Lineamientos Generales

EL IDEARIO DE LA REFORMA

¿Qué significa ser “reformista” a 100 años de la Reforma Universitaria de 1918?

Por un lado, que los pilares conceptuales de la revolución universitaria más importante de la historia de América Latina, y una de las fundamentales para moldear el modelo de universidad pública que exponemos al mundo, se sostienen con firmeza, se consolidan a medida que la Universidad avanza y se complementan con otras metas contemporáneas que orientan al modelo de institución que requiere nuestro pueblo.

La Reforma del ´18 predicó sobre la autonomía, el cogobierno, el ingreso irrestricto, la gratuidad, la libertad de cátedra, el acceso a impartir enseñanza por concurso, la extensión universitaria, la discusión en su ámbito de los temas que le preocupan a la sociedad. Muchas de sus proclamas se fueron cumpliendo a lo largo de todo este siglo y algunas se adecuaron a nuestra realidad actual. Sin embargo, son el cuenco tallado, el molde sagrado en el que se vierte el esfuerzo constante por desarrollar la Universidad de nuestro tiempo.

Su Manifiesto Liminar, escrito por los estudiantes revolucionarios de las primeras décadas del siglo XX in­culcaba para siempre que lograr una libertad más es tener una vergüenza menos y que siempre habrá mucho por sumar, que los dolores que quedan son las libertades que faltan y que siempre habrá cadenas por romper para lograr una sociedad más justa, más igualitaria, más feliz y plena.

Hoy la Reforma exige que defendamos a la Universidad Pública como una herramienta indispensable para el desarrollo de nuestra comunidad, de nuestra patria. Hoy la solidaridad es un valor indispensable para un universitario, pero no como condición humana universal, sino porque ser universitario de una universidad pública es una condición privilegiada en una sociedad de desiguales. Esta solidaridad tan necesaria debe ser una circunstancia.

La solidaridad que pide la Reforma no es sinónimo de caridad, de la caridad del privilegiado en la certeza que siempre habrá oprimidos. Es el brazo que ayuda a subir al bote a esas mayorías que se ahogan en la in­justicia social, y les hace un lugar en el banco que se pudo ocupar para compartir de igual a igual el esfuerzo de remar y remar, para llegar más rápido a ese lugar que los universitarios soñaron hace 100 años y que se pretende alcanzar hoy.

Quizá sea como la base del arco iris, en la visión del poeta, quizá se aleje al mismo ritmo que uno pretende acercarse. Existe la obligación de no pensar así, sino la responsabilidad de acercarse. Para eso debe servir la Universidad Pública Reformista, para destrozar las utopías y volverlas realidades que reflejen una patria libre, soberana, justa y de iguales, donde las sonrisas satisfechas sean de todos.

 

EL MODELO DE UNIVERSIDAD EN LA UNIVERSIDAD NACIONAL DE LA PLATA

Las universidades de América Latina y el Caribe acordaron hace tiempo que la educación superior es un bien público y social, un derecho humano universal y una responsabilidad del Estado. Desde la década del ‘90 se defendió esa visión en cada debate dado en los foros educativos mundiales contraponiendo este modelo al representado en la mayoría de los países del resto del mundo, que entiende el acceso a los conocimientos superiores como un bien selectivo, transable en el mercado.
La expectativa del desarrollo como país y del progreso individual estuvieron “siempre” basados en la igual­dad universal de oportunidades. El ingreso irrestricto y la gratuidad de la enseñanza universitaria de grado, garantizadas definitivamente por la ley 27.204/2015 ya nacieron en las ideas de la Generación del ´80 -Sar­miento, Avellaneda, Roca- plasmadas en 1884 en la Ley 1.420 de Educación Común con los preceptos de laica, obligatoria y gratuita para la educación primaria, extendida luego a la secundaria.
Hoy a nadie se le ocurre proponer revisar los conceptos de gratuidad para la educación inicial, primaria y secundaria y se debe asegurar que en esa línea no queden bolsones de resistencia a la gratuidad de la ense­ñanza universitaria. El modelo nacional, largamente centenario impone el derecho a la educación de todo el que esté dispuesto a hacer el esfuerzo de superarse adquiriendo y acreditando más conocimientos.
La universidad debe ser hoy un espacio para tener ideas y discutirlas, alejada del pensamiento único, pro­motora del pensamiento diverso, original y propio; caracterizada por estar llena de inquietudes, rechazos, au­dacias, escrúpulos y esperanzas que custodian el comportamiento ético, transparente, republicano y demo­crático de sus miembros.
Debe ser firmemente inclusiva y entender a la educación como una línea ininterrumpida e ininterrumpi­ble, que no debe cortarse por una falla del sistema que frene el proceso de toma de conocimientos de aquel que quiere seguir sumándolos, por un fracaso o deficiencia circunstancial. Si un estudiante no logra avanzar a un estadio superior en el proceso de su formación, pero tiene la firme voluntad de resolver sus déficits esfor­zándose en sus estudios, la universidad debe darle siempre esa oportunidad. No puede dejarlo flotando en un limbo que no le permita ni retroceder ni avanzar. Y esto debe suceder desde el ingreso hasta la finalización de sus estudios.
Esto no significa resignar calidad (ni pertinencia, ni la siempre bien defendida búsqueda de la excelencia), por el contrario, significa agregarle responsabilidades al Sistema. Ese es el verdadero contrato que se firmó cuando este modelo fue concebido para desarrollar al país y multiplicar las oportunidades para el progreso colectivo. La calidad y la masividad, asociada al esfuerzo y al compromiso son un conjunto indisoluble. Si existe uno de estos factores, necesariamente existen los otros en la universidad pública argentina.
No puede considerarse realmente de calidad la educación superior de un país que acepta dejar afuera a la mayoría de la población y no apunta a ofrecerle oportunidades de acceso. La calidad incluye a la ética y a la conciencia social y es claro que cuando el acceso a la educación superior se limita a pocos, ella tiene caracte­rísticas que la asemejan a un bien de mercado y no a un derecho universal.
Este modelo inclusivo comprende brindar los conocimientos específicos para concebir al mejor profesional, pero también generar el ambiente imprescindible para contribuir fuertemente a dotarlo de los valores funda­mentales para consolidarlo como el mejor ciudadano, pleno de solidaridad, consciente de su responsabilidad para los que menos tienen, tolerante hasta la exageración, sabiendo que el debate, el pensamiento diferente y las culturas generacionales siempre son más que el silencio homogéneo e indiferente, que la democracia es un bien indispensable para poder alcanzar los objetivos más preciados, que costó mucho alcanzarla y sostenerla y que no es una condición natural inextinguible si no se la protege, que la defensa firme del medio ambiente es una condición de conciencia para dejarle a nuestros hijos y a sus hijos un mundo mejor que el que se recibió y en el que se vive, que los derechos humanos no sólo significan la custodia de la memoria en la búsqueda de la verdad y de la justicia para saldar las deudas de un pasado injusto, brutal y doloroso, sino que acompañan cada acto de la vida, basados en la convivencia, en la mentada búsqueda de la igualdad, en el reconocimiento del diferente, de las minorías, de cada uno como un par.

LOS OBJETIVOS DE LA UNIVERSIDAD PÚBLICA

La universidad tiene como objetivos primordiales formar estudiantes en el pregrado, grado y posgrado vol­viéndolos graduados firmes en sus conocimientos específicos y en sus condiciones y convicciones ciudadanas, comprometidos siempre con su comunidad, buscando el crecimiento constante de la matrícula, la permanen­cia con avances sostenidos y continuos en sus carreras que permitan su culminación en tiempos acordes y conscientes del esfuerzo social y personal necesario de hacer para alcanzar su graduación. No debe conformar­se con sospechar que el sólo paso por la universidad transforma positivamente al individuo. El país necesita de profesionales probos que apuntalen su transformación y la universidad pública tiene la alta responsabilidad de proporcionarlos.

En un mundo donde el conocimiento, la ciencia y la tecnología juegan un papel de primer orden, el desarro­llo y el fortalecimiento de la Universidad Pública, tal como se la concibió, constituyen un elemento insustitui­ble para el avance social, la generación colectiva de riqueza, el fortalecimiento de las identidades culturales, la cohesión social, la lucha contra la pobreza y el hambre, la prevención del cambio climático y la crisis energética, así como para la promoción de una cultura de paz en la convicción de la búsqueda de la igualdad y la inclusión, a partir de una sociedad con igualdades de acceso al conocimiento.

También se propone producir conocimientos útiles para el desarrollo del país y el bienestar de la humani­dad, con una agenda científica y tecnológica convergente con las necesidades de la sociedad y las demandas para su desarrollo soberano. El hambre, la pobreza, las enfermedades y toda demanda insatisfecha para una mejor calidad de vida, y preservación de los recursos naturales, la producción sustentable y responsable, y la colaboración con toda política pública apuntada a la necesidad social y el desarrollo nacional y regional cons­tituyen las grandes líneas para una investigación orientada, emergente de una sólida investigación básica y promotora de una investigación aplicada transferible y funcional a la concreción de estas metas. Para esto debe proteger y crecer en sus recursos humanos formados que son su mayor capital. La infraestructura y el equipamiento adecuado y los insumos indispensables son fundamentales, pero también cáscaras vacías de contenido si no se cuenta con el capital humano capacitado y dotado de los valores en los que se cree.

También se procura interactuar con los graduados emprendedores e innovadores que no integran formal­mente el sistema científico-tecnológico, pero que invierten esfuerzo y conocimiento en un sistema productivo nacional y regional, siempre constructor de soberanía y de una mayor equidad. Igualar oportunidades y prote­gerlos, ofreciéndoles la infraestructura, equipamiento, vínculos y avances, sin abandonarlos ni tomar distancia una vez concluido el ciclo formativo formal es una responsabilidad y objetivo fundamental. La Universidad tiene múltiples vínculos con el sistema productivo e institucional regional y nacional, pero el de sus graduados debe ser nítido y contundente.

Se obliga, con vocación infinita, a integrar la red social en todos sus niveles e interactuar positivamente con la comunidad, intercambiando saberes y miradas, como parte de un proceso formativo recíproco, especialmen­te con aquellos conciudadanos que menos tienen y sufren más necesidades. La extensión universitaria como parte del proceso formativo de estudiantes y docentes debe ocupar un lugar de jerarquía que debe ensancharse con la educación formal alternativa de aquellos sectores de la comunidad que precisan adquirir y certificar habilidades que multipliquen sus oportunidades en el mundo del trabajo, y formalizar y fortalecer capacida­des comunitarias para mejorar sus condiciones de vida. La universidad pública debe saber armonizar en su actividad la educación formal de pregrado, grado y posgrado, la producción científica, tecnológica y artística, la transferencia de sus frutos y su integración académica a la región y al mundo, con la necesaria cercanía a las necesidades coyunturales del pueblo del que proviene.
La inmensa mayoría de los conciudadanos con necesidades de más conocimientos para vivir mejor, sobre todo los jóvenes, no busca en la Universidad un título de grado. No quiere necesariamente ser ingeniero o filósofo o geólogo, pero sí mira a la universidad pública como fuente de oportunidades, demandándole cono­cimientos para insertarse mejor en su medio.
Además, la Universidad debe responder a las demandas institucionales crecientes que le hace la sociedad y sumar en diversidad, flexibilidad y articulación. Formar parte de la comunidad académica mundial, integrar redes universitarias formativas, científicas y solidarias que permita estar a la altura de este tiempo, y com­prender los escenarios en los que toca evolucionar, movilizando estudiantes, profesores e investigadores en un intercambio productivo que sume siempre en la interacción; e integrar redes de instituciones no univer­sitarias, comunitarias, profesionales -especialmente de los graduados-, siendo selectivos en la prioridad de la selección, conscientes que se pertenece y se construye un modelo basado en el esfuerzo de lograr la inclusión como prioridad.

LAS PRIORIDADES EN LA UNLP

Una institución educativa de gran complejidad como la Universidad Nacional de La Plata afronta y desarro­lla centenares de programas y proyectos emergentes de políticas académicas, científicas y sociales que trazan objetivos acordes con las definiciones expuestas. Por ejemplo, el Plan Estratégico de la UNLP, instrumento de gestión participativa emergente de un proyecto institucional que comenzó a sistematizarse como herramien­ta en el año 2004, cuenta con más de 800 programas y proyectos que se renuevan con distinta periodicidad.

Todos coadyuvan a consolidar el modelo, los objetivos y los caminos expuestos para poder alcanzarlos. La mayoría estuvo siempre presente en el Plan, sin embargo, su concreción o las condiciones del contexto definen prioridades.

El mayor rendimiento académico y el incremento de la graduación en tiempos proporcionados con la vida útil de cada ciclo formativo son una condición imprescindible para situar a la universidad como una insti­tución útil a la demanda insistente de un país y una sociedad que nos sostiene. Se debe atender las razones particulares y generar políticas para resolver las razones generales. No se puede dar el lujo como institución y como país, de tener un desgranamiento feroz, una duración laxa de las carreras ni de un raquítico nivel de egreso. No lo debemos permitir.

Las nuevas carreras de grado en una Universidad prolífica en su oferta, están reservadas a las demandas acuciantes de una sociedad en transformación y a las necesidades de estar a la altura de un rumbo mundial de producción de nuevos conocimientos y tecnologías. Mucho se tiene que hacer en la adecuación a las demandas contemporáneas del actual sistema.

El crecimiento de los desarrollos científicos y tecnológicos enfocados en las necesidades sociales, el cuidado ambiental y el desarrollo soberano del país ocupan un lugar central en las políticas. Como universidad pública hay que ser y demostrar ser una herramienta imprescindible para el progreso colectivo nacional y para eso se debe producir conocimiento útil y transferirlo intensamente a las instituciones de la Sociedad Civil, a la pequeña y mediana empresa, al Estado en todos sus niveles. Sin embargo, la protección firme de los recursos humanos formados son la única garantía de que se pueda seguir dando respuesta al sinnúmero de demandas sociales e institucionales a la ciencia y a la tecnología.
Involucrarse en el sistema productivo a partir de los graduados emprendedores e innovadores, articulando con ellos el inmenso dispositivo de infraestructura, equipamiento y producción de nuevos conocimientos. Po­niéndolo a disposición de facilitar y acelerar su creatividad, su cultura emprendedora y su capacidad de asociarse produciendo sinergias mucho más potentes que las posibles desde su esfuerzo aislado e individual, constituyen­do núcleos de vinculación complejos y útiles al progreso de quienes se forman, promueve un efecto multiplicador que acentúa el perfil de una región que se caracteriza por una alta proporción de población formada.
La capacitación extracurricular formalizada que acerque y se acerque, e integre a sectores de la comunidad que siempre estuvieron alejados de la universidad pública, sin advertir (ambos) que se puede ser el soporte sobre el cual puedan asentar sus expectativas de progreso, es el desafío de este tiempo. Se deben adecuar los criterios de la educación formal en todos sus niveles a las demandas de la sociedad en este tiempo, pero existe un enorme sector que no recorrerá ese camino y sin embargo necesita de nosotros y de lo que sabemos hacer, y requiere que se comparta y se comprenda lo que saben y pueden hacer. Esa conjunción de saberes dará la oportunidad de que consolide como universidad popular, naturalizada en la vida cotidiana de nuestro pueblo.
La construcción e integración de redes sociales con los distintos actores institucionales formales y no for­males de la región, la consolidación como ámbito de debate e instrumento de acción colectiva y la multiplica­ción de vínculos activos y productivos con los distintos espacios de educación superior y ciencia en la región y el mundo, consolidando una agenda de intercambio orientada a la convergencia de necesidades concretas para alcanzar los objetivos trazados, conforman un núcleo de actividades que debe consolidarse y crecer.
También el crecimiento de los servicios a los estudiantes que ayuden a su integración armónica a la vida universitaria y su sostenimiento, la continuidad del plan de obras y equipamientos, el mejoramiento constan­te de los sistemas de administración y finanzas, los beneficios, estabilidad y acompañamiento a la comunidad trabajadora docente y no docente, los derechos humanos y, en su contexto, la discapacidad y la importancia social, académica y científica de comprender holísticamente a la salud, así como cada una de las actividades que la transforma en una institución activa y en crecimiento sostenido, son fundamentales en nuestra agenda.
Sin embargo, todas estas son condiciones que se deben reunir para asumir con más fuerza la responsa­bilidad máxima de ser una institución comprometida en su presente y en su futuro con la construcción de oportunidades para la gente y de alternativas de progreso para nuestra patria.
La Reforma Universitaria tal como se vive, promueve un conjunto de principios y condiciones que definen a la Institución, pero es un proceso en constante evolución acompañando las demandas de una sociedad que progresa vertiginosamente. Cada momento de nuestra historia se configura en un escenario distintivo y cada escenario ordena las prioridades de ese proceso según las circunstancias que organizan las más profundas convicciones con el tiempo que toca vivir. Comprender estas condiciones es la oportunidad de ser realmente útiles al progreso de nuestra sociedad.
El Proyecto Institucional reafirma los principios y consolida con fundamentos sólidos su defensa, dándole al debate general el respaldo necesario para poder imaginar responsablemente un futuro deseado. Con la cer­teza que se respalda por la mirada atenta y lúcida de nuestra sociedad y nuestros pares, que alerta sobre cada intento de desvirtuar la esencia y fundamenta las aristas más sutiles, que permite avanzar en la construcción de una universidad comprometida con su historia y con una Comunidad que la reclama. Ese debe ser el com­promiso, cortar la maleza que enreda, lastima y demora, y avanzar, siempre avanzar.

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