidente. Malvinas es una cuestión de carácter regional y global.
Este complejo e histórico conflicto del cual mucho se ha dicho y escrito, hoy se está expresando con una entidad diferente a 1982; la primera afirmación es que está nutrido de autoridad democrática, autoridad que a la vez legitima la denuncia al viejo modelo de la diplomacia nacional y a la británica vigente.
Múltiples elementos subyacen a la vista de todos los pueblos y gobiernos del mundo. El Reino Unido ya no puede esconder los onerosos gastos que utiliza para desplegar una poderosa militarización en el Atlántico Sur, y los débiles argumentos que esgrime para justificar la rutina de sus prácticas beligerantes.
Llama la atención que encumbrados hombre de la intelectualidad, la cultura y la política británica vean con dejo de escozor que su gobierno haya incrementado en los últimos años su endeudamiento público externo a niveles superiores del 78 % de su PBI y tengan más de tres millones de personas desocupadas, y pretenda su Primer Ministro darle al mundo lecciones de moral, respeto y desarrollo económico. Parecería que la flema aristocrática de su Cancillería perdió la elegancia violando cuanta resolución de las Naciones Unidas invoca a sentarse a dialogar sobre la soberanía de las islas.
Los tiempo de la sensatez deben primar por sobre los artilugios burocráticos que otrora el Foreing Office supo saber hacer jugar. Es insostenible pretender hacer una interpretación de beneficio con la resolución 1514 de las Naciones Unidad, otorgándole a los habitantes de las islas los insostenibles argumentos de autodeterminación.

Lecciones

Hay lecciones que hemos aprendido, que nos costaron mucho dolor como pueblo y que también enlutaron a muchas familias de jóvenes argentinos. Como señalara la presidenta de la Nación, somos un pueblo de paz, queremos la paz y esta merece que el Reino Unido le de su oportunidad. No hay una sola razón valedera para justificar la existencia de la mega base militar británica de Mount Pleasant, dotada con la más alta capacidad operacional que el Reino Unido sostiene en los territorios de ultramar, ni para que allí existan más militares que población civil.
Irónicamente, podría caber entonces la pregunta: ¿el Reino Unido aceptaría que sus soldados plantearan la autodeterminación de sus ejércitos por el simple hecho de estar en las islas? Así como hoy se implantan soldados, a lo largo de dos siglos también implantaron población civil en nuestra Islas Malvinas.
Aprendimos, y también quedó expresado en el discurso presidencial, que las ambiciones imperiales están por encima de cualquier demanda, muy lejos de lo que piense y sienta un ciudadano que habita las islas, están allí por que ambicionan apropiarse para siempre de los dos recursos más importante para la existencia de los seres vivos sobre el planeta (agua-alimentos) y de los recursos naturales accesorios y la potencialidad de los mismo, recursos que el imperio no dispone y ambiciona y que expropió de todo el territorio americano y los mares circundantes desde el inicio de las conquistas.
La disputa por Malvinas lleva más de dos siglos, en los que existieron conductas y acciones políticas diversas. Aunque jamás se abdicó de la soberanía, la disputa es una batalla que siempre va a revelar la contradicción histórica de la Patria y la Colonia. Es batalla de muchos luchadores, la figura del gaucho Rivero, emblemática por cierto, tuvo la continuidad en quienes vienen pregonando desde sus cartas fundacionales, como el CECIM, un profundo sentido de verdad, justicia y soberanía, no sólo como visión ideológica, sino también como una manera de  poner de manifiesto la vocación del sentido del patriotismo para profundizar la disputa contra toda forma de dominación colonialista.
Es imperativo para un Estado que se proclama soberano consolidar las convicciones por Malvinas en el seno de su sociedad, preservando su vocación de diálogo, de paz  hacerla cada vez más fuerte y sólida tanto en lo jurídico como en lo político. Indudablemente la Argentina de hoy es un país muy diferente al de 1982 y al de los primeros años de democracia. Consolida su desendeudamiento de los grandes centros financieros, con un desarrollo creciente de su producción nacional que incorpora valor agregado a sus bienes, con contención y atención  del los problemas sociales, con asignaciones efectivas de recursos a la educación, con una clara política de derechos humanos que valora la identidad de las personas como un derecho soberano e irrenunciable, y exige la restitución de los nietos desaparecidos y de los 123 NN que hoy están en el cementerio de Malvinas, bajo una lapida que dice "Aquí yace un soldado sólo conocido por Dios".
Como nación somos actores destacados por la unidad latinoamericana, en la que Malvinas propone su aporte para ilustrar a todos los pueblos de la región sobre la voracidad del imperio.
Como nación somos promotores juntos a otros países de la región de una nueva ordenanza de las naciones sudamericana, que permitieron dar nacimiento a un modelo regional independiente (CELAC, UNASUR) para valorar nuestras culturas y riquezas, para soñar con un sistema de defensa que proteja a todos nuestros pueblos tal como lo soñaron los grandes patriotas de la independencia.
Lo nuevo debe remplazar a lo viejo, para asistir a un tiempo en que nada tenga que ver con el fracaso de pactos incumplibles como el TIAR (Tratado Interamericano de Asistencia Reciproca), que humillaron a nuestros países conminándonos a ser el patio trasero de sus miserias.
Así podremos leer hoy el informe Rattenbach, poniendo algunas de las consideraciones planteadas sobre la mesa, ya que no se trata de un acto de revisionismo histórico, a modo de hacer un mea culpa con el pasado.
En todo caso, se trata de incluirlo en un debate que crece en nuestra pasión y nuestra conciencia como ciudadanos que aspiramos a la soberanía plena de todo nuestro territorio.