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La Universidad Nacional de La Plata fue una de las instituciones de educación superior más castigadas en los años de plomo. Más de 750 docentes, no docentes y alumnos fueron víctimas de la represión ilegal durante la última dictadura militar que se extendió entre 1976 y 1983 en la república Argentina y del terrorismo de Estado. En los jardines del Rectorado, un monumento recuerda hoy el nombre de los 766 miembros de la comunidad universitaria desaparecidos y asesinados.
En el plano estrictamente académico, la casa de estudios platense también sufrió los embates de una dictadura que apuntó a desarticular toda posibilidad de construcción de espacios de crítica y resistencia al programa de la dictadura.
En este escenario se cerraron las carreras de Sociología, Antropología, Psicología, Cine, Mural y Periodismo, al tiempo que también se desarticularon cátedras enteras, grupos de trabajo, investigaciones, proyectos de extensión, y experiencias académicas ligadas a una concepción más democrática de la producción y apropiación del conocimiento.
Jorge Jaunarena, secretario de Derechos Humanos de la Asociación de Docentes Universitarios de la Plata explica que las Fuerzas Armadas “fomentaron el desarrollo de una cultura académica individualista y corporativa; incluso –recuerda- no sólo se desapareció y asesinó, si no que además se obligó a renunciar y se cesanteó a cientos de docentes”.
Desde marzo de 1976 la Universidad quedó en manos del Capitán de Navío Eduardo Luis Saccone, en el rol de delegado interventor. Luego, desde octubre de 1976, Guillermo Gallo condujo los destinos de la UNLP hasta el retorno de la democracia.
El informe de la CONADEP resulta esclarecedor a la hora de comprender el impacto que tuvo el gobierno de facto en los ámbitos universitarios: de los 30 mil desaparecidos que dejó la dictadura, el 21% son estudiantes; y el 5,7% docentes.
Bajo el lema “en nuestra memoria hoy y para siempre”, el trabajo de reconstrucción de la memoria colectiva es impulsado por la Dirección de Derechos Humanos de la UNLP, con la colaboración de docentes, profesores de esta casa de estudios, organizaciones de derechos humanos y Madres y Abuelas de Plaza de Mayo.
La Universidad cuenta además con un Departamento de Memoria y Lucha contra la Impunidad. Su función es “realizar estudios e investigaciones tendientes a la recuperación de la memoria respecto a las más graves violaciones a los derechos humanos cometidas en nuestro país, haciendo un especial hincapié en las que afectaron directamente a la Universidad Nacional de La Plata”.
Asimismo “difunde las acciones de diferentes ámbitos en contra de la impunidad de los crímenes cometidos durante la última dictadura militar, así como la divulgación y el perfeccionamiento de los derechos de las víctimas de estos procesos”.
Preservar la memoria para construir el futuro
El Presidente de la UNLP, Fernando Tauber, destaca que “la oscura dictadura ha afectado terriblemente a la Universidad Pública; todos los que estudiamos en aquella época en la UNLP tenemos la obligación de mantener vivo nuestro recuerdo, porque eso sirve no sólo para sostener la memoria, sino para darle un fundamento a la Universidad que pensamos de cara al futuro. Todos esos años nos han servido de enseñanza, de gran aprendizaje para la construcción democrática de una Universidad Pública, con puertas abiertas para todos”.
Tauber resalta que “la razón de aquella persecución está en la concepción actual de la UNLP: una institución democrática, plural y abierta; un espacio para tener ideas, para pensar y ocuparse de las cosas que le pasan a la gente”. Además agrega que “hoy seguimos defendiendo aquel modelo de universidad con el que soñábamos cuando éramos estudiantes: una Universidad con compromiso social, donde la enseñanza, la transferencia, la investigación, la extensión y la participación sean puestas al servicio de nuestra comunidad”.
EN PRIMERA PERSONA
Se prohibió todo lo que sonara raro, como la palabra vector o la carrera de Psicología
Angel Plastino, ex Presidente de la UNLP entre 1986 y 1992, recuerda que en la última dictadura se agudizaron las falencias creadas por la intervención de Onganía en 1966: “Todo dependía de autocráticos rectores y decanos designados por el Poder Ejecutivo Nacional, que a partir de 1976 pudieron ejercer, en muchos casos, poderes extra académicos también”.
En este sentido, Plastino detalla que “lo que ellos no estuviesen en condiciones de entender o concebir, simplemente no se hacía o se impedía. Por ejemplo –aclara- todo trámite complejo se paralizaba; caprichos y arbitrariedades de la autoridad omnímoda pisoteaban derechos y aplastaban iniciativas; el debate estaba prohibido y la confrontación de ideas, esencial en la vida universitaria, se hacía sospechosa.
“Ni pensar en asambleas estudiantiles. La actividad académica se ritualizó en buena medida, y la decadencia intelectual signaba porciones amplias de la vida académica” explica el ex presidente de la UNLP, y recuerda: “meramente se prohibió todo lo que sonara “raro”, como la palabra vector, la carrera de Psicología, la de Cine, etc., etc”.
De la docencia en la UNLP al exilio en Costa Rica
Edith Pérez es la actual decana de la Facultad de Psicología de la UNLP. En 1976 era docente de la carrera de Psicología, presidenta de la Asociación de Psicólogos de La Plata y de la Federación de Psicólogos de la Provincia de Buenos Aires. Fue cesanteada de sus cargos y debió exiliarse en Costa Rica, hasta el retorno de la democracia.
“Cuando los militares asumieron el control de la Universidad, teníamos que dejar el DNI en una de las puertas de acceso, sobre calle 47, para poder entrar en la facultad y nos daban un tiempo determinado para volver a salir y si uno no salía a tiempo, se movilizaban. Fui sacando mis papeles poco a poco para poder irme al exterior”.
La carrera de Psicología – al igual que muchas otras – fue cerrada por el gobierno militar y, como lo relata Edith Pérez, sus profesionales perseguidos, desaparecidos y asesinados. “Tomé la decisión de irme del país no sólo por la cuestión universitaria sino también por la cuestión gremial; el sector de los psicólogos fue muy perseguido cuando los militares tomaron el poder. En un mismo día de abril, ‘levantaron’ a 14 psicólogos en La Plata”, recuerda la decana.
Pérez aún tiene fresco el recuerdo de aquellos tiempos y asegura que “la ciudad era una ratonera”. En ese contexto de terrorismo de Estado, la comunidad universitaria estuvo entre las más perjudicadas por el accionar del gobierno de facto.
Cuando el gremio no docente funcionó como polígono de tiro
Eduardo “Pestaña” González, no docente y ex miembro de la comisión directiva de la Asociación de Trabajadores de la Universidad de La plata recuerda a sus compañeros asesinados como “verdaderos patriotas que defendieron sus ideas aún cuando sabían que arriesgaban su propia vida”.
González explica que el gremio no docente sufrió especialmente los embates de la dictadura porque “era un gremio muy abierto, donde convivían libremente diferentes ideologías; lamentablemente todo eso se borró, desapareció a partir del 76”.
Pestaña, como lo conocen los no decentes de la UNLP, mantiene vivo el recuerdo de su primera visita a la sede del gremio luego de haber sido copado por los militares: “fue muy triste ver las paredes del edificio de nuestro gremio llenas de agujeros; las fuerzas armadas usaban nuestras instalaciones como centro de entrenamiento para prácticas de tiro”.