Aclaración: Este artículo ha sido publicado originalmente por la Agencia Periodística de Buenos Aires (AGEPEBA) de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP. Se reproduce aquí con la autorización del autor.
La Cuestión Malvinas, como asunto diplomático, nace con la misma usurpación en 1833. La Causa Malvinas, como gesta nacional y popular, es hija del tratado Roca-Runciman y de la Década Infame. Si vamos a ponerle fecha, podría ser el 10 de febrero de 1933. El lugar, el Club Argentino de Londres, en Dorchester House. La ocasión, el homenaje que la delegación argentina, encabezada por el vicepresidente Julio A. Roca (h), le brindó a Eduardo de Windsor, Príncipe de Gales y futuro Rey de Gran Bretaña.
Las circunstancias de la infamia del Tratado ya son muy conocidas, y me eximen de analizarlo. También ha sido muy difundida la infame frase del discurso que Roca pronunció en esa oportunidad, aludiendo a lo consignado en un cable de United Press: "La geografía política no siempre logra en nuestros tiempos imponer sus límites territoriales a la actividad de la economía de las naciones. Así ha podido decir un publicista de celosa personalidad que la Argentina, por su interdependencia recíproca es, desde el punto de vista económico, una parte integrante del Imperio Británico". No tan conocida y difundida es la respuesta del Príncipe de Gales a las gentilezas de Roca y su directa alusión a Malvinas: "A menudo es peligroso profundizar los tiempos pasados, porque las viejas querellas pueden volver a la superficie, pero en nuestro caso podemos mirar a los cien últimos años y considerar con gran placer la larga amistad existente entre Gran Bretaña y la República Argentina".
Los cien años no son una cifra de ocasión, una figuración de mucho tiempo reforzada por la redondez del número. Se refieren concretamente, ese 10 de febrero de 1933, al centenario de la usurpación británica de las Islas Malvinas, que Gran Bretaña había conmemorado con la emisión de un sello postal. Que la firma del Tratado Roca-Runciman coincidiera con el centenario de la usurpación, ató un nudo entre la gestación de una creciente conciencia anti imperialista y anti británica, y a las Malvinas como su encarnación más cabal.
“Rompa el manto de neblinas”
El 19 de octubre de 1939, el General Franz Halder, jefe de estado mayor del Alto Mando del Ejército de Tierra alemán, presenta un plan de ataque contra Francia atendiendo a lo establecido por Hitler en su Directiva de Guerra Nº 6 del 9 de Octubre. En la ciudad de Lublin, de la ocupada Polonia, los alemanes establecen el primer gueto judío. En la muy húmeda y pacífica ciudad de Buenos Aires, ese jueves 19 de octubre de 1939, un nutrido y variado grupo de caballeros se reúne, a la tardecita, en una casona de la calle Charcas 4741. Sin duda se habla de la guerra. Pero es otro el motivo que los convoca. Van a fundar solemnemente la "Junta de Recuperación de las Malvinas". El anfitrión que los convoca es el senador socialista Alfredo Palacios. Participan de la reunión, entre otros, Juan Carlos Moreno y Antonio Gómez Langenheim. Entre la larga lista de integrantes que figura en el Acta Nº 1 de la institución aparecen los nombres de Carlos Obligado, José Cilley Vernet, Alfredo Uriburu y Rodolfo Irazusta. Palacios es elegido Presidente de la Junta.
Entre las acciones impulsadas por la Junta, se destaca la convocatoria a un concurso para elegir la mejor composición poético musical que sirviera como Marcha de las Malvinas. Gana la obra de Carlos Obligado (letra) y José Tieri (música). La Marcha fue estrenada en el Salón Augusteo de Buenos Aires el 3 de enero de 1941 y atronó todas las radios y televisores del país entre 2 de abril y el 14 de junio de 1982. ¿Qué había pasado a lo largo de la década de 1930, desde la infamia del 10 de febrero de 1933 en el Club Argentino de Londres hasta esta heterogénea reunión en la casa del senador Palacios para fundar la Junta de Recuperación de las Malvinas?
Figuritas
A lo largo de la década del ’30 renace con fuerza el tema de Malvinas, con mayor o menor énfasis, como una forma tangible y concreta de las más abstractas cadenas con que el imperialismo inglés nos domina.
En 1934 aparece el libro La Argentina y el imperialismo británico, los eslabones de una cadena, 1806-1933, de los hermanos Rodolfo y Julio Irazusta. Su publicación marca un hito en el pensamiento argentino y da inicio, desde el nacionalismo católico, al revisionismo histórico que resignifica las relaciones entre Argentina e Inglaterra a lo largo de su historia desde la óptica del imperialismo. Malvinas está presente en el análisis.
Ese mismo año se sanciona la Ley 11.904, iniciativa del senador socialista Alfredo Palacios. Ordena la traducción y edición de la obra Las Islas Malvinas de Paul Grousac, publicada en francés en 1910. Así mismo se encomienda la realización de un compendio de la obra a la Comisión de Bibliotecas Populares con destino a un amplio público no erudito y los establecimientos de enseñanzas. En el encendido discurso que pronunció en la Cámara de Senadores, fundamentando su proyecto, Palacios señala: "que el pueblo argentino sepa que nuestro país es el soberano de las Malvinas, tierra irredenta, sometida al extranjero por la ley brutal del más fuerte. A eso tiende mi proyecto que entrego al Honorable Senado". Y sin duda cumplió su objetivo. Malvinas penetró en los textos escolares, en los cuadernos, en la cultura popular.
Desde otra vertiente política, el Yrigoyenismo, se profundiza la caracterización del imperialismo inglés. En 1935, FORJA (Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina) publica el folleto Política Británica en el Río de La Plata, de un joven intelectual argentino, Raúl Scalabrini Ortiz. El documento fundacional de FORJA lo señala con claridad: "SOMOS UNA ARGENTINA COLONIAL QUEREMOS SER UNA ARGENTINA LIBRE". Este cauce desembocará pocos años después en el ancho mar del Peronismo.
En 1936, la institución El Ceibo presenta un proyecto al Ministro de Justicia e Instrucción Pública de la Nación para el establecimiento del 10 de junio, día de la creación de la Comandancia Político Militar de las Malvinas en 1829, como Día Nacional de las Malvinas. La fecha entra al intrincado calendario escolar, con acto, bandera y discurso.
Por supuesto, Figuritas, la revista argentina del escolar, se hace eco del fervor patrio en torno a Malvinas. En la edición 101, del 17 de junio de 1938, el tema Malvinas es central. En la tapa aparece la leyenda "10 de Junio Día de las Malvinas", con una ilustración alusiva en la que una joven Patria, de pie sobre la Patagonia, clava la bandera nacional sobre las Islas. Una sección privilegiada de la revista es "La página del profesor Plin", donde se promueven concursos y se establece una relación apelativa y directa con los lectores, dando a conocer composiciones y poemas realizados por alumnos y docentes. Malvinas es un tema recurrente de esta sección. Ese año, desde la página del Profesor Plin se impulsa una campaña radial bajo la consigna: "Ha empezado a difundirlo el éter. ¡Las Malvinas son Argentinas!".
Los hijos y los nietos de los chicos que pegaban estas figuritas en sus cuadernos irán a la guerra cantando las estrofas de un himno compuesto por Carlos Obligado, hijo de Rafael Obligado, el padre de Santos Vega, que supo enfrentar al Diablo en una payada memorable. Como a la historia le gustan las casualidades que cargan de sentido al tiempo, Rafael Obligado pasó su infancia correteando en el campo de su familia, un paraje ribereño del Río Paraná, que todos conocen como "Vuelta de Obligado”.
Hermanita perdida
Plazas, verdulerías, escuelas, hermosas mujeres, ciudades, talleres mecánicos, milongas, llevan el nombre de Malvinas. Quien quiera explicar esto por las negociaciones diplomáticas en el Comité de Descolonización de la ONU, se equivoca. Tampoco la guerra explica por sí sola este fenómeno.
Los versos de "La hermanita perdida" de Atahualpa Yupanqui, por citar un ejemplo de entrañable intimidad y afecto con esa tierra a la que se habla, a la que se llama, son anteriores al dolor de la guerra. "Amarillentos papeles/ te pintan con otra laya./ Pero son veinte millones/ que te llamamos: hermana" (hoy diríamos cuarenta millones, es decir, todos). No es un hombre el que habla, es un pueblo que pone en aire de milonga una verdad acuñada con los años, un sentimiento, tan poco razonable como todos los sentimientos, pero no carente de razón. El pueblo le habla a unas islas, una tierra, una mujer: "Ay, hermanita perdida. Hermanita, vuelve a casa".
Mucho antes de la guerra, en 1869, a 36 años de la usurpación, José Hernández, nuestro poeta nacional, publica en la prensa un extenso artículo titulado “Malvinas, cuestiones graves”; allí podemos leer: "La usurpación no sólo es el quebrantamiento de un derecho civil y político; es también la conculcación de una ley natural. Los pueblos necesitan del territorio con que han nacido a la vida política, como se necesita del aire para la libre expansión de nuestros pulmones. (…) El pueblo comprende o siente esas verdades".
Creo que en la década de 1930, desde muy distintas voces, se consolida un relato forjado por nuestra experiencia histórica desde que nacimos a la vida política.
Si hoy recorriéramos cualquier barrio, de cualquier ciudad de nuestra patria, es muy probable que de pronto escuchásemos gritar desde una ventana el nombre de Malvina. Es una madre llamando a su hija porque el almuerzo se enfría. Es seguro que veremos chicos jugando en una plaza o saliendo de una escuela que llevan por nombre "Malvinas Argentinas". Hay miles de argentinos que viven en Malvinas, porque ese es el nombre de su ciudad o de su barrio. Si mostramos a cualquiera las siluetas abruptas de la Isla Soledad y la Gran Malvina, al instante las reconocerá, y no como un dato más de la geografía, sino como un símbolo que nos identifica como pueblo. No podemos pensar nuestra patria sin Malvinas. No podemos pensarnos como pueblo sin ser pueblo de Malvinas. Y no por un esencialismo o por la obra omnímoda de algún gobierno. Estas verdades no se inventan ni se imponen. El pueblo las comprende o siente mientras va tejiendo la urdimbre de su historia. Y no hay nudo de esta trama en que no esté presente, de un modo u otro, Malvinas. Los que se niegan a entender una verdad tan sencilla y evidente, no es que carecen de conocimientos de derecho internacional, carecen de imaginación.