¡El pueblo quiere saber de que se trata!

    En los últimos años la discusión sobre los hechos que acontecieron en 1810 en el territorio del Virreinato del Río de La Plata, y sus consecuencias, han producido una importante producción y debate de la historia de divulgación.
    Mucho se ha dicho de la influencia que tuvieron hechos trascendentales como la Revolución Industrial, la Revolución Francesa, la Revolución Norteamericana o el papel de Napoleón, fundamentalmente al ocupar el territorio de España en este proceso. Sin embargo, el espacio americano desde hacía mucho tiempo generaba aspectos endógenos que manifestaban claramente el descontento con el imperio, y la región construía una identidad propia.
    Los americanos se identificaban a sí mismos como tales e incluso habían constituido un espacio cuasi autónomo de la colonia, fortalecido por el desarrollo de economías regionales de consumo que se formaron alrededor de las explotaciones de minerales, como es el caso de la región de Potosí al sur del continente. Este desarrollo económico también produjo en el mundo de los “blancos” el surgimiento de nuevos grupos sociales: entre ellos los Criollos (hijos o descendientes de españoles nacidos en América) que adquirirían, con el paso del tiempo, un importante peso político.
    A partir de la mitad del siglo XVIII España, a través de la política impulsada por el absolutismo monárquico de Carlos III, se impulsó una fuerte modernización del sistema imperial y, en este sentido, el poder sufrió una nueva reconquista española, desplazando a los Criollos del aparato burocrático. Muchos autores definen este momento como una segunda conquista de América. La base de esta conquista era igual a  la primera: apropiarse de la mayor cantidad posible de recursos en beneficio de la Corona Española y sus funcionarios.
    América fue puesta bajo el control de una rígida y renovada administración, se expulsó a los disidentes, entre ellos a los jesuitas que mantenían regiones con cierta autonomía económicamente muy prósperas por cierto y con una fuerte influencia en la educación de  los criollos, se profesionalizó el ejército y sólo se admitieron oficiales españoles. Se consolidaron reformas que buscaban constituir mayores relaciones de dependencia.
    Económicamente, se amplió el comercio intercolonial con un nuevo reglamento de comercio generando una fuerte dependencia americana de los productos europeos, y una acelerada salida de metales preciosos. Esto produciría un debate que se trasladaría a las nuevas repúblicas, debate que enfrentaría a los promotores del libre comercio, con los del proteccionismo como política que permitiese el desarrollo de las incipientes producciones locales.
    Étnicamente, América no era sólo “blancos”, era también negros traídos como mano de obra, pueblos originarios y castas (mestizos, mulatos y zambos), que fueron integrados en el mundo colonizado subordinados a los españoles y criollos. De hecho se reprodujeron conductas fuertemente conservadoras cuando la propia España permitió ciertas libertades y cierta integración de algunos de estos grupos, insertándolos en las fuerzas militares u ofreciéndoles “comprar” su blancura para acceder a derechos reservados para los blancos.
    Sin embargo, en el espacio rioplatense este panorama generó una importante resistencia a las políticas españolas, y junto con el debilitamiento de la corona, las invasiones inglesas nutrieron de particulares características al territorio y a sus habitantes. Los años 1806 y 1807 demostraron la debilidad española y el fortalecimiento de milicias criollas, que habían sabido defenderse de la invasión dejando ver que no se pretendían el cambio de “amo”, sino que los reclamos de autonomía contenían un incipiente espíritu nacional, impulsados por sectores que representaban la modernización de la administración y el desarrollo de nuevos aspectos económicos.
    Luego de estos acontecimientos, también se hizo visible el hecho de que las milicias se habían convertido en una fuerza sumamente poderosa y numerosa, donde amplios sectores de la sociedad hasta el momento separados, encontraron un espacio  de integración: población negra, mestizos, mulatos, zambos, etc. hallaron en las milicias un espacio de reconocimiento social, logrando en muchos casos la libertad. Otra de las consecuencias fue lograr la soberanía popular en la elección de sus jefes, y como si todo esto fuera poco, se gestó un círculo de intelectuales de la talla de Belgrano y Moreno, que difundieron y dieron contenido político y económico a la necesidad de la Libertad.
    1810 fue el puntapié inicial de la decisión que los hijos de estas tierras habían tomado, habían decidido jugar sus vidas y sus privilegios por construir un mundo distinto, los impulsaban las ideas y el deseo de lograr ser protagonistas de su propio destino, los impulsaba el deseo de dejar de delegar su representación en modelos perimidos de desarrollo político y económicos, para dar lugar a repúblicas constituidas en la aceptación de procesos de integración y recuperación del destino económico de estas tierras.
    Este proceso no estaba cerrado: en 1810 se abría un nuevo mundo de dificultades y ellos, los hombres de nuestro Primer Gobierno Patrio lo sabían, falta de capitales, conflictos internos, desintegración del espacio y la población y sin embargo, fueron capaces de enfrentar tamaña empresa. Pero aún hoy parece que resta mucho por hacer. 1810 está más vigente que nunca, porque todavía hay muchas razones para seguir trabajando en la construcción de esa Libertad que solo es posible con inclusión e igualdad social. Extrapolando una frase del Manifiesto Liminar de los universitarios del 1918, podríamos terminar, o empezar, diciendo:

    “Los dolores que nos quedan, son las libertades que nos faltan”.