A 39 años de “La Noche de los Lápices”

Entre la medianoche y las cinco de la mañana del día 16 de septiembre de 1976, en un hecho recordado como “La noche de los lápices,” un grupo de estudiantes secundarios fueron secuestrados de sus domicilios y trasladados al “Pozo de Banfield,” donde se los torturó. El operativo fue realizado por el grupo de tareas bajo la conducción del General Ramón Camps, quien calificó el suceso como ejemplo de “accionar subversivo en las escuelas.” Entre los jóvenes secuestrados estaban: Francisco López Muntaner, María Claudia Falcone, Claudio de Acha, Horacio Ángel Ungaro, Daniel Alberto Racero, María Clara Ciocchini, Pablo Díaz, Patricia Miranda, Gustavo Calotti y Emilce Moler; seis de ellos aún continúan desaparecidos.

Este hecho histórico se ubica en el marco del plan sistemático de exterminio que llevó adelante la última dictadura cívico-militar, y se concretó a partir de una serie de secuestros realizados durante el mes de setiembre de 1976, que tuvieron  como blanco a estudiantes secundarios de la ciudad de La Plata con militancia política y estudiantil. Cabe recordar que esta persecución se había iniciado a fines de 1975, con el asesinato de Ricardo Arturo “Patulo” Rave, dirigente de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES) de La Plata, y continuó durante todo el período dictatorial.
En La Plata, septiembre de 1976 fue un momento donde numerosos estudiantes secundarios, o recientemente egresados, fueron secuestrados bajo las circunstancias que brevemente se describen a continuación:
El 1 de setiembre, y tras ser citados por el vicerrector del Colegio Nacional de La Plata, Juan Antonio Stomo fueron interrogados dentro del Colegio por personal de civil, cuatro estudiantes: Eduardo Pintado, Víctor Vicente Marcasciano, Pablo Pastrana (militantes comunistas) y Cristian Krause.  Al salir de la escuela, a pocas cuadras fueron secuestrados, excepto Pintado, que logró escapar; y tiempo después liberados, luego de sufrir condiciones inhumanas de detención en un Centro Clandestino de la región.
El 4 de setiembre, fueron secuestrados Víctor Triviño de “La Legión”, quien continúa desaparecido,  Fernanda María Gutiérrez, estudiante del Liceo Víctor Mercante, Carlos Mercante del Colegio del Pilar; Graciela Torrado, estudiante del Bachillerato de Bellas Artes, y Luis Cáceres de la Escuela Técnica -los cuatro últimos militantes del Grupo de Estudiantes Socialistas  Antiimperialistas.-
El 8 de septiembre, fue secuestrado Gustavo Calotti, estudiante del Colegio Nacional, militante hasta 1975 de la UES y posteriormente del PRT-ERP. Luego de su cautiverio en Centros Clandestinos de Detención del Circuito Camps -entre ellos, el Destacamento de Arana y el Pozo de Banfield-  estuvo en la Unidad 9 de La Plata, y posteriormente fue liberado.
El 15 de septiembre, se produjo el secuestro de Claudio de Acha, militante de la UES en el Colegio Nacional, quien continúa desaparecido.
En la madrugada del 16 de setiembre secuestraron a María Claudia Falcone, militante de la UES y estudiante del Bachillerato de Bellas Artes, junto a María Clara Ciocchini, también militante de la UES en Bahía Blanca; ambas continúan desaparecidas. Ese mismo día detuvieron a Daniel Alberto Racero junto a Horacio Ungaro, militantes de la UES y estudiantes del Normal 3 de La Plata; y a Francisco López Muntaner, militante de la UES  y estudiante del Bachillerato de Bellas Artes, todos continúan desaparecidos.
El 17 de septiembre  secuestraron a Emilce Moler  militante de la UES, estudiante de Bellas Artes, y luego a Patricia Miranda, también estudiante de Bellas Artes. El 21 de setiembre, se produjo el secuestro de Pablo Díaz, militante de la Juventud Guevarista, estudiante en “La Legión.” Los tres fueron liberados luego de pasar por diversos Centros Clandestinos de Detención del Circuito Camps.
Estos hechos que constituyen crímenes de Lesa Humanidad cometidos por el terrorismo de Estado, comenzaron a conocerse públicamente durante el Juicio a las Juntas Militares cuando Pablo Díaz, uno de los jóvenes sobrevivientes, narró su historia ante la justicia. El sentido político de los mismos viene siendo resignificado recientemente, al situar en la narración de los sobrevivientes, su pertenencia política y sobre todo su adscripción a las organizaciones armadas revolucionarias, compartida con sus compañeros desaparecidos. O dicho de otro modo, es a partir del proceso social de elaboración del pasado, que resulta posible comprender que la lucha de estos estudiantes se inscribe en la trama de la historia, articulada a las importantes movilizaciones sociales de la década del setenta.
 
Así entonces, en este nuevo aniversario se reafirma la importancia de recuperar las memorias, propiciando que las sucesivas generaciones se apropien de un hecho del pasado reciente desde sus preocupaciones del presente.

En este sentido, conmemorar “La noche de los lápices” supone recordar y recrear los proyectos de aquellos jóvenes que lucharon por una sociedad más justa e igualitaria.